ROMA, viernes, 25 noviembre 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI aseguró, al visitar este viernes la Universidad Católica del Sagrado Corazón, que en el siglo XXI es posible una ciencia abierta a la trascendencia, capaz de responder a las grandes preguntas del ser humano.
Esta es la tarea que el pontífice presentó a toda universidad que se considere «católica», en el discurso que dirigió al cuerpo docente y a los alumnos de esa institución, que en Italia tiene cinco sedes (la central está en Milán), catorce facultades, y unos 40 mil estudiantes.
Al repasar estos números, el obispo de Roma exclamó: «¡cuánta responsabilidad! Miles y miles de jóvenes pasan por las aulas». Y se preguntó. «¿Cómo salen? ¿Qué tipo de cultura han encontrado, asimilado y elaborado?».
Para el Papa, toda universidad católica debe ser «un gran laboratorio en el que, según las diferentes disciplinas, se elaboran siempre nuevos caminos de investigación en un diálogo estimulante entre fe y razón que busca recuperar la síntesis armoniosa alcanzada por Tomás de Aquino y por los demás grandes pensadores cristianos».
Esta síntesis, reconoció, «por desgracia es contestada por corrientes importantes de la filosofía moderna».
«La consecuencia de esta contestación ha sido la paulatina afirmación de manera cada vez más exclusiva del criterio de racionalidad a través del experimento».
«Las cuestiones fundamentales del hombre –cómo vivir y cómo morir– parecen quedar excluidas del ámbito de la racionalidad y son confinadas en la esfera de la subjetividad. Como consecuencia, desaparece al final la cuestión que dio origen a la universidad –la cuestión de la verdad y del bien– para ser sustituida por la cuestión de la factibilidad».
«Este es, por tanto, el gran desafío de las universidades católicas: la investigación científica, según el horizonte de una auténtica racionalidad, diferente a la que hoy ampliamente domina, según una razón abierta a la cuestión de la verdad y de los grandes valores inscritos en el mismo ser, abierta, por tanto, al trascendente, a Dios».
El Papa consideró que el cristiano sabe que este desafío es posible, pues «el «Logos» divino, la razón eterna, está en el origen del universo y, en Cristo, se unió de una vez para siempre a la humanidad, al mundo y a la historia».
«A la luz de esta verdad capital de la fe y al mismo tiempo de la razón, es posible, en el año 2000, conjugar fe y ciencia», afirmó.
Esta es la base del trabajo cotidiano de una universidad católica, afirmó el antiguo catedrático de teología. «¿No es una aventura entusiasmante?», se preguntó y respondió: «Sí lo es, pues al moverse dentro de este horizonte de sentido, se descubre la unidad intrínseca que une las diferentes ramas del saber: la teología, la filosofía, la medicina, la economía, toda disciplina, hasta las tecnologías más especializadas, pues todo está relacionado».
«Escoger la universidad católica significa escoger este planteamiento que, a pesar de los inevitables límites históricos, califica la cultura de Europa, a cuya conformación, y no es casualidad, las universidades nacidas históricamente «ex corde Ecclesiae» [del corazón de la Iglesia] dieron una contribución fundamental».
En el campus de la Universidad del Sagrado Corazón de Roma se encuentra el Policlínico «Agostino Gemelli», hospital en el que fue ingresado en numerosas ocasiones Juan Pablo II.