Intervención del delegado fraterno de la Iglesia Ortodoxa Griega en el Sínodo

El archimandrita Ignatios D. Sotiriadis subraya el papel de unidad del obispo de Roma

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 12 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció en la mañana de este sábado ante el Sínodo de los Obispos el archimandrita Ignatios D. Sotiriadis, delegado fraterno de la Iglesia Ortodoxa Griega.

 

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La Iglesia Ortodoxa de Grecia, Iglesia de origen apostólico, como fruto de la predicación del apóstol de las gentes en Europa, e hija de la Iglesia Madre de Constantinopla, saluda cordialmente al Sínodo de los Obispos católicos sobre la Palabra de Dios y desea pleno éxito a sus deliberaciones.

Santidad:

En la oscuridad profunda y en la desesperación del pensamiento filosófico del mundo antiguo, el «Dios desconocido» envió a la humanidad a su Hijo unigénito, quien «por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno de la Virgen María y se hizo Hombre… por nuestra salvación». Desde ese momento, la historia se dividió en antes y después de Cristo, el mundo cambió y se transformó en Iglesia. Magistra en el camino de la Iglesia, la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios, vivifica en todo tiempo, si es interpretada según la sagrada Tradición, a todo fiel y le conduce a la Eucaristía, es decir, a la unión personal con el Dios-Logos.

Sin embargo, la historia de la cristiandad está llena de crímenes, pecados y errores. ¡Entonces, se plantea siempre el problema de la interpretación auténtica de la Palabra de Dios! No son suficientes, por desgracia, las buenas intenciones para guiar al pueblo de Dios hacia el Reino prometido. Es necesaria la metanoia y la metamorfosis de nuestros débiles corazones.

La Iglesia vive de la fuente de la vida que es la Sagrada Escritura. Enseña a la Europa secularizada y a la Ecumene descristianizada el amor por la Creación en peligro, el perdón y la reconciliación con quien quiere comenzar una nueva vida, el respeto por toda persona humana hecha a imagen de Dios, así como la paz, la justicia, la igualdad entre el hombre y la mujer, judío o griego…

Santidad:

¡Nuestra sociedad está cansada y enferma! ¡Busca pero no encuentra! ¡Bebe pero no se sacia! ¡Exige de nosotros, los cristianos (católicos, ortodoxos, protestantes, anglicanos), un testimonio común, una voz unida! ¡Esta es nuestra responsabilidad como pastores de las Iglesias en el siglo XXI!

Así aparece también la misión primaria, histórica y extraordinaria, del primer obispo de la cristiandad, quien preside en la caridad, y sobre todo, de un Papa que es Magister Theologiae (maestro de teología, ndt.): ¡ser signo visible y paterno de unidad y guiar, bajo la guía del Espíritu Santo y según la Sagrada Tradición, con sabiduría, humildad y dinamismo, junto a todos los obispos del mundo, co-sucesores de los apóstoles, a toda la humanidad a Cristo Redentor!

¡Este es el deseo profundo de quien alberga en el corazón la nostalgia dolorosa de la Iglesia no dividida, Una, Sancta, Catholica et Apostolica! Así como de quien, en un mundo si Cristo, le dirige, con pasión, con confianza filial y fe, una vez más, el grito de los apóstoles: Señor, ¿con quién iremos? ¡Tú sólo tienes palabras de vida eterna!«.

Traducción realizada por Jesús Colina

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ZENIT Staff

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