TURÍN, martes 25 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Este domingo finalizó la Solemne Ostensión de la Sábana Santa del 2010.
El recorrido para la veneración de los fieles permaneció abierto desde las 13 horas, y la puerta central de la catedral se cerró a las 14 horas.
A las 16 horas, empezó la celebración eucarística de clausura, presidida por el cardenal Severino Poletto, arzobispo de Turín y custodio pontificio de la Síndone, y en la que concelebraron los obispos del Piamonte.
ZENIT ha hablado sobre los signos característicos de esta celebración de clausura y sobre la relación entre Sábana Santa y liturgia con Paolo Tomatis, director de la oficina litúrgica de la archidiócesis de Turín.
– En qué sentido se puede hablar de una relación entre Sábana Santa y liturgia?
Tomatis: La Síndone -una imagen sagrada particular que tiene los rasgos de un icono pero también de una reliquia- ha sido objeto de veneración desde su aparición.
El culto oficial nació en torno al 1.500 y se difundió en tierras de los Saboya con textos propios que recuerdan la Pasión de Cristo y con un día litúrgico de conmemoración que es el 4 de mayo.
Más interesante, más allá de la cuestión histórica, es interrogarse sobre lo que quiere decir celebrar ante la Síndone.
Se ha hablado mucho sobre un objeto cuya exposición es temporal y periódica y por eso no se insiste tanto en el vínculo entre la liturgia -que es un acto de la vida ordinaria- y la Sábana Santa que permanece custodiada, oculta en su relicario.
Ciertamente se plantea la cuestión de qué tipo de gesto hacer ante la Síndone y si a la Síndone se le puede tributar el mismo honor que se tributa a la cruz con el gesto de la adoración, no sólo de la veneración.
Como imagen, ofrecemos a la Síndone un culto de veneración, pero como lo que está representado es Cristo crucificado, adoramos a aquel que está representado en la Síndone.
De aquí nacen los gestos de la oración, del arrodillarse o de la celebración de la eucaristía ante la Síndone.
Ésta tiene alguna afinidad con el misterio de la liturgia en la medida en que es un misterio que se refiere a la cruz y la liturgia es celebración de la Pascua y de la Pasión de Cristo.
La Sábana Santa, sin embargo, es también misterio de luz, ya que no se refiere sólo a la muerte de Jesús sino al mismo tiempo a la tela abandonada por el Resucitado.
En el claroscuro de la imagen sindónica, podemos contemplar no sólo el misterio de la cruz, sino también la luz de la Pascua porque en los Evangelios tenemos noticia de la Síndone cuando el cuerpo ya no está. Ésta nos recuerda al cuerpo resucitado de Cristo.
– ¿Cuánto pesa la cuestión de la autenticidad?
Tomatis: Precisamente la liturgia, por ciertos aspectos, nos hace libres de venerar la Síndone más allá de su autenticidad.
La liturgia, de hecho, ha afinado una teología de la imagen sacra -que es la teología del icono, y de otros- que no necesita la autenticidad histórica, sino la verdad teológica.
Cuando llevamos en procesión una estatua con las reliquias de un santo, no es tan decisivo que las reliquias sean auténticas: el culto permanece intacto en su verdad, que pasa del signo a aquel que es significado por el signo y en el signo.
En este sentido, la liturgia trata la Sábana Santa como un icono y como una reliquia.
De hecho, el texto del himno que se ha compuesto para esta ostensión, de Anna Maria Galliano, habla de la Síndone como “noble icono” y como “mística huella” donde la alusión que es típica del signo -es decir el retorno simbólico del icono y de la huella misteriosa- hace posible, accesible y también verdadero el culto, más allá de la autenticidad histórica.
La verdad teológica no necesita la autenticidad histórica.
Los ortodoxos tienen una visión todavía más fuerte gracias a una teología que distingue menos el tema de la autenticidad histórica y de la verdad teológica, pero habla de la verdad tout court.
La Sábana Santa, al mundo litúrgico ortodoxo, le resulta mucho más familiar que a nosotros porque, por ejemplo, el corporal -es decir, el paño donde se pone el sacramento del cuerpo del Señor- lleva diseñado precisamente una Síndone.
La escena del descendimiento del cuerpo del Señor sobre el corporal explica una referencia simbólica entre el paño que recibe la ostia consagrada -el cuerpo del Señor- y la tela que acogió el cuerpo del Señor.
En este sentido, la Síndone pertenece al ordinario de la liturgia del mundo ortodoxo y por eso los fieles son muy aficionados a ella.
– ¿Hubo signos particulares en la celebración eucarística de clausura de la Ostensión?
Tomatis: Dos signos particulares: durante el acto penitencial, la asamblea se dirigió a la Síndone.
