CIUDAD DEL VATICANO, martes, 31 enero 2006 (ZENIT.org).- En su mensaje con motivo de la Cuaresma de este año, Benedicto XVI ha recordado que no puede haber desarrollo sin responder a las necesidades materiales y espirituales.
Su misiva se convierte, en este sentido, en un apremiante llamamiento para que en tiempos de globalización se ponga en el centro «el verdadero bien del hombre y, así, lleve a la paz auténtica».
Este año el Miércoles de Ceniza, día en el que comienza la Cuaresma, tendrá lugar el 1 de marzo. El Papa ha dado por título a su mensaje las palabras del evangelio de san Mateo (9, 36) «Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas»
La Iglesia, afirma el mensaje papal, «es consciente de que, para promover un desarrollo integral, es necesario que nuestra «mirada» sobre el hombre se asemeje a la de Cristo».
«En efecto, de ningún modo es posible dar respuesta a las necesidades materiales y sociales de los hombres sin colmar, sobre todo, las profundas necesidades de su corazón», asegura el pontífice.
El obispo de Roma, como sus predecesores, es muy duro al denunciar las desigualdades sociales del mundo globalizado, con «las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo».
Critica, también, «las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones».
Al contemplar el sufrimiento que estas causas originan en millones de personas, el Papa considera que la «mirada» de Cristo «nos mueve a afirmar los verdaderos contenidos de ese «humanismo pleno»» que «consiste en el «desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres».
«Por eso, la primera contribución que la Iglesia ofrece al desarrollo del hombre y de los pueblos no se basa en medios materiales ni en soluciones técnicas, sino en el anuncio de la verdad de Cristo», subraya.
Este anuncio, aclara, «forma las conciencias y muestra la auténtica dignidad de la persona y del trabajo, promoviendo la creación de una cultura que responda verdaderamente a todos los interrogantes del hombre».
De este modo, constata, «ante los terribles desafíos de la pobreza de gran parte de la humanidad, la indiferencia y el encerrarse en el propio egoísmo aparecen como un contraste intolerable frente a la «mirada» de Cristo».
«Hoy, en el contexto de la interdependencia global, se puede constatar que ningún proyecto económico, social o político puede sustituir el don de uno mismo a los demás en el que se expresa la caridad», constata el Papa.
Estas reflexiones llevan al Santo Padre a subrayar «el papel central que los auténticos valores religiosos desempeñan en la vida del hombre, como respuesta a sus interrogantes más profundos y como motivación ética respecto a sus responsabilidades personales y sociales».
«Basándose en estos criterios, los cristianos deben aprender a valorar también con sabiduría los programas de sus gobernantes», sugiere la misiva.