ROMA, sábado 6 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que escribe, en la vigilia de la entrega de los Premios Oscar sobre la película Avatar, Licia Pereira, teóloga y crítica de cine.
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Después de poco más de diez años de ausencia del mundo del cine, James Cameron (Aliens, Therminator y Titanic) regresa con Avatar, película que ha escrito, producido y dirigido. Con nueve nominaciones al Oscar, entre ellas la de mejor película es el box office absoluto a nivel mundial habiendo recaudado a finales de enero la considerable suma de más de dos mil millones de dólares, superando así a Titanic que era hasta entonces la mayor billetería de todos los tiempos.
¿Dónde está la clave del éxito? ¿En su trama? Difícil, pues Avatar es sencilla y muy previsible. ¿En la tecnología? Sin duda la curiosidad por los avanzados efectos especiales, que pueden ser apreciados sólo en 3D llevó a muchas personas al cine, pero ¿sólo ello explica la nueva fiebre cinematográfica? Creo que hay más por detrás. Entonces… ¿El éxito estará en su «filosofía» de fondo? Es posible.
¿De qué se trata?
En el año 2154, un equipo de científicos y mercenarios militares busca colonizar el planeta Pandora para extraer un mineral que puede solucionar los problemas energéticos y ambientales de la Tierra, además de enriquecer la multinacional que patrocina la colonización; el problema es que la mayor concentración de este mineral se encuentra en el territorio habitado por los nativos del planeta, los Na’vi, unos enormes seres azules de tipo humanoide, pero que presentan rasgos felinos y una cola.
Como era de esperarse los Na’vi resisten la presencia de los humanos y los científicos buscan un medio pacífico para lograr su cooperación, en el caso contrario los militares usarán la fuerza para obligarlos a desplazarse y así extraer el mineral codiciado. Jake (Sam Worthington), un ex marino paralítico es uno de los voluntarios para entrar en contacto con los Na’vi, tal contacto se hace a través de un Avatar, un cuerpo creado en el laboratorio a partir de genes de Na’vi y genes humanos que, conectado a la mente de una persona, inducida al sueño, gana vida.
Jake entonces hace un juego triple: para los militares es un espía que pasa la información para facilitar acciones militares; para los científicos es un colaborador en las relaciones diplomáticas y para los Na’vi, es un elegido de su divinidad, tal elección le permitirá ser admitido a su clan. Lo que sigue es previsible: Jake empatiza con Pandora, se enamora de la princesa Neytiri (Zoé Saldana), se arrepiente de su doblez, declara la guerra a los militares y a pesar de los muertos y heridos todo termina con un «happy end» al estilo Hollywood. La película no exige esfuerzo de la inteligencia para ser comprendida, ni es profunda, como quisiera ser, para tocar las fibras hondas del corazón. De ahí la perplejidad sobre su éxito.
¿Qué es un Avatar?
Comencemos por el título mismo de la película. Avatar, en sancristo «el que desciende», es un término religioso hindú, es una hierofanía [1] de Vishu, una divinidad que en cada cierto tiempo baja al mundo para ayudar a los hombres, pudiendo asumir forma animal o humana. El término ha sido tomado por algunas comunidades virtuales en las que los miembros además de un nickname, eligen una imagen (un personaje literario o de comics, un cantante, un animal, un objeto) que los representa, es decir, un avatar. Tenemos entonces dos elementos interesantes que aparecen ya desde el título de la película y que están presentes durante todo el desarrollo de la misma: el espiritualismo y la realidad virtual.
Espiritualismo ecologista y el mito del buen salvaje
Entre los muchos elementos de religiosidad de la película encontramos uno de los más significativos: el árbol sagrado. Mircea Eliade en su «Tratado de la historia de las religiones» habla sobre la función religiosa del árbol en distintas culturas antiguas y hace una clasificación de sus diversas características [2]; Avatar, asume algunas: el árbol como habitación de la divinidad, en el caso Eywa; como receptáculo de las almas de los antepasados, demostrando el lazo místico entre él y los Na’vi; como presencia significativa en ceremonias de iniciación, que se manifiesta cuando Jake ingresa al pueblo Na’vi y como regenerador y dador de vida, como vemos en el rito de cura de Grace (Sigourney Weaver) y en la transformación de Jake.
La fuerza del simbolismo del árbol es la que sustenta la filosofía de Avatar: el panteísmo naturalista que plantea que todo el universo es una única y singular substancia y esta unicidad es la que mantiene a todos los seres íntima y místicamente conectados entre sí; es el panteísmo de Baruc Spinoza con su clásico «Dio sive natura», «Dios, es decir la naturaleza». No es un problema que la ficción nos presente una cultura alienígena con tales características, el problema surge cuando esta cultura es presentada como espiritualmente superior que la humana.
Ahora bien, a la humanidad le ha sido revelado que existe un Dios que es Creador y es Amor, diferente de la creatura, pero que la llama a la comunión de vida con Él; Avatar, sin entrar en discusiones religiosas, transmite la idea de que el naturalismo religioso es en verdad superior a la revelación cristiana.
