TURÍN, lunes 3 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras del Papa Benedicto XVI pronunciadas ayer al introducir, al término de la Eucaristía en la Plaza San Carlos de Turín, el rezo del Regina Cæli.
* * * * *
Mientras nos disponemos a concluir esta solemne celebración, nos dirigimos en oración a María Santísima, que en Turín es venerada como patrona principal Patrona con el título de Beata Virgen Consolata. A Ella confío esta ciudad y todos aquellos que habitan en ella. Vela, oh María, sobre las familias y sobre el mundo del trabajo; vela sobre cuantos han perdido la fe y la esperanza; conforta a los enfermos, los encarcelados y todos los que sufren; sostén, oh Ayuda de los Cristianos, a los jóvenes, a los ancianos y a las personas en dificultad. Vela, oh Madre de la Iglesia, sobre los Pastores y sobre toda la Comunidad de los creyentes, para que sean “sal y luz” en medio de la sociedad.
La Virgen María es la que más que ningún otro ha contemplado a Dios en el rostro humano de Jesús. Lo vio recién nacido, mientras, envuelto en pañales, era acostado en un pesebre; lo ha visto apenas muerto, cuando, bajado de la cruz, lo envolvieron en una sábana y lo llevaron al sepulcro. Dentro de ella se imprimió la imagen de su Hijo martirizado; pero esta imagen se transfiguró después por la luz de la Resurrección. Así, en el corazón de María, se custodia el misterio del rostro de Cristo, misterio de muerte y de gloria. De ella podemos siempre aprender a mirar a Jesús con mirada de amor y de fe, a reconocer en ese rostro humano el Rostro de Dios.
A la Virgen Santísima confío con gratitud a cuantos han trabajado para esta Visita mía, y para la Ostensión de la Síndone. Rezo por ellos y para que estos acontecimientos favorezcan una profunda renovación espiritual.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]