MAGUNCIA, miércoles, 21 junio 2006 (ZENIT.org).- «La fe me da confianza», declara el cardenal Karl Lehmann, obispo de Maguncia y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, en una entrevista concedida a Zenit.
El purpurado afirma obtener energía de la oración, de la celebración de la Eucaristía, del encuentro con los demás, y de las preocupaciones o necesidades de nuestro tiempo. Sus raíces teológicas se hunden en el Concilio Vaticano II, en el Sínodo Común de las diócesis alemanas, y en el pensamiento de Karl Rahner.
–¿Cómo concibe su ministerio pastoral?
–Cardenal Lehmann: A este respecto, pienso como el apóstol Pablo: «No es que pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que contribuimos a vuestro gozo, pues os mantenéis firmes en la fe» (2 Cor 1, 24), que armoniza bien con mi lema episcopal, sacado de la primera Carta a los Corintios: «Sed fuertes en la fe» (1 Cor 16,1 3). Además, encuentro la conciencia que tengo de mí mismo en el decreto conciliar «Christus Dominus» sobre el ministerio pastoral de los obispos. Esto se expresa exactamente en la primera frase: « Cristo Señor, Hijo de Dios vivo, que vino a salvar del pecado a su pueblo y a santificar a todos los hombres, como El fue enviado por el Padre, así también envió a sus Apóstoles, a quienes santificó, comunicándoles el Espíritu Santo, para que también ellos glorificaran al Padre sobre la tierra y salvaran a los hombres «para la edificación del Cuerpo de Cristo» (Ef., 4,12), que es la Iglesia». En este sentido, mi deseo es el de animar a confiar en la fe.
–Una pregunta más personal: ¿nos podría contar algo sobre su decisión de ser sacerdote y en general sobre su itinerario de fe? ¿Quién o qué le ha acompañado en este camino?
–Cardenal Lehmann: El primer contacto con la fe lo tuve a través de mi familia. Allí pude vivir y experimentar la fe casi naturalmente. Después vinieron los profesores, en el tiempo de la escuela y en la universidad, por quienes conservo mucha gratitud, en especial por el profesor Karl Rahner, de quien tuve la posibilidad de ser su asistente. Un itinerario de fe sería impensable sin todos aquellos compañeros de viaje, dispuestos siempre a animar y a infundir confianza.
–¿Tiene algo así como una patria espiritual o un «background» teológico?
–Cardenal Lehmann: Viví los preparativos y las primeras sesiones del Concilio Vaticano II, como estudiante en Roma y tuve también experiencia directa del Sínodo de las diócesis en la República Federal Alemana, participando activamente y colaborando en su organización. El periodo en el que fui asistente de Karl Rahner me formó más que cualquier otro profesor de Teología. En este contexto, encuentro mis raíces teológicas, que luego claramente en el curso de los años han podido desarrollarse ulteriormente, pero sin estos tres pilares –Concilio, Sínodo y Rahner– en mi vida, no se habrían dado los mismos resultados.
–¿De dónde saca su vida interior? ¿Tiene algún manantial especial de fuerza?
–Cardenal Lehmann: La fe me da confianza. Encuentro manantiales de fuerza en la oración, en la celebración de la Eucaristía, pero también en salir al encuentro de las personas y de las preocupaciones y necesidades de nuestro tiempo. Se trata de interpretar los signos de los tiempos a partir de la fe, y como mortales de tender hacia las cosas celestiales, sin dejar de tener los pies en la tierra.
–El Sínodo de los Obispos de todo el mundo, celebrado el pasado octubre, se centró en el tema de la Eucaristía, como fuente y centro de la vida cristiana. ¿Qué significado tiene para usted la Eucaristía?
–Cardenal Lehmann: En el título oficial del Sínodo de los Obispos ya se expresa todo: ella es «Fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia». Ella es el secreto de nuestra fe. En la redención realizada por Cristo se hace visible a todos los seres humanos la voluntad de salvación de Dios. Esta se actualiza en la celebración de la Eucaristía. De aquí obtiene su fundamento la Iglesia.
