NUEVA YORK, martes, 12 julio 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de este lunes del arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas, en la conferencia de la ONU sobre el comercio ilegal de armas ligeras y de pequeño calibre.
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Señor presidente:
El Programa de Acción adoptado en 2001 para prevenir, combatir y erradicar el comercio ilícito de armas ligeras y de pequeño calibre en todos sus aspectos a nivel nacional, regional y global, es el primer documento de la ONU orientado a dar pasos para que los Estados afronten esta cuestión. Este encuentro es una oportunidad para revisar la aplicación del Plan de Acción y ver si sigue siendo la piedra angular que debería ser para un nuevo marco internacional legal que sirva para controlar las armas ligeras y de pequeño calibre. Los esfuerzos realizados por el grupo de trabajo para negociar un instrumento internacional que permita a los Estados identificar, marcar a tiempo y de manera fiable, las armas ligeras y de pequeño calibre ilícitas, parecen por el momento apuntar hacia esa dirección.
Esta medida constituye otro paso hacia la promoción efectiva tanto de los derechos humanos como del derecho humanitario, capaz de «reforzar el respeto de la vida y de la dignidad de la persona humana a través de la promoción de la cultura de la paz», como subraya el mismo Programa de Acción. Gracias en parte al proceso lanzado en la ONU, parece darse una mayor conciencia internacional sobre esta compleja situación. Desde el año 2001, se ha acumulado información, experiencia y las mejores prácticas en este campo; y lo que es más, la sociedad civil y las diferentes organizaciones no gubernamentales también han desempeñado un papel importante en este sentido y siguen desempeñándolo. Ahora bien, dada la necesidad de una actitud que sea tanto multidimensional como multidisciplinar, se necesitará una mayor cooperación internacional para bloquear efectivamente la difusión de las armas en cuestión.
Estos esfuerzos deberían hacerse siguiendo al línea de las indicaciones dadas por el informe del secretario general «En mayor libertad», que urge justamente a adoptar un concepto más amplio de seguridad colectiva, que afronte las nuevas y antiguas amenazas, así como las preocupaciones de seguridad de todos los Estados, dado que estas amenazas están claramente interrelacionadas. Sin duda, las amenazas a los pobres dejarían también en la vulnerabilidad a los ricos.
No es difícil de aplicar este planteamiento a la cuestión que tenemos entre manos. Los esfuerzos internacionales por el control del tráfico ilícito de armas entran de lleno en el juicio del secretario general, según el cual, «no puede haber desarrollo sin seguridad y no puede haber seguridad sin desarrollo».
El tráfico de armas ligeras y de pequeño calibre es una obvia amenaza a la paz, al desarrollo y a la seguridad. Por este motivo, la Santa Sede suma su voz a los llamamientos a favor de un enfoque común, no sólo en lo que se refiere al tráfico ilícito de armas ligeras, sino también a las actividades relacionadas, como el terrorismo, el crimen organizado y el tráfico de personas, por no hablar del tráfico ilícito de drogas u otras actividades lucrativas.
Es más, considerando la oferta ilícita de armas, tenemos que considerar también la dinámica de la demanda de armas. Esta parte de la ecuación exige una mayor investigación y requiere de la comunidad internacional un esfuerzo concertado y serio para promover la cultura de la paz entre todos los miembros de nuestras respectivas sociedades.
Otro aspecto que la Santa Sede considera importante es el de las especiales necesidades de los niños afectados por los conflictos armados, descrito en el Plan de Acción. Los niños necesitan ser tenidos en cuenta por los programas de desarme, desmovilización y reintegración en las situaciones de posconflicto, en las operaciones de mantenimiento y de edificación de la paz, y en los programas de desarrollo, aplicados en la comunidad de base.
En este sentido, la Santa Sede apoya las observaciones del secretario general en su informe de febrero sobre armas ligeras y de pequeño calibre, cuando sugiere que estos programas deben afrontar también las necesidades de los antiguos combatientes, de mujeres y niños, y de las comunidades de acogida.
Las estrategias a largo plazo necesitarán ser desarrolladas, lo que implica el deseo de detener el flagelo de la proliferación ilícita de armas ligeras y de pequeño calibre para promover la paz y la seguridad, tanto a nivel interno como externo. La Santa Sede está convencida de que esta inversión en prevención, mantenimiento y edificación de la paz puede salvar millones de vidas.
Por ultimo, la comunidad internacional debería considerar seriamente el debate de la creación de un tratado sobre el comercio de armas basado en los principios del derecho internacional concerniente a los derechos humanos y al derecho humanitario. Un instrumento de ese tipo contribuiría a la erradicación del comercio ilícito de armas y recalcaría, al mismo tiempo, la responsabilidad de los Estados en la puesta en práctica del Plan de Acción del que hoy discutimos.
Gracias, señor presidente.
[Traducción del original ingles realizada por Zenit]