ROMA, domingo, 2 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- La fe, la esperanza y la caridad son virtudes que pueden existir en todo ser humano, pero que vienen directamente de Dios y todas entrañan elementos de riesgo.
Este es el mensaje fundamental de «Vuelta a las virtudes» («Ritorno alle virtù. La riscoperta di uno stile di vita»), un libro del arzobispo Gianfranco Ravasi, actual presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, que acaba de reimprimir en italiano en Oscar Mondadori.
Dividido en tres capítulos, monseñor Ravasi, uno de los más grandes biblistas e vida, analiza eficazmente estas tres virtudes teológicas con el objeto de ayudar a cada persona a comprender mejor el significado de su vida.
El momento en que la gracia entra en el corazón del hombre, escribe, «es el momento en que Dios aparece en la noche del alma». Dios, explica, no es un soberano distante e impasible; nos busca y es Él quien llama a nuestra puerta «abriendo de par en par nuestra soledad».
Pero la luz de Dios, una vez que ilumina un alma, debe encontrarse con una respuesta y con la conformidad, continúa monseñor Ravasi, y esta conformidad es la fe. Además, esta fe y este abandono en la fe es algo que tiene lugar en la oscuridad y entraña un gran riesgo. Prosigue explicando que no sabemos, por supuesto, lo que este abandono confiado nos traerá y no sabemos qué clase de ayuda recibiremos. Pero como Abraham, que dejó su país sin saber a dónde iba, nosotros simplemente necesitamos estar listos para escuchar la orden y ponernos a caminar.
Hablando sobre la virtud heroica de la esperanza, monseñor Ravasi hace referencia a las palabras de Georges Bernanos, el escritor francés del siglo XX, que escribió: «La forma más eminente de esperanza es el triunfo sobre la desesperación; esperar es correr el riesgo. Es, de hecho, el riesgo de los riesgos». Ravasi escribe que, contraria a la esperanza, en contra de ella «milita no sólo el pesimismo sistemático, sino también el engaño».
Giorgio Montefoschi, repasando el libro en el Corriere della Sera del 8 de marzo, estaba de acuerdo. La esperanza, escribía, no sólo sostiene y estimula a los hombres en esta vida a crear un mundo mejor, sino que también es una fuerza decisiva, animando a la humanidad a mirar más allá de su estado terrenal y de las fronteras de la muerte. La Resurrección de Cristo, continúa monseñor Ravasi en su libro, es el «sello de dicha esperanza».
Como con la fe y la esperanza, Dios se adelanta en la tercera virtud teológica del amor. Citando a San Juan Evangelista, monseñor Ravasi pone de relieve que no somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino Dios quien nos ha amado enviando a su Hijo al mundo. En ocasiones no lo reconocemos, añade, pero podemos sentir este misterio trascendente que culmina en Jesús hombre. El hombre es capaz, dice, de asumir riesgos y «responder al amor de un Dios desconocido». Sólo entonces, escribe, puede «superar el miedo y la ansiedad».
Hablando la pasada semana con monseñor Ravasi sobre el libro, dijo que lo escribió no tanto por la inmoralidad en la sociedad actual, sino porque lo que él considera un desarrollo más grave: «una amoralidad, una indiferencia al confrontar lo bueno y lo malo». Volviendo a estas virtudes, confiaba que volverían a traer la moralidad a la sociedad. Como el Papa Benedicto XVI, también ve una crisis en la falta de reconocimiento del «concepto de trascendencia»; hoy, la moralidad es vista como algo independiente en cualquier situación particular, afirmaba, incluso aunque el principio de trascendencia coincida con la mayor ley de la naturaleza.
Ávido lector, como Benedicto XVI, es capaz de citar eruditos y autores de una amplia variedad de campos. Como presidente del dicasterio vaticano, monseñor Ravasi también se cuida de encontrar un nuevo lenguaje que llegue a los no creyentes y a la sociedad laica. Este libro, publicado por primera vez en el 2005, pero reimpreso ahora, parece haber sido escrito teniendo precisamente ese objetivo.
Por Edward Pentin