Transgénicos, entre técnica y bien común

Entrevista a Piero Morandini, profesor de Biotecnologías vegetales y Fisiología vegetal

Share this Entry

Por Antonio Gaspari

ROMA, lunes 6 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ha suscitado un enorme interés y un debate encendido el documento firmado por 40 científicos autorizados que habín participado en un congreso de la Academia Pontificia de las Ciencias (PAS) sobre el tema: “Las plantas transgénicas para la seguridad alimentaria en el contexto del desarrollo”.

Los medios de comunicación se preocuparon en saber si el documento, que firmaban también algunos conocidos miembros de la Academia, reflejaba o no la postura oficial de la Iglesia católica en el tema.

Menos atención se dio al contenido del documento en cuetión, que presenta puntos de vista originales no solo en el sector científico, sino también en el económico-comercial y ético-social, sobre todo en los sectores de la justicia y en los de la defensa del bien común.

Para saber más, ZENIT entrevistó a Piero Morandini, investigador y profesor de Biotecnologías vegetales y Fisiología vegetal ante la Università degli Studi de Milán, además de uno de los dos italianos que participaron en el congreso de la PAS y en la redacción del documento.

-¿Cuáles son los contenidos más importantes del documento publicado al témino del congreso organizado por la Academia Pontificia de las Ciencias?

Morandini: Debo aclarar ante todo que no es un documento de la PAS, sino de un grupo de trabajo convocado por esta para una Semana de Estudio. Es oportuno también añadirque estaban presentes el presidente, el canciller, el cardenal Georges Cottier y varios miembros de la PAS, en particular los que tienen más autoridad en el sector de la biología, es decir, el profesor Werner Arber, uno de los padres de la ingeniería genética y premio Nobel en cuanto co-descubridos de los enzimas de restricción, el profesor Peter Raven, botánico de fama mundial, el profesor Ingo Potrykus, inventor del Golden Rice y organizador de la semana de estudio, el profesor Rafael Vicuña, biólogo molecular chileno y la profesora Nicole M. Le Douarin, bióloga del desarrollo. Todos son científicos de gran fama, cuya estatura no puede ser puesta en duda por nadie.

Por tanto, es justa y debida la precisión de que el documento firmado (http://www.zenit.org/article-37476?l=spanish) no puede considerarse “una postura oficial de la Santa Sede o del magisterio de la Iglesia sobre este argumento”, como aclaró el padre Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede. Al mismo tiempo, si los miembros de la PAS que son expertos en el sector de la Biología han firmado el documento, esto también quiere decir algo. Los demás miembros de la PAS (físici, matemáticos…) tienen claramente poca autoridad en este sector específico, y por tanto resulta difícil comprender cómo podrían añadir o quitar autoridad al documento, mientras que entre los expertos externos encontramos a gente como Marc van Montagu, uno de los padres de toda la biotecnología vegetal. Además, todo se llevó a cabo en el Vaticano, en la sede de la PAS y a través de la organización de la PAS, no por casualidad, sino también para señalar la atención que el Vaticano y la PAS tienen sobre este tema. Por último y más importante, la PAS había ya sacado un documento propio publicado en 2001 (que entre otras cosas, es claramente retomado en el documento que acaba de publicarse) que era ya muy claro y que está siempre disponible (http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdscien/documents/newpdf/es23.pdf) en el sitio oficial del Vaticano.

Hecha esta necesaria premisa, los tres mensajes principales pueden resumirse así: Primero, esta tecnología, después de 15 años de uso en el mundo real sobre centenares y centenares de millones de hectáreas, ya ha demostrado amplios beneficios, también en los países en vías de desarrollo. Segundo: los riesgos derivados de la modificación genética por transgénesis son los mismos que los que presentan las plantas convencionales, donde en cambio las modificaciones son casuales, , es por tanto insensato someter los productos de la transgénesis a una normativa tan costosa y estricta que hace imposible la aprobación para el cultivo a las universidades y a los centros de investigación públicos. Esta normativa de hecho ha acabado con la posibilidad de que la investigación pública pueda contribuir a resolver los problemas de los países en vías de desarrollo. Estos problemas son principalmente los bajos rendimientos (debidos a enfermedades, plantas parásitas, daños de insectos, sequía, inundaciones, malezas…), pero también carencias nutricionales y alimentos contaminados por toxinas.