No hay duda de que Avatar es una paradigmática manifestación del neo-paganismo presente en la cultura hodierna. La representación de la bella y exuberante naturaleza de Pandora, a excepción de los Na’vi que son animalescos y de constitución anoréxica, viene acompañada de apologéticos discursos New Age, realizando una eficaz combinación de imágenes y palabras para vender bien el producto.
Pero Avatar tiene también la pretensión de hacer crítica social, infelizmente uno de los temas elegidos por Cameron ha sido usado hasta el cansancio en Hollywood: el buen salvaje. ¿Quién no percibe aquí la eterna crítica a la colonización española y portuguesa en América? ¿O el mea culpa de los americanos por el exterminio de sus indios? Una vez más el estribillo versa veladamente que la cultura cristiana con sus valores aplasta a las demás; no entremos en la discusión, recordemos sólo que para los buenos aztecas sacar el corazón de una persona viva era un rito religioso y que a pesar de las sombras de la colonización de las tierras americanas es históricamente innegable que la luz del Evangelio ha aportado una evolución a tales culturas.
Otro tema de la película, ciertamente más actual, es el de la ecología y es justo el deseo de transmitir un mensaje ecológico, pero como dice el Papa Benedicto XVI, hay que dar a la ecología su justo lugar: «Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la ‘ecología humana’ en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia» [3] y Avatar está bien lejos de presentar un auténtico mensaje ecológico.
Huída de la realidad y dimisión de lo humano
No podemos dejar de mencionar que Avatar propone sutilmente que si tienes como huir con éxito de tu cruda realidad, hazlo porque es válido. ¡Y mira que la realidad de los hombres en el 2154 es negra! La mayoría de los seres humanos que aparecen en la película son ambiciosos, belicosos y egoístas, el mismo Jake sólo «saca su lado bueno» debido al contacto con los Na’vi; la Tierra es una desolación, Jake cuenta a Neytiri que en su planeta no hay verde. El ambiente humano es frío, tecnologizado, bélico, al contrario de Pandora que es hermosa, mágica y cálida; mejor es vivir entre los habitantes de Pandora (que significa, convenientemente, «todos los dones») que entre los humanos; es significativo que, avanzada la película, Jake en su diario p
ersonal, registre que la realidad para él pasó a ser las experiencias sensibles de su avatar, mientras él duerme en una cápsula.
Nada como una buena dosis de mentira existencial! El público entonces no se sorprende de que Jake renuncie a su humanidad para tornarse un Na’vi, en todo el proceso no hay que pasar por alto el dato que el protagonista sea paralítico, podemos decir que su deficiencia física hace que su decisión sea aceptable, pues se apela al sentimentalismo que dice que es mejor renunciar a esta vida que vivirla como un deficiente; como si la persona humana se definiera por su cuerpo.
Otro elemento a resaltar son las relaciones, sea la relación amorosa de Jake con la princesa (el romance es siempre un elemento que atrae a los espectadores) como su hermandad con los demás Na’vi, estas relaciones son mucho más plenificantes que las humanas.
Afirmación de lo humano
Avatar está cargada de pesimismo antropológico y refleja la actual desconfianza del hombre en el hombre y en su capacidad de hacer el bien; la crisis espiritual del Occidente cristiano caracterizada por el relativismo filosófico y moral, por el agnosticismo funcional, por el materialismo y por tantas otras manifestaciones de la trágica situación del mundo agobian el hombre de hoy ¡Que bueno sería vivir en un paraíso donde todos los seres viven en armonía y donde la sencillez es la regla de la vida!
¿Quién no lo desea? La profunda aspiración por la plena felicidad y la armonía podría explicar la empatía del público con la película, infelizmente Avatar responde a tal aspiración en modo sentimental y superficial, pero lo que impresiona es que encuentra eco en las personas, ello nos revela como el hombre de hoy vive lejos de su propia interioridad.
Para Avatar el hombre contemporáneo está dañado y propone negar el patrimonio moral-religioso-cultural de la humanidad para exaltar el ingenuo mito del buen salvaje; obviamente, no tiene en cuenta la revelación cristiana que nos dice que el hombre, a pesar del pecado, es imagen y semejanza de Dios y que tiene, en Jesucristo, una altísima dignidad y vocación [4], por lo tanto con capacidad de edificar para sí y los demás un mundo más justo y fraterno y si Avatar propone tan claramente que la divinidad escucha la oración, con mayor razón el Dios de nuestra fe escucha a su creatura y ofrece su Gracia para que ésta pueda vivir en armonía con Él, consigo misma, con los demás y con todo lo creado.
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[1] Manifestación de lo sagrado. Cfr. Eliade M., Tratado de la historia de las religiones, México, 1972, p.49 [2] El tema se desarrolla en todo el VII capítulo. Cfr. ELIADE M., Tratado…, p.p. 242-298. [3] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 51 [4] Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo, Gaudium et spes, 22