TUNJA, 21 marzo 2002 (ZENIT.org–Fides).- La Iglesia en Colombia debe continuar ahora la obra de paz y justicia por la que murió monseñor Isaías Duarte Cancino, afirma uno de sus hermanos en el episcopado de Colombia en declaraciones a la agencia misionera de la Santa Sede, Fides.
Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, arzobispo de Tunja (Colombia), afirma : «Para la Iglesia de Colombia, la muerte de monseñor Duarte es un signo clarísimo, hay que continuar el trabajo por la paz y la justicia; es necesario continuar la lucha contra la narcomentalidad y el narcotráfico y trabajar vigorosamente por la reconciliación de todos los colombianos».
«Estamos atravesando tiempos difíciles –reconoce–, pero precisamente estos tiempo son los momentos en los que hay que reanudar la valentía apostólica».
«La Iglesia de Colombia, además de estar muy unida, es también muy valiente –asegura el prelado–. Eventos como la muerte de monseñor Duarte son una invitación a continuar el trabajo de mediación entre las partes en conflicto, tratando de acercarlas e invitando a todos al perdón, según la petición del Papa Juan Pablo II: no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón».
Al afrontar las causas del asesinato, monseñor Castro Quiroga apunta precisamente al narcotráfico.
«La violencia en Colombia es múltiple y va desde la política, hecha subversión armada, a la económica, llamada narcotráfico, pasando por la cultural que se traduce en delincuencia común», explica.
«Este tipo de violencias estaban presentes en la ciudad de Cali de modo especial –subraya–. En el pasado, la guerrilla había secuestrado a todos los fieles de la iglesia «La María», precisamente mientras estaban celebrando la eucaristía. Sucesivamente fue secuestrado otro grupo. Monseñor Duarte fue duro contra los guerrilleros, exigiendo el inmediato regreso de todos los secuestrados a sus familias».
«Cuando se acercaron las elecciones para el Parlamento –recuerda–, fue claro a la hora de denunciar la presencia de dinero del narcotráfico en las elecciones. Todo parece indicar que los narcotraficantes se sintieron profundamente perjudicados por las denuncias de monseñor Isaías, por lo que decidieron asesinarlo pagando a algunos sicarios».
Las dos mayores grupos guerrilleros colombianos, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), respondiendo a la ola de indignación popular, difundieron sendos comunicados los que se declaran completamente ajenos al asesinato de Duarte e indican como responsables a los narcotraficantes del Valle del Cauca.
Monseñor Castro Quiroga concluye su entrevista concedida a «Fides» con el deseo de que «la sangre derramada por monseñor Duarte sea semilla de paz y convivencia pacífica para Colombia, martirizada hoy».