CIUDAD DEL VATICANO, 3 diciembre 2003 (ZENIT.org).- El presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional, a los gobiernos en general y a agencias y asociaciones católicas a trabajar en la prevención del Sida y a atender y acompañar a todos los enfermos de este «terrible mal».
Amor y esperanza busca transmitir el «Mensaje para la Jornada Mundial del Sida» —firmado por el cardenal Javier Lozano Barragán el lunes pasado— a los afectados por el virus y sus familiares.
Celebrada el 1 de diciembre, la jornada mundial de lucha contra el Sida fue instituida por las Naciones Unidas en 1988.
La pandemia, en palabras del purpurado, aumenta de «modo espantoso»: a finales del 2002, 42 millones de personas vivían con el VIH/SIDA, y sólo ese año murieron 3,1 millones de afectados y se produjeron 5 millones de nuevos contagios, según datos de «UNAIDS» –Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA–.
Las causas de la enfermedad, indica el cardenal Lozano Barragán, son el «pansexualismo y la toxicomanía», mientras que los condicionamientos son «la pobreza, la urbanización, la desocupación, la movilidad, las migraciones y los medios de comunicación».
Ante la dimensión del fenómeno, el purpurado pide a la comunidad internacional, a los gobiernos en general y a la Iglesia en particular «promover campañas de sensibilización y de educación» basadas en «auténticos valores humanos y espirituales capaces de fundar una educación y una prevención pertinentes en favor de la vida y del amor responsable».
Advirtiendo de la importancia de huir de campañas fundadas «en políticas que alimentan modelos de vida y comportamientos inmorales y hedonistas que favorecen la difusión del mal», el cardenal Lozano Barragán constata que «la virtud de la castidad demuestra ser la más importante para prevenir eficazmente contra el VIH/SIDA».
El purpurado también centra la atención en la necesidad de ocuparse de los «niños huérfanos, cuyo número aumenta con la propagación de la pandemia».
De hecho, las estimaciones de UNICEF-ONUSIDA sitúan en 25 millones el número de niños huérfanos en el año 2010 a causa de la enfermedad.
La lucha contra el Sida reclama igualmente «facilitar a los enfermos el acceso a los fármacos genéricos contra las enfermedades oportunistas y en lo posible a los antirretrovirales con el fin de detener la escandalosa mortalidad que grita venganza a Dios en los países pobres», advierte el cardenal Lozano Barragán.
Igualmente, exhorta a «evitar toda forma de exclusión, de discriminación y de estigmatización ante las personas seropositivas o de los enfermos de Sida» y pide el acompañamiento espiritual y pastoral a los enfermos y sus familias.
Desde la aparición de la enfermedad, y respondiendo al llamamiento de Juan Pablo II, la Iglesia ha desarrollado «actividades e iniciativas incisivas y capilares con el fin de limitar el fenómeno» en los cinco continentes, reconoce el purpurado.
Dichas acciones se han orientado a recordar a la comunidad eclesial y a la sociedad «la importancia de respetar los valores morales y religiosos de la sexualidad y del matrimonio» (fidelidad, castidad y abstinencia) y a ofrecer concretamente a los enfermos «una digna asistencia humana, social, médico-sanitaria y espiritual».
En relación con el Sida, el pensamiento de Juan Pablo II se dirige «a las autoridades civiles, que deben proporcionar a las poblaciones una información correcta y una ayuda a los pobres» y a los hombres de ciencia, llamados a «reforzar su solidaridad hacia los enfermos» y ha hacer todo lo posible «para que adelante la investigación biomédica sobre el VIH/SIDA», subraya en su mensaje el cardenal Lozano Barragán.