El Papa pide a los cardenales ser «mártires» de nuestro tiempo

Crea a los primeros 44 purpurados del tercer milenio

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CIUDAD DEL VATICANO, 21 feb (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha creado esta mañana a 44 nuevos cardenales en el primer consistorio del tercer milenio. Procedentes de 27 países, los nuevos purpurados dan un nuevo impulso a la internacionalización del colegio cardenalicio.

La ceremonia tuvo lugar en la plaza de San Pedro, en una mañana soleada de primavera, con la participación de unas cuarenta mil personas, entre los que se encontraban familiares, amigos, y delegaciones de las diócesis a las que pertenecen los nuevos purpurados.

«Hasta el derramamiento de sangre»
El momento más emocionante tuvo lugar cuando, después de que cada uno de los cardenales se arrodilló ante él, el Papa impuso la birreta y dijo en latín «es roja como signo de la dignidad cardenalicia, para significar que debéis estar dispuestos a comportaros con fortaleza, hasta el derramamiento de la sangre, por el incremento de la fe cristiana, por la paz y la tranquilidad del Pueblo de Dios y por la libertad y la difusión de la Santa Iglesia Romana».

Entre los presentes se encontraban hombres de la Iglesia, como François-Xavier Nguyen Van Thuan, quien ha pasado 13 años de su vida en las cárceles comunistas de Vietnam, o cinco arzobispos de las Iglesias de Europa del Este que han salido de las catacumbas hace diez años. Junto a ellos se encontraban numerosos cardenales procedentes del mundo occidental y rico que tienen que vivir ese «martirio» del ridículo, en una sociedad consumista que vive como si Dios no existiera.

Poco antes, los nuevos purpurados pronunciaron juntos (cada uno comenzó con su propio nombre) la antiquísima fórmula del juramento con la que se comprometieron a ser fieles al Papa, a permanecer en comunión con la Iglesia católica, a mantener los secretos que les confíe el pontífice y su ministerio, y a desempeñar con dedicación las tareas que les sean atribuidas.

En nombre de los nuevos cardenales, saludó a Juan Pablo II el prefecto de la Congregación vaticana para los Obispos, Giovanni Battista Re, quien desmintió las voces de prensa, según las cuales, el pontificado de Juan Pablo II ha llegado a su fin.

«El Pueblo de Dios tiene necesidad todavía del ejemplo de entrega de Su Santidad –dijo públicamente el cardenal Re en el saludo–, incluso cuando las fuerzas físicas disminuyen, pues al mismo tiempo aumenta el signo de la paternidad y el testimonio de la oración y del sufrimiento para beneficio de la Iglesia, poniendo de relieve que, si bien es importante hacer cosas, es más importante todavía ser; y que en el fondo es Cristo quien guía la Iglesia».

Cardenal y servidor, sinónimos
El Papa, que en algunos momentos dio muestras de conmoción, dedicó su homilía a recordar a los nuevos cardenales las palabras de Cristo: «Quien quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor».

«La Iglesia no se basa en cálculos o en poderío humano, sino en Jesús crucificado y en el testimonio coherente de él dado por los apóstoles, los mártires y los confesores de la fe –explicó el pontífice–. Es un testimonio que puede exigir incluso el heroísmo de la entrega total de sí a Dios y a los hermanos».

«Cada cristiano –añadió– sabe que está llamado a una fidelidad sin compromisos, que puede exigir también el sacrificio máximo».

Mártires del amor y la verdad
A continuación, el Papa recordó a los nuevos purpurados la otra gran misión de todo cardenal: la «asistencia y colaboración» al obispo de Roma. «Junto con él –les dijo– tenéis que ser defensores denodados de la verdad y custodios de ese patrimonio de fe y de las costumbre que tiene su origen en el Evangelio».

En el fondo, el Papa les pidió que sean mártires de amor en el mundo de hoy, un mundo «que cada vez es más complicado y cambiante», en el que «la aguda conciencia de las discrepancias existentes genera o aumenta contradicciones y desequilibrios».

«Las enormes posibilidades del progreso científico y técnico, así como el fenómeno de la globalización, que se extiende cada vez más por nuevos campos, nos piden estar siempre abiertos al diálogo con toda persona, con toda instancia social, con el intento de dar a cada uno razón de la esperanza que llevamos en el corazón», dijo el Santo Padre.

«El mismo color púrpura de los vestidos que lleváis os recuerda esta urgencia». Y preguntó: «¿No es quizá, ese color, símbolo del amor apasionado a Cristo? En ese rojo encendido, ¿no se indica quizá el fuego ardiente del amor por la Iglesia que debe alimentar en vosotros la disponibilidad, si es necesario, hasta dar incluso el supremo testimonio de la sangre?».

En la tarde de hoy, los nuevos miembros del colegio de los cardenales recibieron las visitas de cortesía en el Vaticano de quienes viven en Roma o han venido a la Ciudad Eterna para participar en la ceremonia (había 24 delegaciones del más alto nivel de gobiernos de diferentes países). Mañana por la mañana, en la plaza de San Pedro, Juan Pablo II concelebrará la eucaristía con los nuevos purpurados y les entregará el anillo cardenalicio.

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ZENIT Staff

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