En resumen, es la normativa hiperprecavida (pero no científica) y costosa la que impide la explotación de esta tecnología en beneficio de los pobres. Todos los demás obstáculos, es decir, patentes, adaptación a las condiciones locales, falta de fondos para la investigación, etc. son poco relevantes en la práctica.

-¿Cuáles son las novedades de este documento?

Morandini: La claridad en algunos puntos y la visión global. La claridad en decir a quién se opone, quizás por las más sacrosantas indignaciones de este mundo que surgen ante los casos de explotación indigna que se comprueban en ciertos países, que no consideran la gran mole de evidencias científicas y de experiencias en el mundo real, ya que se corre el riesgo de eliminar esta tecnología y de tener el máximo efecto negativo precisamente sobre los pobres, en nombre de los cuales los que se oponen a estas técnicas parecen querer hablar. No podemos seguir debatiendo sobre riesgos hipotéticos e imaginarios cuando estas cosas han sido objeto de estudio y de miles de publicaciones. Es necesario dar un paso adelante, partiendo de cuanto está establecido e intentando resolver problemas. Claridad también porque se reconoce que la ciencia y la empresa tienen la obligación moral de hacer a esta teconología accesible a los menos afortunados. Aunque se reconoce que esto ya se ha hecho en algunos casos, está claro que es posible y se debe hacer más.

Visión global porque se reconoce que con todo los transgénicos (OGM) no son “la” solución a los enormes, numerosos y diversos problemas que afligen a las poblaciones que viven para y de la agricultura en nuestro planeta, y que son cerca de la mitad de la población mundial. De hecho la falta de infraestructuras, de estabilidad política, de educación agrícola… son cuestiones irrenunciables. Sin todas estas cosas, pretender que los OGM sean una varita mágica que puede resolverlo todo, es erróneo y pretextuoso. Pero es evidente que estos mismos problemas se aplican a cualquier tipo de agricultura que no sea la típica de subsistencia, practicada desde hace siglos en muchos países y a menudo asociada a enfermedades y carestías. Estos problemas no son por tanto peculiares de los OGM o una consecuencia de su uso, mientras que, al contrario, algunos de los problemas podrían mitigarse a través de los OGM. Por ejemplo, utilizando plantas que se autoprotegen de los parásitos y que por tanto no necesitan pesticidas. Lo único necesario son las semillas.

– El documento sostiene que los OGM son una gran oportunidad para los agricultores de los países en vías de desarrollo. ¿Puede explicarnos por qué?

Morandini: Son una oportunidad de muchos modos, aunque claramente no existe panacea alguna, porque cada situación debe ser afrontada por sus particularidades: el tipo de problema agrícola, las prácticas locales y también la cultura local (por ejemplo las preferencias alimentarias). Tengo aún ante mis ojos las imágenes proyectadas en la presentación del colega W. Parrott (Universidad de Georgia, EE.UU.) (http://www.ask-force.org/web/Vatican1/PAS-28-Parrott-Myths-Realities-20090518.pdf) en la que hablaba de Guatemala y de la alta incidencia de los defectos del tubo neural como la espina bífida. En ciertas zonas rurales la frecuencia de estos defectos es más de 30 veces la frecuencia que en el mundo occidental, y esto se debe en gran parte al consumo de maíz que contiene ciertas toxinas producidas por hongos que contaminan la cosecha. El maíz transgénico Bt podría reducir drásticamente estos casos porque reduce el daño de los insectos y la consiguiente contaminación por hongos sobre las mazorcas. Invito a todos a leer su informe (http://www.sciencedirect.com/science/article/B8JG4-506RN94-2/2/41a40cb121ad20dd44db6f76d34f1bd5).

Aún estoy conmovido frente a las imágenes de las plantas parásitas que destruyen las cosechas en África, imágenes presentadas por el profesor Jonathan Gressel (http://www.ask-force.org/web/Vatican1/PAS-26-Gressel-Environmental-Risk-20090518.pdf) del Weizman Institute. En muchos países africanos, y no solo en ellos, están presentes plantas parásitas que se aferran con sus raíces a las raíces de las plantas y succionan sus nutrientes. Así por ejemplo el maíz brota, empieza a crecer, pero luego de golpe se marchita y no produce nada porque es aniquilado por la planta parásita, casi como si fuese el maleficio de una bruja; de hecho, estas plantas parásitas, con flores bellísimas, se llaman witchweed, (maleza de la bruja). También aquí la biotecnología podría ayudar a prevenir la infestación muy eficazmente.

