CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 18 enero 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI alentó el compromiso por superar la división entre los seguidores de Cristo este miércoles al comenzar la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
Se trata, según aseguró, de una «cita importante para reflexionar sobre el drama de la división de la comunidad cristiana y pedir junto al mismo Jesús «que todos sean uno para que el mundo crea»».
Escuchaban las palabras del Papa ocho mil peregrinos congregados en el Aula Pablo VI del Vaticano para participar en la tradicional audiencia general de los miércoles.
Él mismo clausurará la Semana de Oración el 25 de enero, en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma, presidiendo una vigilia con la participación de representantes de las diferentes confesiones cristianas.
En esta ocasión, la Semana servirá para lanzar la preparación de la tercera Asamblea Ecuménica Europea (AEE3), convocada por la Conferencia de las Iglesias Europeas (CEC) –que reúne a las confesiones cristianas excepto a la Iglesia católica– y el Consejo de las Conferencias Episcopales católicas de Europa (CCEE).
Este proceso culminará en Sibiu (Rumanía) del 4 al 8 de septiembre de 2007.
Según explicó el Papa, «la oración por la unidad forma parte de ese núcleo central que el Concilio Vaticano II llama «el alma de todo el movimiento ecuménico», núcleo que comprende las oraciones públicas y privadas, la conversión del corazón y la santidad de vida».
Para el obispo de Roma, «el centro del problema ecuménico» «es la obediencia al Evangelio para hacer la voluntad de Dios con su ayuda necesaria y eficaz».
«Los elementos que, a pesar de la división permanente siguen uniendo a los cristianos, sostienen la posibilidad de elevar una oración común a Dios», aseguró.
Esta comunión en Cristo, indicó, «sostiene todo el movimiento ecuménico y apunta hacia el objetivo de la búsqueda de la unidad de todos los cristianos en la Iglesia de Dios».
El Papa teólogo consideró necesario distinguir el movimiento ecuménico de otras iniciativas de diálogo con otras religiones o ideologías.
Citando el decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II, «Unitatis redintegratio», aclaró: «en este movimiento de unidad, llamado ecuménico, participan los que invocan al Dios Trino y confiesan a Jesucristo como Señor y salvador».
De hecho, la Iglesia católica no utiliza el término «ecumenismo» para referirse a las relaciones con los no cristianos, sino «diálogo interreligioso».
Según el pontífice, las oraciones que en estos siete días están celebrando los dos mil millones de cristianos del mundo «expresan la voluntad de un empeño común por el restablecimiento de la comunión plena de todos los cristianos».
«Pero no nos limitamos a impetrar –invitó–. Podemos también dar gracias al Señor por la nueva situación que con esfuerzo se ha creado en las relaciones ecuménicas entre los cristianos con la fraternidad que se ha vuelto a encontrar a través de los fuertes lazos de solidaridad establecidos, del crecimiento de la comunión y de las convergencias realizadas».
El sucesor de Pedro está convencido de que «hay muchos motivos para dar gracias a Dios».
«Y si todavía queda mucho por hacer y esperar, no olvidemos que Dios nos ha dado mucho en el camino hacia la unión», indicó constatando: «El futuro está ante nosotros».
Concluyó invitando a rezar «para que seamos conscientes de que la santa causa del restablecimiento de la unidad de los cristianos supera nuestras pobres fuerzas humanas y de que la unidad, en definitiva, es un don de Dios».
«Dios y nuestro amor son la condición de la unidad de los cristianos. Son la condición de la paz en el mundo», recalcó.