LECCE, 4 febrero 2001 (ZENIT.org).- Anna, una joven moldava de 28 años, con un niño de ocho años que la espera en su país, se ha decidido a denunciar a la opinión pública lo que ha sufrido como «esclava sexual» de fuerzas de la OTAN en Macedonia.
Acogida en el centro «Regina Pacis» de la diócesis italiana de Lecce, cuenta su odisea que ha durado casi un año. «Por cien dólares, podían hacer de mí lo que quisieran. Llegaban borrachos a cualquier hora, pagaban y hacían de todo. Quise pedir ayuda a uno de los muchos soldados que me han llevado a la cama pero ellos pagaban, sólo querían una cosa, y no escuchaban».
Es la historia de miles de jóvenes de los países del Este, denunciada ya por numerosas asociaciones. Pero es de las pocas veces que una de ellas se decide a contar los abusos sufridos. Anna apunta directamente contra las fuerzas de la OTAN presentes en los Balcanes y, concretamente a la KFOR, acuartelada en Macedonia.
Según la joven, los soldados de la KFOR se habrían aprovechado durante diez meses de su condición de «esclava» del sexo.
Su pesadilla comienza en un pueblecito entre Moldavia y Rumanía. Algunos hombres de su país se ponen en contacto con ella y le ofrecen un trabajo en Italia como camarera. Luego, es vendida sucesivamente en el mercado del sexo y pasa sucesivamente a ser propiedad de rumanos, kosovares, macedonios, hasta que llega a Truka, pequeña ciudad donde tiene su cuartel la KFOR.
Los soldados que pagaron por abusar de ella sexualmente, informan desde el centro «Regina Pacis», eran «franceses, ingleses, italianos y alemanes».
Más tarde, la joven volvió a ser vendida y esta fue su salvación porque, desde Valona, llegó a Italia. Su destino final debían ser las calles de las ciudades del Reino Unido. Pero Anna ha denunciado al proxeneta que la había comprado, al mismo tiempo que eran acogida en el centro de la diócesis de Lecce «Regina Pacis».
Ahora la joven quiere rehacer su vida y reencontrarse con su hijo que la espera en Moldavia. El padre Cesare Lodeserto, responsable del centro «Regina Pacis», viajará a Ungheni, en Moldavia, con este motivo. Le acompañará la presidenta de la comisión del Consejo de Europa sobre la violencia contra las mujeres, Elisa Pozza Tasca.
Lodeserto explica que el caso de Anna no es un hecho aislado. Se trata de la punta del iceberg del tráfico de personas, en su mayoría víctimas de mafias internacionales, engañadas con falsas promesas: un trabajo en el «paraíso» occidental, y acaban sometidas a prostitución.
El padre Lodeserto recuerda tantas historias como la de Anna y no tiene dudas respecto a las declaraciones de la joven moldava; «En Truka, en Macedonia, puede haber al menos ochenta jóvenes escondidas y controladas por organizaciones de maleantes que las explotan, poniéndolas a disposición de los militares de la Fuerza multinacional de paz».
De hecho, explica el sacerdote, en Truka existen mujeres moldavas, ucranianas, rumanas, y albanesas, en una situación como la de Anna, quien en concreto ha informado sobre el caso de una joven de su país que ha quedado allí secuestrada y pide que se actúe rápidamente.
El sacerdote añade que, viendo en el mapa la zona de donde procede Anna, cercana la frontera con Rumanía, «no es absurdo pensar en una auténtica «ruta comercial» de estos traficantes. Una ruta en la que existen mujeres susceptibles de ser engañadas y sometidas a esclavitud para venderlas en Europa».