Pienso también en la yuca y en otras especies parcialmente tóxicas, o a las amenazadas por virus y parásitos. Pienso en el Golden rice y pido a todos los lectores de ZENIT, les imploro, que vean la novena diapositiva de la presentación del profesor Peter Beyer (http://www.ask-force.org/web/Vatican1/PAS-08-Beyer-Golden-Rice-Crops-20090515.pdf). El Golden rice contiene provitamina A y ha sido creado para prevenir la ceguera y la muerte en niños pobres cuya dieta está basada preferentemente en el arroz, ceguera y muerte debidas a la carencia de la vitamina. La primera versión de la planta transgénica es de 1999, pero llegará, quizás, a los campos de los agricultores pobres de algunos países asiáticos, sólo en 2012.

La imagen que me impresionó más fue una de las presentadas por el profesor Zeigler (http://www.ask-force.org/web/Vatican1/PAS-29-Zeigler-Support-Research-20090518.pdf), director del IRRI (Istituto Internazionale di Ricerca sul Riso con sede en Filipinas). En la séptima diapositiva se ve a un hombre en cuclillas que excava en un campo de arroz después de que éste hubise sido recogido. A la pregunta “¿qué está haciendo?” que Zeigler planteó a su colaborador, éste le dijo: “está excavando para alcanzar una madriguera de ratas para recuperar el arroz que han acumulado en ella”. Si un hombre debe robar a las ratas para poder comer, es obvio que hay problemas con la producción de alimentos. No entro aquí en el problema, si bien relevante, del acceso “financiero” a la comida, problema que necesitaría otro mucho espacio; lo único que quiero decir es que si conseguimos aumentar la producción in loco, esto sólo puede tener un efecto positivo sobre la posibilidad de que los productores tengan suficiente y que los precios del alimento puedan bajar.

Sobre la cuestión más general de la distribución del alimento como método para resolver el hambre en el mundo, invito a los lectores a leer un artículo mío (http://www.acton.org/pub/religion-liberty/volume-16-number-2/i-was-hungry-and-you-fed-me-ag-biotech-and-hunger). También en el caso de los rendimientos, la tecnología puede ayudar. Para el arroz, por ejemplo, el IRRI ha aislado un gen que confiere resistencia a la sumersión (y por tanto a las inundaciones que a menudo afectan a las zonas donde crece el arroz). La sola presencia de este gen puede crear la diferencia entre una cosecha abundante y ninguna cosecha.

Podría seguir con numerosos ejemplos. Invito a los lectores no sólo a mirar las presentaciones (que están todas disponibles) (http://www.ask-force.org/web/Vatican-PAS-Slides-PDF/Powerpoint-Presentations-PAS-200905.pdf) hechas durante el congreso, sino también a leer los trabajos publicados (también disponibles) (http://www.sciencedirect.com/science/issue/43660-2010-999729994-2699796) en la revista New Biotechnology, en la que la posición de cada autor es argumentada hasta el detalle.

Pido a los periodistas que entrevisten a estas personas y que se hagan explicar las potencialidades y los beneficios reales y potenciales de las biotecnologías.

– Respecto al riesgo de que las multinacionales exploten a los países pobres, el documento sostiene que el problema más grande son las oposiciones que están haciendo subir los costes de la patentación, y en particular, la pesada reglamentación. En resumen, según el documento, estamos en la paradoja que quienes se dicen críticos con las multinacionales, en realidad las están favoreciendo, penalizando en cambio la investigación biotech de los países en vías de desarrollo. ¿Puede explicarnos el contenido de este punto del documento?

