CASTEL GANDOLFO, domingo 26 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- “¡Sólo el Amor con la “A” mayúscula da la verdadera felicidad!”, aquí y en la eternidad, como muestran personas como san Vicente Paúl y Chiara Badano, afirmó hoy Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus en Castel Gandolfo.
“Nuestro destino eterno está condicionado por nuestra actitud, depende de nosotros seguir el camino que Dios nos ha mostrado para llegar a la vida, y este camino es el amor, no entendido como sentimiento, sino como servicio a los demás, en la caridad de Cristo”, explicó, al comentar la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro.
El Papa añadió que esta parábola nos recuerda que “mientras estemos en este mundo, debemos escuchar al Señor que nos habla mediante las sagradas Escrituras y vivir según su voluntad; de lo contrario, después de la muerte, será demasiado tarde para arrepentirse”.
Antes de rezar el Ángelus ante numerosos fieles congregados en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, el Pontífice quiso destacar el testimonio de la joven Chiara Badano, beatificada este sábado en Roma.
Se refirió a ella como a “una chica italiana nacida en 1971, a quien una enfermedad condujo a la muerte cuando tenía poco menos de 19 años, pero que ha sido para todos un rayo de luz, como dice su sobrenombre: ‘Chiara Luce'».
“Su parroquia, la diócesis de Acqui Terme y el Movimiento de los Focolares, al que pertenecía, hoy están de fiesta -y es una fiesta para todos los jóvenes, que pueden encontrar en ella un ejemplo de coherencia cristiana”, dijo.
Benedicto XVI destacó la manera ejemplar como esta joven afrontó la muerte. “Sus últimas palabras, de plena adhesión a la voluntad de Dios, fueron: ‘Mamá, adiós. Sé feliz porque yo lo soy’”, recordó.
Y añadió: “Alabemos a Dios, porque su amor es más fuerte que el mal y que la muerte; y demos gracias a la Virgen María que conduce a los jóvenes, también a través de las dificultades y los sufrimientos, a enamorarse de Jesús y a descubrir la belleza de la vida”.
Por otra parte, Benedicto XVI explicó que la parábola del Evangelio de este domingo también nos dice que “Dios ama a los pobres y les alivia de su humillación”.
Y propuso el testimonio de san Vicente Paúl, cuya memoria litúrgica se celebra mañana, patrón de las organizaciones caritativas católicas, de quien se celebra el 350º aniversario de la muerte.
“En la Francia del 1600, él palpó precisamente el fuerte contraste entre los más ricos y los más pobres”, dijo.
“Supo organizar formas estables de servicio a las personas marginadas, dando vida a las llamadas Charitées, las “Caridad”, es decir grupos de mujeres que ponían su tiempo y sus bienes a disposición de los más marginados”, continuó.
Y añadió: “Entre estas voluntarias, algunas eligieron consagrarse totalmente a Dios y a los pobres, y así, junto a santa Luisa de Marillac, san Vicente fundó las “Hijas de la Caridad”, primera congregación femenina que vivió la consagración “en el mundo”, entre las personas, con los enfermos y los necesitados”.
Tras rezar el Ángelus, en su saludo en distintas lenguas, el Papa agradeció “una vez más vuestra oración que me ha acompañado durante mi Viaje apostólico al Reino Unido.
Deseó una “feliz preparación al mes del Rosario que se acerca” y auspició que “puedan la Virgen María y los Santos Arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, ayudarnos a todos a vivir en la fe y el amor, la perseverancia y la dulzura”.