MADRID, domingo 11 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el santo del día por nuestra colaboradora Isabel Orellana Vilches. Esta vez es la beata italiana Vicenta María, oriunda de Verona, fundadora de las Hermanas de la Misericordia.
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Nació en Verona (Italia) el 26 de enero de 1802. Creció en medio del infortunio alentada por la robusta fe de sus padres. Inteligente y capaz, sensible ante las adversidades, supo ser motivo de descanso para su generosa familia cuando de doce hijos habidos en el seno de su hogar, fueron muriendo uno tras otro sobreviviendo tres, y sostuvo los negocios familiares con gran talento y agudeza.
De su padre, integrado en una asociación benéfica, aprendió la riqueza que esconde el desprendimiento acogiéndolo para sí. Su discreción y espíritu de servicio fueron apreciados tanto en el comercio que regentaba como en el asilo de Verona donde realizaba labores de voluntariado con los ancianos. Conocía en carne propia el zarpazo del sufrimiento, su valor purificativo, el cúmulo de enseñanzas que conlleva humanas y espirituales, y había adquirido el sentimiento de solidaridad universal que aglutina a quienes han pasado por él. Sus entrañas de misericordia serían manifiestas de forma singular en la obra que le aguardaba y de la que sería artífice.
Fue Carlos Steeb, su director espiritual, quien se percató de la grandeza humana y espiritual de la joven que tenía en la oración uno de los pilares de su vida, y entrevió la misión a la que estaba destinada. Atento a los signos, como es propio de los grandes apóstoles, la alentaba a seguir el sendero de la perfección a la espera de que se manifestase la voluntad divina sobre ella. Durante la epidemia de cólera fue evidente que la acción de la futura fundadora no era un acto solidario, sino que iba acompañada de un cariz de ternura con los damnificados en el que latía el amor divino.
Carlos Steeb que conocía su valía y era sabedor de las virtudes que le adornaban, le propuso fundar el Instituto de Hermanas de la Misericordia, que ella emprendió humildemente en 1840, sintiendo el peso de su indigencia y confiada en la gracia de Dios: «… El Señor se sirve, a veces, de los instrumentos más débiles para llevar a cabo sus designios: que se cumpla su voluntad», hizo notar. Volcada durante quince años en niños, ancianos y enfermos, desahuciados y abandonados, culminó su vida, tras un cáncer de mama que no superó, el 11 de noviembre de 1855.
El beato P. Steeb no dejó abandonadas a las religiosas sino que sostuvo la obra hasta su muerte. Vicenza fue beatificada el 21 de septiembre de 2008.