Morandini: En verdad, como señalaba antes, las patentes de hecho no son obstáculo por diversos motivos (que valdría la pena analizar por separado). La reglamentación es el punto crucial, porque requiere, para la cultivación y la comercialización, una larguísima serie de exámenes, caracterizaciones moleculares, pruebas de campo y alimentación, que se convierte en insostnible para la investigación pública. Pienso por ejemplo en la semilla de algodón hecho comestible por transgénesis, al que señalo en la publicación (http://www.sciencedirect.com/science/article/B8JG4-50DYHB8-1/2/1a62001700632583af489b7a83ccc9a6). Esta planta transgénica, publicada en 2006, si se hubiese introducido y cruzado con las variedades locales, haría comestibles las semillas de algodón, poniendo a disposibión de quinientos millones de personas una dosis de 50 g de proteínas al día (10 millones de toneladas de proteínas cada año) y esto sin aumentar el cultivo, sin echar pesticidas o herbicidas, sin patente alguna. Los autores lo harían disponible gratuitamente a los países pobres, si consiguieran obtener el dinero para llegar a la comercialización. Podría poner otros muchos ejemplos.

Son por tanto los mitos de la peligrosidad medioambiental y sanitaria de los OGM, a menudo creados y propagados intencionalmente, que han contribuido a modelar la legislación vigente y que contribuyen a mantenerla, y muchos incluso piden hacerla aún más restrictiva. De esta forma han ahogado la investigación pública y han entregado la tecnología prácticamente en las manos d los grandes grupos privados. Por tanto aquellos que, por miedo de las multinacionales y de la explotación indebida, se han opuesto a los transgénicos, han contribuido de hecho a crear condiciones más favorables para esta explotación. Miren solo a Italia: la experimentación de campo está bloqueada desde hace casi diez años. ¿Quién se ha beneficiado eliminando la investigación pública italiana?
También esta sería una pregunta que indagar…

– Una cierta cultura acusa a la Iglesia católica de ser oscurantista, mientras que el documento muestra que la Iglesia es seguramente muy atenta, clarividente y abierta a las innovaciones científicas y tecnológicas. ¿Cuál es su parecer al respecto?

Morandini: Es interesante dar una vuelta por los blogs que recogen la noticia y ver cómo el mundo de los lectores dividirse en dos. Quienes se alegran de que la Iglesia, según ellos, finalmente acierta con algo, y quienes sostienen, enfadados, que la Iglesia se equivoca también en este caso, porque así favorecería a las multinacionales. Mi postura, en cuanto científico e hijo de la Iglesia, es que la actitud que impregna la cultura judeocristiana, es decir, el mandato de “custodiar y cultivar el jardín”, lleva en sí el germen de la tecnología. En una visión del mundo en la que se reconoce que la inteligencia es un don de Dios, que el mundo es inteligible y que “no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios” (Benedicto XVI en Ratisbona), el uso de la inteligencia para modificar la naturaleza es totalmente natural y aceptable y que la tecnología, que deriva de este uso, no es condenable en sí, sino sólo cuando comporta un daño a la naturaleza o al hombre.

Por tanto, la oposición no es a priori, sino sólo si hay consecuencias negativas. Aún dos citas más para subrayar la apertura de la Iglesia a la acción del hombre que indaga la naturaleza, para entenderla y para usarla de modos siempre nuevos. La primera una vez más del discurso de Ratisbona: “Se debe reconocer sin reservas lo que tiene de positivo el desarrollo moderno del espíritu: todos nos sentimos agradecidos por las maravillosas posibilidades que ha abierto al hombre y por los progresos que se han logrado en el campo humano. Por lo demás, la ética de la investigación científica, debe implicar una voluntad de obediencia a la verdad y, por tanto, debe ser expresión de una actitud que forma parte de las decisiones esenciales del espíritu cristiano”, y otro de la Caritas in veritate: “La técnica — conviene subrayarlo — es un hecho profundamente humano, vinculado a la autonomía y libertad del hombre (…) Responde a la misma vocación del trabajo humano: en la técnica, vista como una obra del propio talento, el hombre se reconoce a sí mismo y realiza su propia humanidad”. Si esto no es suficiente para convencer, no sé qué otras “armas” usar…

En conclusión, y también en relación a esta pregunta, invito a todos a leer la declaración y, especialmente, a las personas implicadas en los medios de comunicación y en la educación, también cada una de las ponencias presentadas, para poder empezar a tomar conciencia del inmenso corpus de evidencias recogidas que nos ratifican en el potencial y en los beneficios de esta tecnología. Después de ello, saquen sus conclusiones.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación

@media only screen and (max-width: 600px) { .printfriendly { display: none !important; } }