ROMA, viernes 22 junio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto del Mensaje final del III Forum Católico-Ortodoxo que se celebró en Lisboa del 5 al 8 de junio, con el tema “La crisis económica y la pobreza. Desafíos para la Europa de hoy”.
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Mensaje aprobado por los participantes en el IIIFórum Católico-Ortodoxo
1. El III Fórum Católico-Ortodoxo se ha celebrado en Lisboa, Portugal, del 5 al 8 de junio de 2012, sobre el tema “La crisis económica y la pobreza. Desafíos para la Europa de hoy”. El Fórum ha sido acogido por Su Eminencia el cardenal patriarca de Lisboa José da Cruz Policarpo. Los trabajos han sido copresididos por el cardenal Peter Erdö, presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y el metropolita Gennadios de Sassima, del Patriarcado Ecuménico. Después de la experiencia positiva de los dos primeros Fórums Católico-Ortodoxos (Trento, Italia, 11-14 de diciembre de 2008 y Rodas, Grecia, 18-22 de octubre de 2010), los delegados de las Conferencias Episcopales Católicas de Europa y de las Iglesias Ortodoxas en Europa han debatido a la luz de la fe cristiana la cuestión de la crisis económica y de sus repercusiones en Europa.
Al finalizar este encuentro deseamos ofrecer nuestras reflexiones a los cristianos de nuestras Iglesias y a toda persona que comparta nuestras preocupaciones.
2. Europa atraviesa hoy una crisis muy grave. Muchos europeos sufren directamente las consecuencias de esta crisis, especialmente el paro y la ausencia de perspectivas y de esperanza. Los europeos están preocupados en lo que se refiere a su futuro.
Nuestras Iglesias acogen y permanecen atentas a estos sufrimientos y preocupaciones. Ellas desean dirigir a sus fieles y a todos los europeos un mensaje de confianza y de esperanza. Debemos seguir confiando en la providencia divina y en nuestra capacidad de corregir los errores del pasado, y debemos también trazar las líneas de un futuro de justicia y de paz.
3. A lo largo de su historia, Europa más de una vez ha enderezado el curso de su destino sobre la base del pensamiento y de la moral cristianos, presentes en la Biblia, la tradición patrística y monástica y en la doctrina social de la Iglesia, lo que constituye un tesoro que comparten todos sus pueblos.</p>
4. El mensaje de las Iglesias concierne al lugar y al papel de la persona humana en la creación, en la sociedad y, en especial, en la vida económica.
Las Iglesias cristianas enseñan que el hombre encuentra su plenitud en Dios su creador y salvador. Nada en este mundo puede satisfacer plenamente sus anhelos. Al utilizar los bienes de este mundo está llamado a descubrir el lazo que lo une, en comunión con el creador, a los demás hombres.
5. A causa de los efectos del proceso de secularización, muchos europeos se han distanciado de su relación constitutiva con Dios y han buscado un sentido para su vida tan solo dentro del horizonte mundano. Las ideologías materialistas y hedonistas les han propuesto unas visiones reductivas haciéndoles creer que la felicidad se podía conseguir a través de la acumulación de bienes, que la libertad consistía en la satisfacción de todos los deseos, y que la vida en sociedad podía resultar de la conjugación de todos los intereses privados.
6. Las Iglesias reconocen que la crisis que atravesamos no es solamente una crisis económica, es también una crisis moral y cultural, y más profundamente, una crisis antropológica y espiritual.
Si hemos llegado hasta aquí es porque las finanzas se han separado de la economía real y porque la economía se ha separado del control de la voluntad política, la cual se ha separado a su vez de la ética. Teniendo en cuenta nuestra experiencia de la presencia de Cristo vivo en la Iglesia, nosotros creemos que a través del retorno a Cristo, en la disponibilidad al Espíritu y a la fe cristiana, los hombres de hoy encontrarán una respuesta a sus aspiraciones más profundas.
7. La sociedad debe ser organizada de tal modo que esté siempre al servicio del hombre y no al revés. El hombre es un ser social por naturaleza que se realiza en primer lugar en la familia. Rechazamos el individualismo que aísla a las personas, unas en relación con otras. Cada persona es un fin en sí misma, abierta al amor infinito de Dios, y nunca debe ser tratada como un objeto manipulable sujeta a los intereses de los más poderosos. Por su parte, los cristianos están dispuestos a colaborar con todos los hombres de buena voluntad de cara a una sociedad más justa y más humana.
8. Si los europeos quieren salir de la crisis –en solidaridad con el resto de la humanidad- deben comprender que es necesario cambiar el estilo de vida. Para el creyente se trata de renovar una relación personal con el Dios trinitario que es comunión de amor, relación que va más allá de una simple doctrina o de un planteamiento ético. La crisis puede ser ocasión de una toma de conciencia saludable. Los europeos deben dar sentido a la actividad económica partiendo de una visión integral y no parcial de la persona humana y de su dignidad. Poniendo a la persona en su justo lugar, subordinando la economía a objetivos de desarrollo integral y de solidaridad, abriendo la cultura a la búsqueda de la verdad, dando su puesto a la sociedad civil y a la ingeniosidad de los ciudadanos que trabajan por el bienestar de sus contemporáneos, crearán las condiciones para que surja un nuevo tipo de relación con el dinero, la producción y el consumo. Es también lo que nos recuerda la tradición ascética cristiana del ayuno y el compartir. Las Iglesias hacen un llamamiento a los cristianos para que coordinen su servicio diaconal a nivel local y global con vistas a ayudar a las personas en situación de precariedad y a contribuir al desarrollo de una sociedad más equitativa.
9. En este cambio necesario, una de las prioridades debe ser el trabajo. Es conveniente privilegiar las actividades que generan empleo. Cada persona debe poder vivir dignamente y desarrollarse gracias a su trabajo, y poder hacerse solidario con los demás. Todas las formas de corrupción y explotación han de ser eliminadas.
10. El mercado no debe ser una fuerza anónima y ciega. Es el lugar en el que se intercambian bienes y servicios útiles para el desarrollo material, social y espiritual de las personas. El mercado pide ser regulado en función del desarrollo integral de la persona.
11. Ya no es posible seguir derrochando los recursos de la creación, contaminando el medio ambiente en el que vivimos, como lo hacemos ahora. La vocación del hombre es la de ser guardián de la creación no su depredador. Tenemos que hacernos conscientes hoy de la deuda que tenemos con las generaciones futuras a las que no podemos entregar un medio ambiente degradado e inhabitable. En nuestro mundo globalizado la mano que rige la vida de los pueblos no debe ser la mano invisible del egoísmo individual y colectivo, sino una política de control y de transparencia de las decisiones de los actores sociales y de los Estados.
12. Deseamos dirigir una palabra de aliento a los Gobiernos nacionales y a los responsables de las instituciones europeas en sus esfuerzos por encontrar una vía justa y equitativa para salir de la crisis económica y financiera, con una atención especial para los países con más dificultades.
13. Nos dirigimos sobre todo al único agente de cambio capaz de hacer evolucionar nuestras sociedades hacia un nuevo estilo de vida: el ciudadano de nuestros países europeos. Si él entiende la necesidad vital de un cambio en relación a sus hábitos de consumo, sus representantes en las instancias parlamentarias lo seguirán, la industria se adaptará a estas nuevas opciones, la educación enseñará un nuevo modelo de ciudadanía, más sobrio y más solidario con los pobres. En fin, el hombre europeo encontrará la alegría de reavivar sus raíces cristiana
s y de cultivar la dimensión espiritual de su ser, la única capaz de satisfacer la búsqueda de felicidad y de sentido.