CIUDAD DELVATICANO, domingo, 13 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Desde este domingo la Iglesia cuenta con otros tres nuevos beatos, entre quienes se encuentran Charles De Foucauld (1858-1916), el apóstol de los tuaregs del Sahara.
Junto a él fueron elevados a la gloria de los altares en una ceremonia presidida en la Basílica Vaticana en nombre del Papa por el cardenal José Saraiva Martins, dos religiosas italianas: Maria Pia Pastena (1881-1951); fundadora de las Hermanas del Santo Rostro; y Maria Crocifissa Curcio (1877-1957), fundadora de la Congregación de las Hermanas Carmelitas Misioneras de Santa Teresa del Niño Jesús.
Después de la celebración eucarística, en la que el prefecto de la Congregación para las Causa de los Santos, leyó la carta apostólica papal en la que inscribía a estos tres siervos de Dios en el catálogo de los beatos, el pontífice descendió a la Basílica para venerar sus reliquias.
A continuación, dirigió unas palabras de saludo a los peregrinos que llenaban el templo, entre los que había algunos tuaregs del desierto, con sus vestidos azules y el turbante blanco.
Hablando en francés, dio gracias a Dios por el testimonio del padre de Foucauld: «a través de su vida contemplativa y escondida en Nazaret encontró la verdad de la humanidad de Jesús, invitándonos a contemplar el misterio de la Encarnación», dijo.
«Descubrió que Jesús, venido para unirse a nosotros en nuestra humanidad, nos invita a la fraternidad universal, que vivió más tarde en el Sahara, al amor del que Cristo nos ha dado ejemplo», añadió.
«Como sacerdote –dijo–, puso la Eucaristía y el Evangelio en el centro de su existencia».
Los nuevos beatos fueron proclamados a las 10 hora local, mientras los miles de presentes en la basílica de San Pedro del Vaticano rompieron en aplausos.
El Papa también destacó la actualidad del carisma de Maria Pia Pastena que, «conquistada por el rostro de Cristo», asimiló sus sentimientos «por la humanidad desfigurada por el pecado», y fundó una congregación femenina para «propagar, reparar y restituir la imagen del dulce Jesús en las almas».
Por último, el Papa recordó a Maria Crocifissa Curcio, cuya existencia, «fue una continua oración, incluso cuando iba a servir a las personas, en particolar las muchachas pobres y necesitadas».
La misa de beatificación fue concelebrada por 65 cardenales y obispos, entre ellos el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de Roma; el cardenal Polycarp Pengo, arzobispo de Dar-es-Salam; monseñor Andre Vingtrois, arzobispo de París; monseñor Vincent Landel, arzobispo de Rabat (Marruecos); y monseñor Maroun Elias Nimeh Lahham, obispo de Túnez.