Formar a los jóvenes en ser trabajadores y constructores de paz

Mensaje del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso a los hindúes por la fiesta del Deepavali

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 8 noviembre 2011 (ZENIT.org).-«Cristianos e hindúes están llamados a un compromiso común para formar a los jóvenes en ser trabajadores de paz». Es lo que subraya el mensaje del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, firmado por su presidente, el cardenal Jean-Louis Tauran, dirigido a los hindúes en ocasión de la fiesta del Deepavali. Publicamos a continuación el texto.

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Queridos amigos hindúes,

1. El Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso se complace en presentaros saludos cordiales y felicitaciones en ocasión de la celebración de Deepavali de este año. Que la amistad y la fraternidad iluminen cada vez más a vuestras familias y comunidades.

2. En este volver de la historia humana, en la que varias fuerzas negativas, en muchas regiones del mundo, amenazan las aspiraciones legítimas a una coexistencia pacífica, nos gustaría aprovechar esta preciosa tradición para compartir con vosotros la reflexión sobre la responsabilidad de los hindúes, cristianos y demás religiones, en el hacer todo lo posible para formar a las personas, especialmente a las generaciones más jóvenes, para ser trabajadores por la paz.

3. La paz no es la simple ausencia de guerra, no es un pacto o un tratado que asegure una vida tranquila; más bien se trata de la recuperación completa e intacta de la armonía (cfr. Benedicto XVI, Ecclesia in Medio Oriente, 9) y un fruto de la caridad. Padres, profesores, ancianos, jefes políticos y responsables religiosos, trabajadores de paz, todos ellos que están comprometidos en el mundo de las comunicaciones y que tienen en el corazón la causa de la paz, están llamados a educar a las jóvenes generaciones, y están invitados a hacer crecer tal integridad.

4. Formar a los jóvenes a ser trabajadores y constructores de paz es una llamada que lleva a un compromiso colectivo y a una acción común. Para ser auténtica y duradera, la paz se debe fundamentarse en los pilares de la verdad, la justicia, el amor y la libertad (cfr. Juan XXIII, Pacem in Terris, 35) y es necesario que a cada joven se le enseñe sobre todo a actuar sinceramente y rectamente en el amor y en la libertad. Además, en la educación en la paz, las diferencias culturales se deberían considerar ciertamente como una riqueza, y no como una amenaza o un peligro.

5. La familia es la primera escuela de paz y los padres son los principales educadores en la paz. Con su ejemplo y sus enseñanzas, tienen el privilegio único de formar a los hijos en valores esenciales para una vida pacífica: confianza recíproca, respeto, comprensión, escucha, compartir, altruismo y perdón. En las escuelas, en los colegios y en las universidades, los jóvenes maduran a través de las relaciones, el estudio y la colaboración con otras personas de diferentes religiones y culturas; sus profesores y los demás responsables de su formación tienen la noble tarea de asegurar una educación que respete y celebre la innata dignidad de cada ser humano y que promueva amistad, justicia, paz y cooperación en el desarrollo humano integral. Poniendo los valores espirituales y morales al servicio de la educación, también deben prevenir en los estudiantes ideologías que puedan causar discordia y división, se convierte para ellos en un imperativo moral.

Mientras los Estados y los jefes particulares en ámbito social, político y cultural tienen en general un rol importante que desarrollar en el reforzar la educación de los jóvenes; los responsables religiosos en concreto, por su vocación de ser guías espirituales y morales, deben continuar inspirando a las jóvenes generaciones a caminar en el sendero de la paz y a convertirse en mensajeros de paz. Debido a que diferentes medios de comunicación influyen considerablemente en la forma de pensar, de sentir y de actuar de la gente, los que están comprometidos en estos campos deben contribuir al máximo en promover pensamientos, palabras y obras de paz. En verdad, los mismos jóvenes deberían reavivar los ideales que proponen a los demás con un uso responsable de la libertad y la promoción de relaciones cordiales, para crear una cultura de paz.

6. Evidentemente, esa integridad que trasmite la paz dará forma a un mundo más fraterno y a «una nueva forma de fraternidad» entre las personas, en las cuales prevalecerá «el sentido común de la grandeza de cada persona» (cfr. Benedicto XVI, Viaje Apostólico a Líbano. Encuentro con los miembros del Gobierno, de las instituciones de la República, con el Cuerpo Diplomático, los responsables religiosos y representantes del mundo de la cultura, 15 septiembre 2012).

7. Que cada uno de nosotros, siempre y en todas partes, se adhiera al imperativo moral y religioso de inspirar a los jóvenes a esforzarse en el convertirse en trabajadores por la paz.

¡Os deseo un feliz Deepavali!

Cardenal Jean-Louis Tauran, presidente

Traducido del original italiano por Rocío Lancho García

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ZENIT Staff

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