El Papa recuerda México su vocación misionera en el día de Guadalupe

Más de 4.800.000 peregrinos en el santuario en el día de la fiesta

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CIUDAD DE MÉXICO, 14 de diciembre de 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II se unió este viernes a las celebraciones por la fiesta de Guadalupe enviando un mensaje que resonó en el Santuario encargado por la Virgen, según la narración histórica, a san Juan Diego Cuauhtlatoatzin.

En el telegrama, el Papa se unió «espiritualmente» a los peregrinos «presentando a la intercesión materna de la Virgen María los gozos y esperanzas, las alegrías y tristezas de todos los fieles americanos».

Junto a numerosos obispos del continente americano y de Europa –en particular de España y Francia–; participó en la concelebración eucarística el nuevo purpurado mexicano, el cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.

El cardenal, junto al arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, dieron la bienvenida a los peregrinos de todos los rincones del país, que a pie, en bicicletas, motocicletas, camiones, autos y por cualquier otro medio, ofrecieron flores, sobre todo rosas, para dar gracias y pedir favores a la Patrona de América.

Con su presencia, el cardenal Lozano Barragán quiso agradecer los favores recibidos de Dios en su vida por intercesión de la Virgen María: en el anterior Santuario de Guadalupe había recibido la primer comunión. Recibió la ordenación episcopal de manos del Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, arzobispo de México en aquel entonces, en este mismo Santuario.

Antes de comenzar la nueva misión que le ha encomendado en Roma el Papa, como presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, también quiso visitar en este día a la Virgen y participar en la concelebración eucarística el arzobispo mexicano Luis Robles, hasta ahora nuncio apostólico en Cuba.

El arzobispo Giuseppe Bertello, nuncio apostólico en México, leyó el mensaje del Papa, dirigido al cardenal Lozano Barragán, en el que animaba a los presentes «a proseguir con renovado entusiasmo, fielmente unidos a los pastores, en las tareas de la nueva evangelización anunciando a Cristo, proclamando su mensaje de salvación y acercándose a las fuentes de la gracia a través de la vida sacramental y caritativa de la Iglesia».

La ceremonia se desarrolló de modo solemne y vistoso, intercalando los gestos litúrgicos con las manifestaciones de adoración y de respeto propias de los pueblos indígenas del altiplano mexicano: tambores, danzas, indígenas ataviados con ropajes y tocados de plumas multicolores.

En el santuario se volvió a respirar el mismo ambiente que caracterizó la canonización de Juan Diego por parte de Juan Pablo II el 31 de julio de 2002.

Según la agencia Notimex, al menos cuatro millones 800 mil peregrinos se dieron cita en el santuario para rendir tributo a la Virgen del Tepeyac en el día de su fiesta.

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ZENIT Staff

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