El arzobispo caldeo de Mosul, monseñor Paulos Faraj Rahho, se encuentra en manos de sus aprehensores desde el 29 de febrero. Sus secuestradores han pedido una suma ingente de dinero, pero ni siquiera han permitido al prelado hablar por teléfono para demostrar que está vivo.
Después de rezar el Ángelus, el Papa invitó a resolver el conflicto en Oriente Medio abandonando los «caminos tortuosos del odio y de la venganza y que recorran responsablemente caminos de diálogo y confianza».
«Este es también mi auspicio para Irak, mientras seguimos con trepidación la suerte de monseñor Rahho, y de tantos iraquíes que siguen sufriendo una violencia ciega y absurda, ciertamente contraria a la voluntad de Dios», confesó.