ROMA, 3 febrero 2002 (ZENIT.org).- Dos gemelas de pocos días abandonadas por la madre en su misión de Comodoro Rivadavia han corrido el riesgo de morir dehambre, así como habrían muerto otros cincuenta adultos. El padre Corti, misionero en la Patagonia, explica las consecuencias de la crisis económica entre la población más necesitada.
Ante una situación cercana a la desesperación, el padre Gianni Corti, de 75 años, italiano que lleva más de cincuenta años en Patagonia, se ha decidido a venir a su país a pedir ayuda para la gente de su misión.
«En mis escuelas –explica–, tengo 2.500 chavales y la jornada empieza siempre con una taza de leche y un trozo de pan porque «a un estómago vacío no se le puede hablar ni de Dios ni de las virtudes». Pero la situación se está haciendo cada vez más difícil: no se puede sacar dinero del banco y los fondos se están acabando. Hasta ahora logramos asegurar el desayuno y la merienda a 2.000 chicos y la comida a 500 pero no sé hasta cuándo podremos seguir. A la gente le falta poco para llegar a la despesperación».
Si la situación no ha llegado al caos es gracias a la gran personalidad del padre Corti que, a pesar de un infarto, cuatro by pass y un solo riñón, se ha convertido para los 140.000 habitantes de Comodoro Rivadavia en el «cura gaucho», «sacerdote intrépido en hacer el bien».
«La semana pasada –explica–, tuve que convencer a una muchedumbre de desesperados que no asaltaran un centro comercial. Estuve subido a una silla y me puse delante de aquella masa vociferante».
«Gritaba por el megáfono invitándoles a detenerse –añade–. Pero también prometí que, si se detenían, tendrían lo que buscaban. Fui luego a hablar con los responsables del supermercado y después de tres horas estaban preparadas mil bolsas de alimentos para distribuir gratuitamente».
«Estamos tocando el fondo y sería necesario un cambio radical, una revolución de la clase política –opina–: ha pasado el tiempo de peronistas y radicales. El gobierno se está debatiendo porque no encuentra una solución a los problemas. Harán falta años para recuperarse: estamos al borde de la guerra civil».
A pesar de todo el padre Corti no quiere resignarse y tiene ya un programa para construir una nueva instalación después que un incendio destruyera el edifico donde estaba la escuela Juan XXIII.
«El ocho de diciembre de 1948 –recuerda–, me embarqué para Argentina. Mi madre me llamó aparte y me dijo: !Si vas a Argentina para no hacer nada, no te dejo ir. Si vas para hacer algo grande, no sólo te dejo ir sino que te lo ordeno. Y cuando subas al barco no lloraré». Ella no lloró pero yo sí. Y todos los días recuerdo estas palabras y trato de ponerlas en práctica».