SANTIAGO, domingo 7 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Ha sido un domingo de duelo, solidaridad y conversión en Chile, tres dimensiones recogidas por la eucaristía que presidió el cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo de Santiago, ante una catedral metropolitana repleta de fieles, por el eterno descanso de los fallecidos en el terremoto del 27 de febrero y por los miles de damnificados.
«Queremos encomendar a la misericordia del Señor de una manera muy especial a todas las personas que han fallecido en esta gran desgracia que azotó a nuestra patria –aseguró el arzobispo de la capital chilena–. Queremos agradecerle también a Él, porque habiendo demostrado Jesucristo la cercanía con nosotros, la solidaridad con nuestro camino, son tantas las personas en nuestra patria que han sido sumamente solidarias, queremos agradecer por todas ellas».
Al momento del Evangelio fue llevado al altar el Evangelio de Chile, obra ya concluida en la que participaron más de 8 mil chilenos que escribieron de su puño y letra el Evangelio, como un regalo al país en su Bicentenario. En la catedral estaba presente el ideador de esta iniciativa, el padre Joaquín Alliende, presidente de Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Hora de duelo
En la homilía [disponible en audio en este enlace], el cardenal Errázuriz afirmó que «recorre nuestra patria un duelo nacional. Era necesario decretarlo. A causa de la furia del reciente terremoto y del consiguiente tsunami, muchas familias y numerosas poblaciones sufrieron la pérdida de personas entrañablemente queridas. Queremos compartir con ellas su llanto y profundo dolor». Agregó que «el duelo es de todos; es el sufrimiento de esa gran familia que somos. Es realmente un duelo nacional».
Hora de solidaridad
Luego, el arzobispo de Santiago destacó las diversas jornadas de solidaridad que surgieron en todo el país y fuera de él para ir en ayuda de los damnificados y la labor de los medios de comunicación, especialmente la improvisada Teletón, que ha recogido entre el viernes y el sábado $30.212.775.555, duplicando la meta que se había propuesto.
«Nos ha emocionado la caravana de camiones que han partido a las zonas más devastadas. Y, al final, un abrazo de todos, encabezados por la presidenta Bachelet y el presidente electo que, sosteniendo ambos la bandera nacional, nos hicieron ver y sentir que ante la tragedia, Chile se une y solidariza, olvidando todas las diferencias y las luchas. ¡Bendito sea Dios!».
También resaltó el espíritu solidario del gobierno y todos sus medios; de las Fuerzas Armadas y de Orden; Bomberos y otras instituciones; los jóvenes voluntarios; las empresas y sus empleados; los municipios, universidades y colegios; la Vega Central y las Juntas de Vecinos. «A todos ellos va nuestra gratitud, como también a las comunidades parroquiales y seguramente de otras confesiones que han tomado valiosas iniciativas». También agradeció al Santo Padre «que reza por nosotros, nos alienta y nos bendice», al igual que a la Iglesia internacional.
Hora de conversión
Al referirse al Evangelio de este domingo tercero de Cuaresma, dijo que en estos momentos «surgen preguntas desde el corazón de mucha gente. Son las preguntas que providencialmente nos trae el Evangelio de hoy: ‘¿Quién peca para que esto sucediera?’. Y la respuesta de Jesús no se deja esperar: esto no sucede por el pecado de las víctimas. Hay acontecimientos dolorosos que se deben a la decisión de quienes se erigen como señores de la sangre, Herodes en su tiempo, o bien, a tragedias imprevistas, como la torre de Siloé que cayó sobre los obreros que la construían».
Y agregó: «Dios no es un Dios de muertos. Él es un Dios de vivos. Y por eso, así como en los versículos anteriores, Jesús nos pide aprender a leer ‘los signos de los tiempos’, ahora nos invita a leer los signos de estas tragedias para sentir desde el fondo del corazón la única llamada importante: conviértanse y vivirán. Es decir, vuelvan sus corazones a Dios, que es la fuente de la vida, del amor y la paz y vuelvan sus corazones a sus hermanos, cuyo rostro nos habla de Cristo».
Al referirse a la entronización del Evangelio de Chile, el cardenal señaló que «con esto queremos expresar la decisión de hombres y mujeres de fe que piden la gracia del Espíritu Santo para construir sus vidas sobre el fundamento sólido de la Palabra de Dios».
Jesucristo, Roca viva
Durante la misa, los Huasos de Algarrobal interpretaron el canto «Roca viva», escrito por el Padre Joaquín Alliende y al cual ellos pusieron la música. El estribillo del tema expresa: «Mi Chile, tierra dolida, con tu geografía loca, nos estremeces la vida. Sabes tú ¿cuál es la roca? ¡Cristo Jesús, Roca viva, la esperanza de la Patria mía».
La vida no se acaba, se transforma
Terminada la misa, el cardenal presidió un responso por todos los fallecidos durante el terremoto. Luego, en declaraciones a la prensa, se dirigió a quienes perdieron familiares y seres queridos en el terremoto y les dijo: «Recuerden con cariño a las personas que partieron. Fueron un regalo de Dios para ustedes. Sin lugar a dudas que fueron muchos los dones que ustedes recibieron de ellos. Cómo no recordar con mucha gratitud a las personas que partieron y saber que partieron a la Patria, que partieron al Cielo, al lugar donde Dios los está esperando y quiere compartir con nosotros su amor, su felicidad y su paz. Nosotros somos peregrinos, vamos hacia allá. La vida no se acaba, la vida se transforma, continúa en la Patria con tantos seres queridos. Alegrémonos por el día en el cual nos vamos a encontrar con todos ellos».