BOUAKÉ, 9 julio 2003 (ZENIT.org).- El arzobispo de Bouaké –bastión de los rebeldes que el pasado septiembre se alzaron contra Abiyán– ha denunciado la absoluta incertidumbre del futuro de Costa de Marfil, a la que coopera el endurecimiento de la oposición de los rebeldes en el gobierno, del que forman parte.
«Es urgente que la ONU y la Comunidad Internacional se comprometan en una auténtica solución de la crisis de Costa de Marfil. Este era un país de paz y fraternidad: debemos superar las divisiones y alejar la miseria que pesa sobre nuestro presente y sobre nuestro futuro», afirmó monseñor Vital Komenan Yao según recogió el jueves pasado Misna .
Hace meses que los insurgentes participan en el gobierno de unidad nacional, tras una guerra civil que ha partido en dos el país provocando cientos de muertos y más de un millón de desplazados.
«Desde hace una semana hemos vuelto a un clima de guerra en el país. Los rebeldes han cerrado los accesos a las zonas que controlan bloqueando incluso el corredor humanitario para el paso de las ayudas. La situación se está complicando de nuevo», advirtió el prelado.
Días atrás, las «Fuerzas Nuevas» –el reagrupamiento de los tres movimientos rebeldes del país— declararon el estado de emergencia, amenazando con retirar a sus delegados del ejecutivo.
«He notado que las relaciones se han enconado; incluso hay quien formula una vuelta al conflicto –apuntó monseñor Vital Komenan Yao–. Sin embargo, percibo un fuerte cansancio de la guerra en todos, incluso en los rebeldes, quienes después de haber cometido muchas atrocidades ahora pretender legislar para todo el país».
De acuerdo con el prelado, a los habitantes de Costa de Marfil, que han sufrido la violencia, no se les puede pedir que olviden. «Los rebeldes no han pedido perdón a sus propios compatriotas –apuntó–. Es necesario un sentimiento de arrepentimiento, actitud que nadie ha percibido aún en los movimientos armados que controlan el centro-norte del país».
En este contexto, «no hay que sorprenderse de que Guillaume Soro, actual ministro de Comunicaciones y líder de un grupo rebelde, haya sido agredido por un grupo de jóvenes», reconoció el arzobispo de Bouaké –una diócesis de casi dos millones de habitantes–, quien se ve obligado a moverse con escolta.
«Las “Fuerzas Nuevas” han invitado a los civiles que huyeron en los últimos meses a volver a las zonas del norte que controlan. Pero, ¿para hacer qué? No tienen dinero y la economía está destruida», constató el prelado.