Cardenal Castrillón: La muerte monseñor Duarte debe cambiar Colombia

Habla el prefecto de la Congregación para el Clero, amigo del obispo

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ROMA, 19 marzo 2002 (ZENIT.orgAvvenire).- El cardenal Darío Castrillón Hoyos no logra esconder su conmoción. Colombiano de Medellín, a mitad de los años setenta obispo en Pereira y luego en Bucaramanga, hoy prefecto de la Congregación para el Clero, era amigo personal del arzobispo de Cali, monseñor Isaías Duarte, asesinado.

En esta entrevista, recuerda el compromiso por la paz de un obispo que estaba «siempre de parte del pueblo».

–¿Qué ha sentido cuando le ha llegado la noticia del asesinato de monseñor Duarte?

–Naturalmente, rechazo por un crimen tan abominable. En la espiral de violencia que atraviesa Colombia, me parece que con este gesto se ha llegado a un punto tremendamente grave, cuyas consecuencias no se pueden prever. Como Santa Sede, quiero expresar una vez más solidaridad con la Iglesia colombiana, con la archidiócesis de Cali y con todo el pueblo. Es un momento que debe suscitar una profunda reflexión humana y cristiana.

–Ha sido definido un gesto absurdo. Pero, consideradas las muchas veces que monseñor Duate se expuso en primera persona, ¿no piensa que lamentablemente un hecho tan grave fuera previsible?

–No, no pienso que fuera de algún modo previsible porque está lejano de la cultura del pueblo colombiano. Incluso en medio de tanta violencia, ha habido siempre un gran respeto por la Iglesia y sus obispos. Hace años, es verdad, un movimiento de guerrilla había asesinado al obispo de Arauca pero aquél era un contexto completamente diverso. Esta vez en cambio se ha querido asesinar a un hombre que había dado una gran aportación a la paz, un obispo que había trabajado en un diócesis muy difícil, Apartadó, donde había un enfrentamiento muy grave entre la guerrilla y los paramilitares, dando una constante aportación a la paz, defendiendo a la población civil de las incursiones de la guerrilla con palabras proféticas surgidas de la fe. Un obispo siempre presente en un modo muy límpido en la vida del país, en estas situaciones de guerra y de enfrentamiento.

–¿Qué reacciones ha provocado la muerte de monseñor Duarte?

–Ha producido una profundísima impresión en el pueblo, que pienso pueda suscitar un momento de reflexión, y quizá a un cambio de postura. Porque es una tragedia que ha tocado la conciencia de la gente. Lo he podido constatar en todas las informaciones que he tenido, hablando con los amigos y con la prensa. Hay una tal conmoción en el país, un rechazo tan decidido por lo que ha sucedido, que de verdad se puede pensar que hará reflexionar a los diversos jefes de los varios movimientos violentos. Y esto, mirando a la situación desde el lado de la fe, sería positivo: dicen que en Cali la situación hoy es impresionante, porque parece prevalecer la postura religiosa por parte de la gente. Porque la Iglesia ha vivido y vive hasta el fondo la vida del pueblo. Cuando en la vida social se presentan fenómenos como el narcotráfico, o la violencia como sistema para fines políticos y sociales, su voz ha sido siempre muy clara. El caso de monseñor Isaías Duarte, que ha hablado con un lenguaje directo, claro, una voz como una espada. Ha hecho del Evangelio lo que el Evangelio debe ser.

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ZENIT Staff

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