ROMA, martes, 30 octubre 2007 (ZENIT.org).- Esposa, madre, viuda y religiosa fundadora, Celina Chludzińska, viuda de Borzęcka, hizo de su vida una sola cosa con la voluntad de Dios, subrayó el sábado el prefecto de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos al beatificarla en Roma.
La basílica de San Juan de Letrán acogió por la tarde esta ceremonia en la que el cardenal Jose Saraiva Martins, en su homilía, trazó las claves de la Madre Celina (1833-1913), polaca, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Siendo joven sentía el profundo deseo de consagrarse al Señor en la clausura, pero sus padres le comunicaron su voluntad de que contrajera matrimonio, haciéndolo así a los veinte años con José Borzecki. Era muy amada por su marido; a su vez, Celina fue esposa amorosa y ejemplar.
Tuvo cuatro hijos; dos murieron pronto. Bajo el régimen zarista, sin descuidar sus deberes familiares, la nueva beata se prodigó por los insurgentes que luchaban por la independencia de Polonia. Fue por ello arrestada.
Tiempo después tuvo que entregarse con especial atención al cuidado de su marido, tras sufrir éste un ataque que le paralizó medio cuerpo. Cuando enviudó, cinco años después, eligió Roma como su ciudad en 1875, donde encontró la espiritualidad resurreccionista y redescubrió su vocación religiosa. Fue al conocer al cofundador de los Resurreccionistas, el padre Pedro Semenenko
Celina eligió la vida comunitaria y con su hija menor, Edvige, fundó la rama femenina de la Congregación de los Resurreccionistas, dedicada a la educación cristiana de las jóvenes pobres.
El año oficial de la fundación fue 1891: el 6 de enero, Celina Borzecka y su hija, co-fundadora, hicieron profesión emitiendo los votos religiosos como religiosas de la Resurrección dando inicio a la nueva congregación.
Antes había pasado muchas contradicciones; con la ayuda de buenos amigos Celina logró abrir su primera escuela vespertina para chicas, donde monseñor Giacomo Della Chiesa –futuro Papa Benedicto XV–, cuyos padres vivían en el apartamento vecino a la escuela, sirvió de capellán y catequista.
Desde entonces la actividad evangelizadora de la religiosa creció; realizó numerosos viajes. Por su incansable apostolado existen hoy más de medio centenar de casas de estas religiosas en todo el mundo. Falleció en Cracovia, estando de paso en la ciudad.
Con el aliento de Pío XII, se abrió su causa de beatificación en Roma en 1944. En 1982 se promulgó el decreto sobre la heroicidad de las virtudes de Celina. El milagro que abrió las puertas a su beatificación se aprobó el pasado 16 de diciembre.
El domingo, en el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, Benedicto XVI presentó el modelo de vida de la beata polaca, identificándolo con un martirio incruento, siendo éste «testimonio silencioso y heroico de los muchos cristianos que viven el Evangelio sin componendas, cumpliendo su deber y dedicándose generosamente al servicio de los pobres».
«Mi vocación es cumplir la voluntad de Dios fielmente y con amor», escribía la madre Celina.
«La beata Celna –subrayó el cardenal Saraiva tras elevarla a los altares– vivió su historia constantemente unida a Dios en oración».
Ésta «le hizo capaz de aceptar humildemente diversas realidades y situaciones y reconocer en ellas la mano del Señor que la protegía, sostenía y guiaba, haciéndole seguir la voluntad de Dios, e intuir que –como decía el siervo de Dios Bogdan Janski, fundador de los Resurreccionistas– «a veces Dios usa extraños caminos para llevarnos a sus metas»», recalcó.
Las distintas etapas de la vida de la beata Celina Chludzińska «constituyen para muchas personas un modelo posible a imitar» –añadió el purpurado– «porque nos demuestran que la grandeza del hombre no consiste sólo en realizar acciones extraordinarias, sino en vivir la vida cotidiana responsablemente, siendo capaces de dar así la propia respuesta a la gracia de Dios».