CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 19 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- El padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, dedicó hoy su tercera y última predicación de Adviento ante el Papa y la Curia Romana, a reflexionar sobre el significado de la maternidad espiritual de Cristo, este viernes en la capilla «Redemptoris Mater» del palacio apostólico del Vaticano.
El padre Cantalamessa, siguiendo con las dos catequesis anteriores y a propósito del Año Paulino, propuso una reflexión sobre un pasaje del apóstol Pablo, Gálatas 4, que precisamente sirvió a la Iglesia para luchar contra la herejía docetista, que negaba la Encarnación.
Este dogma, junto con la preexistencia del Hijo se encuentra, aunque en estado embrionario, en la enseñanza de san Pablo, explicó el predicador, y para los cristianos tiene gran importancia, ya que «por la fe», como han puesto de manifiesto los Padres de la Iglesia, «cada cristiano puede ser madre de Cristo».
«Cómo uno se convierte concretamente en madre de Jesús, nos lo indica él mismo en el Evangelio: escuchando la Palabra y poniéndola en práctica», explicó.
Sin embargo, el padre Cantalamessa advirtió contra la posibilidad de una «maternidad incompleta», que puede manifestarse de dos formas: «una fe sin obras y unas obras sin fe».
«Nosotros, como decía san Francisco, concebimos a Cristo cuando lo amamos con sincero corazón y con conciencia recta, y lo damos a luz cuando realizamos obras santas que lo manifiestan al mundo», añadió.
Citando a san Buenaventura, el predicador explicó que «el alma devota de Dios, por gracia del Espíritu Santo y el poder del Altísimo, puede concebir espiritualmente al Verbo bendito y al Hijo Unigénito del Padre, parirlo, ponerle nombre, buscarlo y adorarlo con los Magos y finalmente presentarlo felizmente a Dios Padre en su templo».
La concepción y el dar a luz a Cristo supone, explicó, la conversión y el cambio de vida personal del cristiano.
El amén de María
Por último, propuso una reflexión concreta sobre el «sí» de María, que durante muchos siglos se ha interpretado en la palabra latina fiat.
«Se insiste mucho en el fiat de María, en María como «la Virgen del fiat«. Pero María no hablaba latín y por eso no dijo fiat, no dijo siquiera genoito, que es la palabra que encontramos, a este punto, en el texto griego de Lucas porque no hablaba griego».
La palabra precisa que utilizó la Virgen ante el ángel fue «amén«, una palabra hebrea con la que «se reconoce lo que se ha dicho como palabra firme, estable, válida y vinculante», y que indica «fe y obediencia conjuntamente; reconoce que lo que Dios dice es cierto y se somete a ello».
«San Pablo dice que Dios ama al que da con alegría, y María dijo a Dios su «sí» con alegría. Pidámosle que nos obtenga la gracia de decir a Dios un «sí» alegre y renovado, y así concebir y dar a luz también nosotros en esta Navidad a su Hijo Jesucristo», concluyó.
Por Inma Álvarez