«Creemos que nuestro hospital, en su servicio cotidiano, desempeña un pequeño pero significativo papel en el proceso de paz porque estamos educando a nuestros trabajadores y a nuestros pacientes para vivir y trabajar juntos. Estamos seguros de que esto es posible», nos dicen en nuestra visita a este hospital general de la Sagrada Familia.
El prior, fray Serafino Acernozzi, explica la historia y el servicio que realiza hoy esta obra humanitaria, fruto de una solidaridad centenaria en Tierra Santa.
El centro está reconocido como entidad privada sin ánimo de lucro y fue fundado por los Hermanos de San Juan de Dios en 1882. Popularmente es conocido como el «hospital italiano», muy querido por la población de Nazaret y en general de toda Galilea.
Antes de entrar, nos encontramos con unos señores de edad respetable que están trabajando en el exterior con máquinas. Son voluntarios italianos que ayudan en las obras de remodelación del hospital.
Rápidamente se acerca a ellos Aristide Colombo, el «chatarrero de Dios», que nos acompaña. Colombo, jubilado, ayuda económicamente a este hospital con chatarra recogida en Italia, que le ayudan a limpiar, empaquetar y vender otros tres voluntarios jubilados en la ciudad de Lecco, cerca de Milán.
En el hospital, cada día judíos, árabes, musulmanes y cristianos de cualquier confesión se cuidan los unos a los otros, sin discriminaciones ni odios.
En 2000, cuando los directivos del hospital soñaban con ampliar sus dependencias, la intifada vino a cortar todo, y las obras de ampliación se estancaron. Fueron momentos de angustia. Luego, la providencia y la llegada de un nuevo director gerente han insuflado nueva vida al centro.
2005 fue un año importante porque se llegó al objetivo de completar y poner en marcha la nueva sección de Maternidad y las diversas infraestructuras inherentes a este servicio: un puente, accesos viarios, sala de partos.
Grupos de amigos y asociaciones italianas han contribuido a cumplir este objetivo en los modos más diversos: trabajando directamente en el hospital, «ayudándonos a buscar recursos, apoyándonos económicamente, dándonos a conocer, etc.», explican los hermanos de San Juan de Dios y las religiosas de María Niña.
Aristide Colombo tuvo una idea genial. Cuando la provincia de Lecco decidió desmantelar un hospital de 500 camas cerrado, su asociación «Latas para la Solidaridad» pidió todo el material reutilizable para llevarlo a otros centros necesitados, entre ellos el Hospital Sagrada Familia de Nazaret.
Cuando se visita la nueva sección de Maternidad de este hospital, con sus camas primorosamente repintadas y cortinas de flores, o el quirófano, nadie puede creer que este material hospitaliario estaba destinado a la basura.
Aquí hay mucha alegría sembrada por las entusiastas religiosas italianas y alguna de la India. Vemos madres con niños en los brazos que sonríen abiertamente a la cámara. Los niños corretean por los corredores.
Ver a los recién nacidos en sus cunas, con sus caritas mofletudas durmiendo beatos mientras las enfermeras cristianas o musulmanas revolotean a su alrededor, es ver cómo se siembra cada día silenciosamente la paz en Galilea.
Hace poco han llegado de Italia dos incubadoras para prematuros de este centro donde nacen unos 1.500 niños al año.
En el quirófano trabajan cada día una anestesista musulmana, un cirujano hebreo y una religiosa católica que es enfermera jefe.
Al año, unos 50.000 pacientes son acogidos en urgencias, hospitalizados o atendidos en ambulatorio. De ellos, unos 500 proceden de los territorios ocupados y sobre todo del área de Jenin.
El director gerente del hospital, Giuseppe Fraizzoli tiene una historia increíble. Trabajaba en la IBM de Rochester y le llamó un colega en 2001: «Buscan un director dispuesto a ir a primera línea, donde se dispara, ¿me entiendes? Es para el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios de Nazaret. ¿Te interesa?».
Informó a sus superiores en la empresa y compró un billete de sólo ida para Israel. Estaba a punto de coger el avión el 11 de septiembre cuando vio estallar las Torres Gemelas de Nueva York. Esperó unos días, lo suficiente para que reabrieran los aeropuertos, y tuvo todavía más claro que tenía que ir.
Cuando llegó y visitó el hospital por primera vez, se dio cuenta de que no tenía despacho. Se buscó una mesa y una silla y se puso a trabajar cerca de la cocina. «Durante algunos meses, trabajé allí sin ordenador, sin teléfono, ni fax, ni secretaria. Rodeado del aroma del ‘hummus’, la típica salsa a base de garbanzos y orégano».
El hospital está integrado en la ARAN, la red nacional israelí para las grandes emergencias aunque no disfruta de financiación estatal.
Para 2006, los responsables del hospital prevén seguir por este camino y aumentar el servicio con una nueva unidad de diálisis, para responder a la demanda creciente en la zona; un nuevo departamento de terapia intensiva neonatal para no verse obligados a trasladar a los neonatos en riesgo a otros centros, separándolos de sus madres; un nuevo departamento para asistencia con respiradores a pacientes crónicos, que sería el primer departamento de este tipo en el sector árabe del norte de Israel.
Para todos estos objetivos es impensable una ayuda estatal. Las asociaciones que apoyan promueven actividades muy diversas: hacer conocer el hospital, poner en marcha contactos con entidades e instituciones que puedan ayudar económicamente o con bienes, promover iniciativas para recoger fondos y trabajar directamente con el hospital como voluntarios, en Italia o en Israel. Para cualquiera de esta inciativas, de puede contactar en: www.hospitalnazareth.org
Preguntado el director del hospital hace algún tiempo sobre lo que pensaba para su futuro, dio una respuesta apabullante: «Como economista atento, he invertido en la ciudad de las tres personas que han contado más en la historia de la humanidad: Jesús, María y José. Me parece una inversión a largo plazo. Usted qué piensa?».