CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 16 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI invitó a descubrir el amor de Dios que se revela en las obras que realiza a través de la historia, durante la audiencia general de este miércoles, celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano.
El Papa desarrolló junto a 22.000 peregrinos el comentario que había comenzado la semana pasada al sobre el Salmo 135, «Himno pascual» del pueblo judío, en el que se hace un repaso de la acción de Dios a través de la historia de la salvación para proclamar que «es eterna su misericordia».
«Corremos el peligro de que la memoria del mal, de los males sufridos, con frecuencia sea más fuerte que la memoria del bien», alertó el Santo Padre.
Este pasaje bíblico, explicó como conclusión a su comentario, «sirve para despertar en nosotros la memoria del bien, de todo el bien que el Señor nos ha hecho y nos hace, y que podemos ver si nuestro corazón está atento: es verdad, la misericordia de Dios es eterna, está presente día tras día».
La primera parte del salmo, comentada el miércoles anterior, habla de la creación como reflejo de la belleza de Dios («De la belleza de la creación a la belleza de Dios»); la segunda, comentada en esta ocasión, «habla de la historia y del bien que Dios nos ha hecho en el transcurso del tiempo».
La composición poética judía constata el amor de Dios al recordar «las acciones liberadoras del Señor que tienen su momento central en el éxodo de Egipto, al que está íntimamente unido el difícil viaje por el desierto del Sinaí, que desemboca en la tierra prometida, el don divino que Israel experimenta en todas las páginas de la Biblia».
«Desierto y mar representan, entonces, el paso a través del mal y la opresión para recibir el don de la libertad y de la tierra prometida», constató el sucesor del apóstol Pedro.
Como lo demuestra el salmo, «en el momento de la «humillación», es decir, durante las sucesivas pruebas y opresiones, Israel siempre descubrirá la mano salvadora del Dios de la libertad y del amor».
«En el momento del hambre y de la miseria el Señor también intervendrá para ofrecer a toda la humanidad la comida, confirmando su identidad de creador», aseguró.
Dios se revela con dos modalidades, dijo: «la cósmica y la histórica».
«Ciertamente el Señor es trascendente como creador y árbitro del ser –aclaró–; pero se acerca también a sus criaturas, entrando en el espacio y en el tiempo. No se queda lejos, en el cielo lejano. Por el contrario, su presencia entre nosotros alcanza su cumbre en la Encarnación de Cristo».
Cristo, concluyó citando a san Cipriano, mártir del siglo III, «fue herido para curar nuestras heridas, se convirtió en esclavo para liberarnos a nosotros, que éramos esclavos, aceptó la muerte para poder ofrecer a los mortales la inmortalidad».
Con esta meditación, Benedicto XVI, que intervino en ocho idiomas durante el encuentro con los fieles, continuó con la serie de comentarios a los salmos y cánticos de la Biblia que ya había comenzado Juan Pablo II. Pueden consultarse en la página web de Zenit (www.zenit.org).