ROMA, domingo, 17 junio 2007 (ZENIT.org).- El debate sobre el aborto ha vuelto a recrudecerse en Gran Bretaña. En un sermón el 31 de mayo, el arzobispo de Edimburgo, el cardenal Keith O’Brien, criticaba con dureza las seguridades de que se hablaba cuando se legalizó el aborto en Gran Bretaña.
El cardenal describía las afirmación hecha cuando se aprobó la ley del aborto en 1967 como «mentiras e informaciones falsas que enmascaradas como compasión y verdad». Se dijo a la gente que el aborto sería algo infrecuente y sólo se usaría en casos extremos, explicaba.
El sermón tuvo lugar con ocasión de la celebración del Día de la Vida en la Iglesia de Escocia. Se escogió la fecha para que coincidiera con la fiesta de la Visitación, que el cardenal O’Brien describía como «la afirmación del valor inmenso de la vida desde su concepción».
«En cada vida concebida Dios actúa directamente para crear un nuevo y único ser humano, una persona destinada a la vida eterna», indicaba el cardenal.
Añadía que en el mundo de hoy, desgraciadamente, el embarazo no es siempre bienvenido. En los casi 40 años desde la introducción del aborto legal en Gran Bretaña se ha puesto fin a cerca de 7 millones de vidas, observaba el cardenal O’Brien.
Poco antes de su homilía, se publicaba cifras que mostraban el aumento de abortos en Escocia. En el 2006, con la cifra más alta hasta el momento, se pusieron fin a 13.081 embarazos, en comparación con los 12.603 del año anterior, informaba el 29 de mayo al BBC. El número de abortos de adolescentes de menos de 16 también marcó un nuevo clímax, con 362 en el 2006, por encima de los 341 del año anterior.
«La escala de la matanza va más allá de nuestro entendimiento», declaraba el cardenal O’Brien en su sermón. «En Escocia asesinamos cada día el equivalente a una clase llena de niños».
El cardenal O’Brien también tuvo duras palabras para los políticos. Les animó a no tener nada que ver con «el malvado comercio del aborto», y a buscar medios que cambien la legislación que lo permite. Para aquellos políticos que «se dicen católicos», afirmaba el cardenal, «les pediría que examinaran sus conciencias y discernieran si tienen algo que ver en el sostenimiento de este mal social».
Asimismo, tocó un tema muy debatido en Estados Unidos al advertir que cooperar «en el inenarrable crimen del aborto» implica una barrera para recibir la comunión.
La vida es sagrada
El mismo día, el arzobispo de Westminster, el cardenal Cormac Murphy-O’Connor, publicaba una declaración sobre la sacralidad de la vida. Hizo esta declaración en preparación para el Día anual de la Vida, que la Iglesia de Inglaterra y Gales celebra el 1 de julio.
Toda vida, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural, es sagrada, declaraba el cardenal Cormac Murphy-O’Connor en su nota de prensa del 31 de mayo.
«Querría animar a todos los católicos, especialmente a los que ocupan puestos de responsabilidad pública, a que se educaran en las enseñanzas de la Iglesia, y buscaran consejo pastoral para que puedan tomar decisiones informadas con consistencia e integridad», añadía.
El cardenal también recordó la enseñanza de la Iglesia de que quienes hayan cometido un grave mal libre y conscientemente no deberían recibir la Eucaristía antes de haberse confesado.
Estas palabras fueron respaldas poco después por el arzobispo Peter Smith de Cardiff, en Gales. Los políticos que votan a favor del aborto no deberían recibir la comunión, indicaba, según un reportaje de Reuters el 2 de junio.
Mons. Smith declaró que no prohibiría a dichos políticos la comunión, pero agregó que contaba con que los políticos implicados no la pidieran.
Reacciones críticas
El tema de los políticos católicos y el aborto ha demostrado ser un asunto sensible, como evidencian las numerosas reacciones en contra de la prensa y los comentaristas. Un editorial del periódico Scotsman el 1 de junio reconocía el derecho del cardenal O’Brien a expresar su postura sobre el aborto.
