NUEVA YORK, viernes 26 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- La Santa Sede considera que los países que han logrado rescatar dinero para salvar las instituciones financieras en la crisis económica deberían tener también recursos para ayudar a los pobres.
Lo señaló el observador permanente de la Santa Sede en las oficinas de la ONU de Nueva York, el arzobispo Celestino Migliore, este miércoles en una intervención ante de la 64ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
El discurso fue pronunciado en el 4º Diálogo de Alto Nivel sobre Financiación del Desarrollo, bajo el tema “El Consenso de Monterrey la Declaración de Doha sobre la Financiación para el Desarrollo: Estado de Aplicación y Labor Futura”.
El prelado destacó que el “impacto devastador de la reciente crisis financiera en las poblaciones más vulnerables del mundo” es “una preocupación compartida por Gobiernos y ciudadanos de todo el mundo”.
“De hecho -continuó-, la oscura sombra de esta crisis podría frustrar los esfuerzos realizados hasta ahora para ayudar a reducir la pobreza y sólo aumentar los astronómicos números de personas que viven en la extrema pobreza”.
En el lado positivo, el arzobispo señaló que la crisis ha “dado lugar a una cooperación política internacional sin precedentes, evidente en los tres sucesivos encuentros de alto nivel del G-20 en Washington, Londres y Pittsburgh durante el 2009”.
“Estos encuentros fueron capaces de lograr un acuerdo sobre medidas de emergencia para reactivar la economía mundial, incluidos los paquetes de incentivo fiscal y monetario que han evitado una catástrofe global”, afirmó.
“No obstante, la estabilización de algunas economías o la recuperación de otras no significa que la crisis haya acabado”, añadió.
“De hecho, el conjunto de la economía mundial, donde los países son muy interdependientes, nunca será capaz de funcionar sin problemas si las condiciones que generaron la crisis persisten, especialmente cuando las desigualdades fundamentales en ingresos y riqueza entre individuos y entre naciones continúan”, dijo.
Imperativo moral
Así, el representante de la Santa Sede destacó que “no podemos esperar a una recuperación definitiva y permanente de la economía global para tomar medidas”.
Explicó que “una razón significativa es que la reactivación de las economías de las poblaciones más pobres del mundo ayudará, sin duda, a garantizar una recuperación universal y sostenible”.
“Pero la razón más importante es el imperativo moral: no dejar a toda una generación, casi una quinta parte de la población mundial, en extrema pobreza”.
Destacó la “urgente necesidad de reformar, fortalecer y modernizar el conjunto del sistema de financiación para el desarrollo de los países, así como los programas de la ONU, incluyendo las agencias especializadas y las organizaciones regionales, haciéndolas más eficientes, transparentes y coordinadas, tanto en el ámbito internacional como en el local.
“En este sentido, la crisis ha sacado a la luz la urgente necesidad de proceder a la reforma del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, cuyas estructuras y procedimientos deben reflejar las realidades del mundo de hoy, y ya no las del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial”, indicó.
“La comunidad internacional, a través del Banco Mundial y relevantes agencias multilaterales, debería continuar dando prioridad a la lucha contra la pobreza”, declaró.
El arzobispo Migliore reconoció que “al final de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional fue capaz de adoptar un sistema completo que garantizaría no sólo la paz sino también que se evitara la repetición de un trastorno económico global”.
Indicó que “la actual crisis global ofrece una oportunidad parecida que requiere una aproximación integral, basada en los recursos, la transferencia de conocimientos y las instituciones”.
“Para lograrlo, todas las naciones, sin excepción, deben comprometerse en un renovado multilateralismo”, señaló.
“Al mismo tiempo, la eficacia de las medidas adoptadas para afrontar la crisis actual deberían evaluarse siempre por su habilidad para resolver el problema principal”, dijo.
Y concluyó: “No deberíamos olvidar que el mismo mundo que podría encontrar, en unas pocas semanas, trillones de dólares para rescatar a los bancos y a las instituciones financieras de inversión, todavía no ha podido encontrar un 1% de esa cantidad para las necesidades de los hambrientos, empezando con los tres billones de dólares necesarios para proporcionar comida a los escolares que tienen hambre o los cinco billones necesarios para apoyar el fondo alimentario de emergencia del Programa Mundial de Alimentos”.