Japón: Esposa e hija de un sacerdote sintoísta se bautizarán en Pascua

Inspiradas por la Madre Teresa

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ROMA, lunes 29 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- En Japón, durante la vigilia pascual, la esposa y la hija de un sacerdote sintoísta recibirán el bautismo, informó Eglises d’Asie, la agencia de las Misiones extranjeras de París.

El próximo 3 de abril, Ito Miyuki, de 38 años, y su hija, Kotone, de 5 años, serán bautizadas en la fe católica.

La celebración tendrá lugar en la iglesia de la parroquia de Yonezawa, localidad de la prefectura de Yamagata, a poco menos de 300 kilómetros al norte de Tokyo.

Miyuki y su hija se unirán así a los miles de catecúmenos que serán bautizados en todo el mundo durante la vigilia pascual.

Pero su situación tiene de particular que Miyuki es la esposa de un sacerdote sintoísta en un país donde los católicos representan apenas el 1% de la población.

“Mi casa es un templo sintoísta; mi trabajo es el de una miko”, declaró a la agencia Ucanews, explicando que ese término se refiere a la asistenta femenina del servidor principal de un templo sintoísta.

El sintoísmo está íntimamente ligado a la civilización japonesa. Todavía hoy, hay más de cien mil santuarios sintoístas en actividad en Japón, donde se reza a los kami.

Primera religión del archipiélago, considerada como un animismo, el sintoísmo continúa estando estrechamente ligado a la vida cotidiana de los japoneses.

Presenta la particularidad de no poseer un corpus doctrinal estable.

Cuando nace un niño en Japón, un sacerdote añade su nombre en el registro del santuario local y le declara Ujiko, literalmente “nombre niño”. Tras su muerte, un Ujiko se convierte en un Ujigami, es decir, un kami.

La persona puede escoger que su nombre sea añadido en otra lista cuando se traslada y así estar en dos registros.

Los nombres pueden añadirse a un registro sin contar con el consentimiento de la persona y sin tomar en consideración sus creencias.

Esto no se considera como un intento de imponer sus creencias, sino más bien como un signo de acogimiento de los kami del lugar, con la promesa de acceder al panteón de los kami después de la muerte.

A pocos días de su bautismo, Miyuki continúa tocando música sacra durante las ceremonias oficiadas por su marido. Tras su bautismo, continuará haciéndolo.

A la edad de 23 años, empezó a trabajar en el santuario sintoísta situado en la prefectura de Shimane.

Más tarde, volvió a vivir con sus padres en Yamagata, donde encontró a Haruhiko, sacerdote sintoísta de su condición, y se casaron.

Su conocimiento de la fe cristiana era entonces muy débil, pero no inexistente. Sus años de colegio se desarrollaron en un centro católico, donde quedó fascinada por el relato que le explicaron de la vida y la obra de la Madre Teresa de Calcuta.

Tres años después de su boda, durante un viaje a la India, en Calcuta, visitó a las misioneras de la caridad y fue bendecida por su fundadora, quien le regaló un rosario, que conservó desde entonces como algo precioso.

Sin embargo, la conversión de Miyuki tuvo lugar más tarde. En 2008, durante una comida, la joven empezó a escupir sangre. Los médicos le diagnosticaron un cáncer de faringe, seguramente mortal.

Sin que pudiera explicárselo, le vino a la mente la imagen de Madre Teresa y se dijo a sí misma: “¡Quiero ser bautizada antes de morir!”.

Al salir del hospital, empezó a buscar cómo recibir este sacramento, pero una persona cercana a la Iglesia le dijo que, en su situación de miko, debía reconsiderar su decisión.

A pesar de ello, ella persistió en su deseo y se puso en contacto con la parroquia de Yonezawa, donde el equipo responsable del catecumenado la acogió.

Dos meses más tarde, cuando se empezaba a hacer a la idea de su enfermedad, su cáncer desapareció.

“Mi vida ha sido salvada por Jesucristo; quiero pasar el resto de mi vida en la Iglesia”, pensó entonces, dándose cuenta que ella se había convertido en una persona “espiritualmente sedienta”.

De su experiencia de miko, Miyuki tiene la impresión de que las personas que van al santuario sintoísta por razones más terrenales que espirituales.

“Cuando [mi marido Haruhiko y yo] intentamos hablar de los dioses a los fieles, nos preguntan, incrédulos: ‘¿pero de qué habláis?’ -explica-. A pesar de ello, nosotros tenemos realmente, ambos, el deseo de conversar con ellos sobre los dioses”.

Miyuki consideró durante un tiempo la posibilidad de abandonar sus funciones de miko en el santuario, pero un cura de la parroquia y el equipo de laicos que la acompañan la disuadieron.

Respecto a su hija, Kotone, fue ella misma la que fue a ver al sacerdote para pedir ser bautizada ella también.

“Quiero conocer a Jesús -afirmó, a sus cinco años-. Amo a Jesús y amo a María”.

Actualmente, el marido de Miyuki no tiene ninguna objeción a la perspectiva próxima del bautismo de su esposa y de su hija. Incluso dice sentirse profundamente afortunado.

“Dada mi posición, yo no puedo ser bautizado”, precisa.

“La región en la que estamos instalados ve a su población envejecer y disminuir, pero, a pesar de ello, todos los habitantes continúan manteniendo sus ofrendas al santuario en las grandes fiestas sintoístas”, explica.

“Creo que debo hacer todo lo que sea posible para responder a las expectativas de los que han hecho tanto para garantizar la vida de este santuario”.

Después de la Pascua y el bautismo, la familia Ito proyecta viajar a Francia, donde, en compañía de varios sacerdotes católicos, peregrinará a Lourdes.

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ZENIT Staff

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