ROMA, jueves 18 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Combatir la plaga del turismo sexual y trabajar por la recuperación física y psicológica de las víctimas es uno de los objetivos de la Pastoral del Turismo, sector que está adquiriendo una importancia cada vez mayor con el aumento del fenómeno turístico.
Lo recuerda monseñor Agostino Marchetto, Secretario del Consejo Pontificio de la Pastoral con Migrantes e Itinerantes, en el texto de la intervención sobre el tema “En honor de san Benito. El turismo hoy y su pastoral”, preparado para un encuentro en Nursia el próximo 20 de marzo.
El prelado explica que la “malvada práctica” del turismo sexual está “cada vez más extendida, también por la vasta y fácil difusión que permite la red, nueva vía para evitar la censura social y las sanciones legales”.
Un elemento determinante de este fenómeno es “la pobreza, seguida de la carencia de educación y de oportunidades de trabajo”, afirma, subrayando cómo cuentan también “la falta de consideración en que se tiene a las mujeres y la falta de conciencia por su parte”.
El drama del turismo sexual, declara, se ha ampliado con el tiempo a causa de “la urbanización, e las migraciones, de la difusión de mentalidades materialistas, del deterioro de los sistemas sociales tradicionales, de la pérdida de dignidad de la sexualidad, o a causa del consumismo y la codicia”.
Se han formado así “nuevas bolsas de explotación, como los jóvenes y los niños de la calle, y las víctimas de la trata de seres humanos, personas ya duramente afectadas en su condición humana y social”.
Frente a esto, observa el prelado, es necesario “afrontar el problema a partir de nuestra fe, que nos revela la raíz del pecado que crece en el corazón del hombre, que necesita absolutamente de la gracia de Cristo para purificarse y convertirse”.
“Debemos dirigir, por tanto, una atención pastoral más determinada hacia los turistas, en los países de origen, para conocer los motivos que empujan a estos comportamientos, para hacerles comprender la gravedad del delito que cometen, para intentar convencerles, con todos los medios a nuestra disposición, para que renuncien a sus intenciones y cambien su comportamiento”.
De la misma forma, las autoridades gubernamentales “deben comprender que está en el interés mismo del país no consentir la práctica de semejante turismo, que no es ‘sostenible’ y que desacredita al país”.
La Iglesia, a través de las diócesis, las parroquias, los agentes pastorales y las asociaciones, “se prodiga a favor de cuantos subren abusos para ofrecerles asistencia jurídica, terapia y reinserción en la sociedad y también en la comunidad de los fieles en el caso de los cristianos”.
Turismo como recurso
Como recuerda Benedicto XVI en su Encíclica social Caritas in Veritate, a condición de que los aspectos económicos “se combinen con los culturales, el primero de ellos el educativo”, el fenómeno del turismo internacional “puede constituir un notable factor de desarrollo económico y de crecimiento cultural”.
La experiencia de san Benito, afirma monseñor Marchetto, se inserta bien en este contexto, dado que junto a sus discípulos fue, “en las raíces de Europa, factor de cultura, de educación, de unidad”.
Si está bien gestionado, el turismo “puede tener validez económica significativa para generar desarrollo y combatir la pobreza, sobre todo creando empleo para una población amplia y diversa, y conservando su trabajo artesanal local”.
Para que esto suceda, con todo, es necesario aplicar “principios éticos” a las actividades económicas y turísticas.
A propósito de esto, el prelado subraya tres tipologías de turismo, comenzando por el sostenible, que “mira a que el desarrollo económico de la actividad turística respete las condiciones e incluso los límites dictados por el medio ambiente que le rodea”. “¡Y qué ósmosis con el ambiente se puede constatar en los monasterios benedictinos!”, señala.
“El turismo social, a su vez, combate las discriminaciones entre las personas promoviendo la igualdad entre ellas y facilitando la participación de las frnjas más débiles de la población al ocio, a los viajes y a las vacaciones anuales retribuidas”.
“El turismo solidario, después, en signo de solidaridad (uno de los conceptos claves de la Caritas in veritate), ofrece paquetes de vacaciones destinados a proyectos de desarrollo, que mira a responsabilizar a los viajeros hacia las personas menos favorecidas, sugiriendo gestos concretos de participación fraterna en la caridad”.
Monseñor Marchetto recuerda por tanto la importancia de la Pastoral del Turismo, que expresa “el compromiso eclesial constante de hacer sentir cada vez más la presencia maternal de la Iglesia en el importante ámbito del turismo”.
Toca – además de a los Gobiernos – también a la Iglesia, “con su presencia vigilante y caritativa”, “hacer que los derechos de las personas se antepongan siempre al beneficio y que sea accesible a todos el disfrutar de los bienes de la naturaleza, de la cultura, del arte”.
Para los cristianos, además de un momento de ocio, el turismo debe ser de hecho un “tiempo de admiración y de reconocimiento de la obra de Dios, creador de todas las cosas, en la historia de la salvación”.
Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Inma Álvarez