El periódico estaba menos de acuerdo con sus palabras sobre los políticos, afirmando que estaba «en terreno peligroso al dar la idea de estar interfiriendo en política».
Un editorial del periódico Guardian el 2 de junio salmodiaba que en el tema del aborto «se deben resistir» los esfuerzos de la Iglesia católica. Sin embargo, en una especie de concesión ante la galería, el Guardian añadía que aprobaba las intervenciones de la Iglesia en la vida pública cuando se trata del tema de cancelar la deuda del mundo en desarrollo.
En un artículo de opinión el 3 de junio para el periódico Scotland on Sunday, Dani Garavelli, que se denominaba católico practicante, rechazaba las palabras del cardenal O’Brien como «chantaje emocional».
Considerando «siniestras» las advertencias del cardenal a los políticos católicos, Garavelli calificaba a los líderes católicos de «ideólogos».
El 2 de junio, en las columnas de opinión del periódico Independent, Jemima Lewis mostraba una opinión más favorable. La libertad de expresar las propias creencias es una característica central de cualquier democracia, afirmaba defendiendo el derecho del cardenal O’Brien a hablar sobre el aborto.
Describiéndose a sí misma como una «católica lapsa pro aborto», Lewis reconocía no obstante que «el argumento pro aborto está acribillado de falta de honradez y evasivas. Estaba de acuerdo con el argumento del cardenal O’Brien de que se dispone con demasiada libertad del aborto. Lewis también sostenía que no se presta suficiente atención a los efectos secundarios en las mujeres.
Este tema, de hecho, se presentó en un artículo publicado en el periódico Scotsman el 26 de febrero. Describía los sentimientos de miseria y culpabilidad que una mujer, de nombre «Sarah», sintió tras abortar a su bebé a las 22 semanas de embarazo.
Destrucción del alma
El artículo se publicó poco después de que una bebé, Amillia Taylor, naciera en Estados Unidos con sólo 22 semanas de embarazo, y sobreviviera. «Es una destrucción del alma», afirmaba Sarah de su experiencia del aborto. La opinión pública británica también se vio sacudida por el reciente anuncio de que cerca de 1 de cada 30 bebés abortados sobreviven al procedimiento. Los supervivientes viven una media de 80 minutos, informaba el 20 de abril el periódico Daily Mail.
La mayoría de los bebés que sobreviven inicialmente al aborto tienen entre 20 y 24 semanas de embarazo, aunque algunos lo han logrado con sólo 17 semanas.
Las cifras, explicaba el Daily Mail, vienen de un estudio en la región de West Midlands, donde los investigadores examinaron, entre 1995 y el 2004, los resultados de 3.189 abortos llevados a cabo en fetos gravemente disminuidos en 20 hospitales.
Los resultados mostraron que 102, abortados principalmente por motivos como el síndrome de Down y defectos del corazón, nacieron vivos. El estudio se publicó en la British Journal of Obstetrics.
El aborto también ha sido tema de debate en el parlamento del Reino Unido, con tres leyes propuestas por sus miembros en los últimos ocho meses, informaba el 4 de junio el Guardian. Las leyes, iniciativas privadas sin apoyo del gobierno, en realidad tenían pocas oportunidades de éxito.
A pesar de saber esto, los parlamentarios pro vida intentaron sin embargo conseguir la aprobación de sus propuestas. Las leyes contemplaban medidas que van desde la introducción de consultorías para mujeres que buscan a abortar, hasta a obligar a un periodo de reflexión antes de proceder al aborto, y reducir el actual periodo de 24 semanas dentro del cual el aborto se permite libremente.
Se ha centrado la atención en el tema del aborto, añadía el Guardian, debido a que la conferencia de la British
Medical Association, que se reunirá a finales de junio, debatirá una propuesta de votar a favor de liberalizar la legislación del aborto.
En su sermón del 31 de mayo, el cardenal O’Brien pedía al conjunto de la sociedad «que aceptara con alegría la nueva vida», y luchara contra la cultura de la muerte promovida por la industria abortiva.
«Debemos seguir dando testimonio de la verdad y seguir siendo inequívocos al defender la vida en todo lo que hacemos», concluía.
Por el padre John Flynn, L. C.