Especializada en el contexto asiático, la agencia del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras «AsiaNews.it» se hizo eco el martes del contenido del mensaje episcopal, difundido en los medios «English Messenger» y «Sinhala Pradeepaya».
Procedente de los obispos de Kandy –monseñor Joseph Vianney Fernando- y de Anuradhapura –monseñor Norbert Marshall Andradi- (respectivamente presidente y secretario general de la Conferencia Episcopal de Sri Lanka), el texto subrayaba el 7 de junio que «las personas inocentes deben tener la posibilidad de vivir con seguridad».
Los prelados citan la Constitución del país, cuyos artículos 12.3 y 14.1.h, en materia de derechos humanos, recogen que «todo ciudadano tiene derecho a trasladarse y a elegir el propio lugar de residencia en el interior de Sri Lanka».
Igualmente expresan aprecio hacia el presidente de la nación, quien ha ordenado una investigación sobre los hechos que se lamentan.
El episcopado local pide al gobierno y a las demás autoridades que impidan en el futuro cualquier limitación a la vida de los civiles inocentes que quieran moverse libremente por el país.
La agencia del PIME ha podido constatar el temor en algunos ciudadanos obligados a dejar sus tierras. Estos se preguntan cómo se les va a garantizar la seguridad.
Igualmente se hace eco de que el Congreso de las religiones de Sri Lanka ha publicado una declaración conjunta, firmada por el venerable Bellanvila Wimalarathana Nayaka Thero y por el arzobispo católico –de Colombo- Oswald Gomis.
En ella, respecto al suceso de la deportación de los tamiles de Colombo, muestran su profundo dolor y angustia.
Iguales sentimientos manifiestan por «los secuestros y homicidios de civiles inocentes e indefensos».
«Condenamos firmemente una acción así, inhumana, contraria a toda religión», subrayan.
En rueda de prensa celebrada hace exactamente una semana en presencia de representantes budistas, hindúes y musulmanes, monjes y sacerdotes, el Congreso invitó a toda la población de Sri Lanka «a luchar sin descanso para construir un lugar donde todos puedan vivir en paz, armonía y dignidad, según los valores de la religión, que a través de los años han enriquecido el país».
La pequeña isla del subcontinente indio estuvo sumida en dos décadas de guerra civil entre cingaleses -la mayoría de religión budista- y la minoría tamil -hinduistas-, hasta la firma del «alto el fuego» en febrero de 2002. Se perdieron 65 mil vidas.
Las violaciones del citado acuerdo se suceden, de manera aguda desde finales de 2005.
Este recrudecimiento ya se traduce en miles de muertos, la pérdida del hogar para medio millón de personas y un drama humanitario –por aislamiento en el fuego cruzado- para millones de civiles. Especialmente padece esta situación el noreste del país, región por cuya independencia emprendió su combate en 1983 la guerrilla de los LTTE (Tigres para la Liberación de la Patria Tamil).
Preparó la guerra civil un fuerte movimiento nacionalista de raíz budista que generó en la minoría tamil la percepción de ser discriminada de la vida política, social, civil y cultural de Sri Lanka, cuya población, de casi 20 millones de habitantes, se calcula en un 70% budista, un 15% hinduista, un 8% cristiano y un 7% musulmán.