–¿Qué quiere decir creer? ¿Y cuál es su repercusión?
–Cardenal Lehmann: He hablado anteriormente de la confianza que deriva de la fe. Sin la fe, la vida sería en el fondo insatisfactoria y carecería de toda fortaleza. Incluso quienes quieren abandonar o distanciarse de Dios sienten sin embargo nostalgia de una respuesta a la gran demanda de sentido. Al final, esto se convierte en el criterio: ¿cómo tiene significado mi vida? Y es aquí donde la fe intenta ofrecer respuestas. Porque Dios ama al hombre, lo ha llamado a la existencia y está a su lado a lo largo de todos los tiempos. Quien cree no está nunca solo.
–Jesús ha resucitado. ¿En qué logra vislumbrarlo, y cómo se comunica con Él?
–Cardenal Lehmann: Una vez más es de la fe de donde extraigo mi confianza. El Resucitado no esta sentado a mi lado y tampoco he tenido la suerte de darle una palmada en la espalda. Sin embargo, ahí está la promesa: «Yo estoy con vosotros todos los días» (Mateo 28, 20). Nosotros vivimos la fuerza de esta presencia cada día, si permanecemos abiertos a la escucha y sensibles hacia nuestros semejantes, a las preocupaciones y a las necesidades de nuestro tiempo, y ante nuestra misma vida. Esto puede suceder cuando se encuentran personas pero también en la oración y en los momentos de silencio y recogimiento. Allí Dios nos habla y está cercano a nosotros. Las Sagradas Escrituras y la Eucaristía son, como revela el relato de Emaús, los mejores puntos de acceso a Jesucristo.
–¿Qué es lo que más le preocupa?
–Cardenal Lehmann: La máxima «Dios es más grande que nuestro corazón» nos da en todas las situaciones humanas un fundamento verdaderamente inquebrantable, aunque a veces reconozcamos que estamos hundiéndonos bajo tierra. Por esto agradecemos también esta extrema certeza de nuestra conciencia. ¡Bendito sea el hombre que puede poner su confianza en un Dios de este tipo! Lo que necesitamos, justo en el momento de los cambios, cuando nos debemos ocupar de algunas cuestiones estructurales de la pastoral, es acordarnos de la profunda y a menudo escondida fuerza de la fe, de manera que sepamos en el fondo de qué se trata. Para esto quiero dar yo mi aportación.
–¿Dónde ve los grandes desafíos de nuestro tiempo?
–Cardenal Lehmann: Como presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, con motivo de la Asamblea General de otoño de 2005, hice un introducción sobre este tema, que está también documentada en mi nuevo libro. El título era «Nuevos signos del tiempo. Criterios de distinción para diagnóstica la situación de la Iglesia en la sociedad y para la acción eclesial hoy». Todo lo que fue puesto de relieve durante el Concilio, sobre los «signos de los tiempos», exige una ulterior interpretación, aplicada al proceso de la diagnosis («Cairología») así como al contenido. Entre cambio y estabilidad, necesitamos actitudes de fondo que puedan ser puntos a partir de los cuales oponer una reacción, sin retroceder frente a una actualidad siempre inagotable.
–¿Qué nos dice del Papa Benedicto XVI y qué esperanza tiene en él?
–Cardenal Lehmann: Conozco a Joseph Ratzinger desde hace ya más de cuarenta años y me he encontrado con él en varias ocasiones. El Santo Padre está al servicio de toda la Iglesia. Y por esto es equivocado ver en él un «Papa alemán». El Papa pertenece a la Iglesia universal. En su primer año de pontificado, para muchos sorprendente, ha propuesto acentos personales en gran continuidad con su predecesor. Muchos tenían también una imagen distorsionada de Ratzinger. Hay que darle tiempo porque este Papa es capaz de sorprendernos. Lo dije ya a la prensa inmediatamente después de su elección, y lo puedo repetir y subrayar con fuerza una vez más desde mi punto de v
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