Además, en el momento del ofertorio -entre la ofrenda de las intenciones contenidas en la oración de los fieles y el ofrecimiento de los dones eucarísticos- se llevó al altar un cesto con las intercesiones, las fotografías y la oración dejadas durante la ostensión por los peregrinos de todo el mundo.
En la liturgia eucarística, el desafío es tomar en el signo mismo de la Eucaristía el sacramento del cuerpo entregado representado en la Sábana Santa.
Hemos trabajado mucho junto a un grupo de arquitectos de Turín y de diseñadores de Vicenza para elaborar un cáliz y una patena para esta ostensión, usado en todas las celebraciones eucarísticas.
El diseño del cáliz sugiere de manera evocadora la tela que envolvió el cuerpo del Señor, así como el cáliz mismo envuelve el sacramento de la sangre de Jesús.
Una fina lámina de plata envuelve el cáliz y deja entrever el oro que hay debajo, así como estamos invitados a ver a través del claroscuro de la cruz de Cristo el oro de la Resurrección.
Hemos buscado trabajar sobre grandes símbolos de la liturgia más que sobre signos añadidos, convencidos de que la liturgia nos habla de la Sábana Santa.
– Durante el vía crucis del periodo de la ostensión se ha buscado, en particular, un diálogo con los lenguajes del arte contemporáneo…
Tomatis: Cada viernes ha habido un vía crucis que iba desde la Placita real hasta el atrio de la catedral y después dentro de la iglesia, que tenía como hilo rojo y símbolo el lienzo que es imagen de Jesús y también del sepulcro vacío.
Al principio se trata de un lienzo que seca las lágrimas de la Pasión de Jesús, un lienzo de la consolación, evocado a través de las representaciones abstractas realizadas por una compañía de danza.
Porque en el atrio se ha buscado activar esos lenguajes que pueden hablar a todos, creyentes y no creyentes.
La idea es que todos puedan ser arrastrados al interior de la historia de la Pasión de Jesús a través de actores profesionales actuando, de una coreografía y de elementos musicales.
El lienzo, poco a poco, se convierte en el cuerpo de Jesús en la cruz y el cuerpo de Jesús en los brazos de la Virgen, cuya desolación ha sido representada en el atrio de la catedral.
El vía crucis ha reunido, así, los lenguajes contemporáneos a las características de las representaciones populares sacras.
La conclusión es la de ir a la Sábana Santa como en una última estación -que se refiere al sepulcro vacío-, igual que Juan y Pedro que entraron pero, se dice del discípulo amado, “vio sólo las vendas y el sudario y creyó”.
También nosotros hemos entrado en la catedral al final del vía crucis para contemplar la Sábana Santa y ver y creer, con un paralelismo entre la iglesia que custodia la Síndone y el sepulcro que acogió el lienzo de Jesús.
El objetivo de hacer dialogar los lenguajes del arte contemporáneo encontró en la danza, de manera particular en la contemporánea, la capacidad de crear figuras y expresar sentimientos a través del cuerpo que se lanza, a pesar mantener la sobriedad necesaria en el espacio de la oración.
– ¿La ostensión puede desarrollar una función educativa respecto a la oración y a la liturgia?
Tomatis: Mirar la Síndone significa también dejarse mirar por el Señor, así como en el lenguaje del icono, mirarlo es dejarse mirar por Aquel que está representado.
El don de la Síndone es el acontecimiento espiritual de poder estar ante el Señor y la imagen que interpela todo nivel de fe y las distintas situaciones.
La peregrinación desde siempre es capaz de reunir a mayores, pequeños, turistas, vecinos, personas de lugares lejanos, creyentes, no creyentes; es verdaderamente católica en el sentido de la universalidad.
Sin embargo, creo que puede haber también otro objetivo: recuperar la importancia de la oración ante la imagen.
Así como estamos marcados por la imagen en movimiento, la fe puede reencontrar en su ADN la imagen como algo connatural a la oración.
La imagen no es indispensable -podemos celebrar una misa en un espacio vacío porque la única imagen necesaria es la del hombre que es imagen de Dios-, pero es connatural, en la medida en que el Hijo de Dios es imagen del Padre.
Y, como decía el patriarca Atenágoras, el cristianismo es la religión de los rostros, por tanto, busca el rostro, busca la imagen.
Hoy es necesario un cambio de imaginario en el espacio litúrgico, en el imaginario de la fe: necesitamos imágenes significativas que no sólo sean devocionales, didácticas, sino epifánicas, que nos muestren a Aquel que se ha mostrado a nosotros.
[Por Chiara Santomiero, traducción del italiano por Patricia Navas]