KARAGANDA, miércoles, 26 octubre 2005 (ZENIT.org).- Ante la escasez de sacerdotes y la dificultad de construir nuevas iglesias, las «capillas domésticas» –surgidas en años del ateísmo de Estado— representan en el Kazajstán presente una importante realidad para el culto eucarístico entre los católicos.
Independiente desde hace catorce años, la ex República soviética de unos 17 millones de habitantes, en su mayoría musulmanes y ortodoxos –en proporciones semejantes–, tiene unos 360 mil católicos.
En sus tierras las víctimas del régimen totalitario comunista fueron particularmente numerosas, pues Kazajstán fue utilizado por Moscú como tierra de deportación. Los católicos durante el régimen soviético sufrieron una dura persecución.
En el país de Asia central, el Año de la Eucaristía recién concluido se ha vivido «como llamamiento a sentirse unidos con la Iglesia universal e invitación a una renovada vida eucarística», confirmó monseñor Jan Paweł Lenga, obispo de Karaganda que se ha contado entre los padres sinodales del reciente sínodo de la Eucaristía en Roma.
Su diócesis, del tamaño de Italia, cuenta sólo con 17 sacerdotes para 40 mil católicos, el 1,2% de los más de 3 millones de habitantes de la región.
Precisamente la escasez de sacerdotes es un dato que ha fortalecido en la Iglesia católica kazaka la práctica que nació bajo el régimen soviético –de la que se hace eco en sus páginas «Avvenire»– cuando la presencia del clero debía pasar necesariamente inadvertida en vista de la fuerte represión: las «capillas domésticas».
Se trataba de pequeñas habitaciones en las casas de las «babushke» (mujeres) conocidas por su piedad y devoción. Allí se custodiaba el Pan consagrado, el sacerdote celebraba clandestinamente la Misa, acogía a los fieles administrando el sacramento de la Reconciliación y les formaba en la doctrina. Esta iniciativa persiste.
«También en nuestros días estas capillas son muy importantes para la gente, porque allí donde no llega aún el sacerdote existe la posibilidad para los fieles de reunirse también ante la presencia de la Eucaristía, que se deja en las casas en las que no existe el riesgo de robo o profanación», explicó monseñor Lenga al diario católico italiano.
Llegan a la veintena las capillas domésticas –algunas siguen siendo las mismas de tiempos de la URSS— donde los católicos kazakos siguen viviendo y custodiando el culto Eucarístico.
«Es bellísimo ver la profunda devoción de esta gente hacia la Eucaristía: pasan mucho tiempo en adoración de rodillas», constató el prelado bielorruso.
Añadió que en cada una de las 17 parroquias de la diócesis, durante el Año Eucarístico, se organizaron con regularidad adoraciones al Santísimo Sacramento, así como homilías temáticas dedicadas a esta iniciativa de la Iglesia universal.
«En junio además tuvimos procesiones públicas con ocasión del Corpus Domini, una cita significativa en un país donde los católicos somos una pequeñísima minoría», reconoció.