ROMA, domingo, 26 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- El peligro de las riquezas ha sido un tema recurrente en la predicación cristiana. Este mes, el empresario Frank J. Hanna publicaba su nuevo libro «What Your Money Means: and How to Use it Well» (Lo que significa tu Dinero: y cómo usarlo bien».
ZENIT ha hablado con Hanna, quien ha comenzado y financiado muchos negocios y recibió el Premio William B. Simon al Liderazgo Filantrópico. A través de Solidarity Foundation, ha donado al Vaticano la copia más antigua del Evangelio de Lucas y del «Padrenuestro».
–¿Programó usted la publicación del libro en coincidencia con la actual crisis financiera mundial?
—Hanna: No, pero creo que la coincidencia es providencial. Resulta bastante interesante; durante el último mes ha habido más discurso político sobre economía y dinero que en muchos años que se recuerde. Creo que el mensaje que se contiene en el libro es especialmente significativo para la gente precisamente ahora.
–Y, ¿cuál es el mensaje?
–Hanna: Bien, en realidad hay varios mensajes, pero el primero y el más importante es que el dinero es un don de Dios que estamos obligados a usar sabiamente. Muchos de nosotros gastamos mucho tiempo y energía para hacer dinero, y solemos dedicar un montón de esfuerzo a estudiar los productos que vamos a comparar, como un nuevo coche o una nueva lavadora, pero no tendemos a dedicar mucho esfuerzo a preguntarnos a nosotros mismos, «¿De qué forma estoy dispuesto a utilizar mi dinero para ser mejor personas, y para ayudar a los que amor a crecer en la virtud?».
–¿Cómo puede alguien utilizar el dinero para crecer en virtud? ¿No es el dinero la raíz de todo mal?
–Hanna: El dinero no es la raíz de todo mal. Más bien, el apego al dinero, en lugar de a Dios, es lo que daña nuestra alma. De esta forma, el apego a cualquier cosa que sea objetivamente buena puede ser dañino si la colocamos antes que a Dios, porque entonces hacemos que algo o que alguien reemplace a Dios, y violamos el primer mandamiento.
Y así el dinero, como otros dones de Dios, es algo que él nos da para que sirvamos a los demás con él. Y al servir a los demás, crecemos en virtud.
–¿Esto significa que no está mal gastar algo de nuestro dinero en nosotros mismos?
–Hanna: En absoluto. De hecho, dedico algún tiempo en el libro a explorar esta cuestión de cuánto es lo suficiente, tanto en términos de cuánto amasamos, y cuánto gastamos en nosotros y en los demás, especialmente en nuestros hijos. De igual forma que alguien que ha sido bendecido con el talento o la inteligencia tiene justificación para utilizarla para sí mismo y para aquellos a quienes ama, podemos usar el dinero de igual forma. Pero en el momento en que nos volvemos indulgentes con nosotros mismos, o excesivamente indulgentes con los miembros de nuestra familia, entramos en territorio peligroso.
–¿Qué le llevó a usted, hombre de negocios, a escribir este libro?
–Hanna: Sócrates decía que una vida no sometida a examen no es digna de vivirse y, por eso, como hombre de negocios, tomé la resolución de que no gastaría mi dinero, mi energía y mi tiempo sin someterlo a examen. Pero esto significó que tendría que dedicar mucho tiempo a análisis – dinero, mi vida con dinero, y las vidas y los pensamientos de otros que se han ocupado de la noción de dinero.
Este libro es el resultado de dicho examen. Originalmente sólo recogía notas para mí mismo. Pronto me di cuenta que necesitaba organizar mis pensamientos y notas para ser capaz de tener algo paradigmático a través del que pudiera comprender lo que había reunido. Y al agruparlo todo, me di cuenta que podría también beneficiar su lectura a mis hermanos y hermanas. Tras leerlo, lo compartí con algunos amigos, algunos de los cuales tienen un montón de dinero, y algunos de los cuales tienen que batallar por su supervivencia financiera cada día, y ambos grupos de amigos parece que se beneficiaron del mismo.
Al final, el dinero es una parte integrante del mundo en el que vivimos, y la falta de reflexión sobre esto puede fácilmente llevarnos a resultados peligrosos. Por el contrario, la comprensión correcta del uso del dinero nos puede ayudar a llevar vidas más plenas de lo que podamos esperar. De hecho, una mejor comprensión de nuestro dinero puede incluso ayudarnos a alcanzar una mejor compresión de aquellas cosas que el dinero no puede comprar.
–¿Realmente cree que comprender el dinero nos puede ayudar a comprender mejor las cosas que el dinero no puede comprar?
–Hanna: Por supuesto. En cualquier momento en que buscamos discernir piadosamente nuestro uso de las bendiciones que Dios nos ha dado, buscando su guía, vamos a estar más cerca de él. Y por eso este esfuerzo por comprender algo como el dinero, que debido al mundo físico de escasez en el que vivimos necesariamente exige una buena cantidad de nuestro tiempo y atención, es probable que nos ayude a obtener la sabiduría necesaria para su uso.
Una vez que tenemos la sabiduría, somos más capaces de apreciar las cosas no monetarias, no materiales, como el amor, la esperanza, la fe, el coraje, la amistad, etc. Podemos empezar a ver el dinero no como un fin en sí y de sí mismo, sino como un herramienta, un instrumento, que nos debe ayudar en búsqueda de las cosas de Dios.
–Usted ha recibido reconocimientos como filántropo. ¿Qué podemos hacer aquellos de nosotros que no tenemos dinero para ser filántropos con los demás?
–Hanna: Bien, comprendamos primero qué es la filantropía. La palabra misma viene de dos palabras griegas: «philos», que significa «amor por», y «anthropos», que significa «hombre». Así, según esta definición, Cristo, que tenía muy pocas posesiones materiales, fue el filántropo por excelencia.
No necesitamos mucho dinero para ser generosos y, nuevamente, esto también forma parte del contenido del libro. El dinero que tengamos, por mucho que éste sea, debería ser un instrumento con el que se alimente y nutra nuestra generosidad. Creo que cuanto mejor lo comprendamos, y su papel en nuestras vidas, más probable es que alcancemos este ideal.
–¿Coincide este libro sobre el dinero con la enseñanza de la Iglesia?
–Hanna: ¡Eso espero! Tuve a un par de sacerdotes y a un arzobispo leyendo el borrador, porque quise estar seguro de que estaba de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. Creo, no obstante, que también ayuda el que yo sea un lacio, por lo que la perspectiva de alguien que ha estado en las trincheras de los negocios espero que sea una útil aportación.