Israel: La Iglesia y la campaña electoral en Israel

Habla David Jaeger, consultor jurídico de la Custodia de Tierra Santa

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JERUSALÉN, 30 enero 2001 (ZENIT.orgFides).- En vísperas de las elecciones previstas para el próximo 6 de febrero, la tensión política en Israel es candente. Según las últimas encuestas, entre los dos candidatos a primer ministro –el laborista Ehud Barak (centro-inquierda) y el antiguo general Ariel Sharon (líder de la derecha)– hay una diferencia de entre el 16 y el 20% a favor de Sharon.

En la vuelta electoral, decisiva para el proceso de paz israelí-palestino, tendrá gran peso la posición de los ciudadanos árabes israelíes (el 26% del electorado) que ha anunciado un abstencionismo de masa.

Sobre las perspectivas políticas y los escenarios que se abren, la agencia misionera de la Santa Sede, Fides, ha entrevistado al padre David Jaeger, franciscano israelí, consultor jurídico de la Custodia de Tierra Santa y profesor de Derecho Canónico en el Pontificio Ateneo «Antonianum» de Roma.

–Padre Jaeger, a una semana del voto parece que Barak ha perdido. ¿Por qué?

— David Jaeger: Desde que fue elegido primer ministro en mayo de 1999, ha conseguido desilusionar a todos los sectores de la población: a religiosos y laicos, a la izquierda y al centro, a árabes y judíos de las clases menos privilegiadas. Sus frecuentes inversiones de tendencia en la política interior han confundido a todos, de modo que, en la vigilia de las elecciones, también entre los partidarios de Barak se nota escaso entusiasmo. Por otra parte, Barak espera que, en el último momento, el «gran centro» se movilice y acuda a las urnas, al menos para evitar lo peor, es decir, la elección de Sharon.

–¿Cuál es la posición de los electores moderados del «gran centro»?

–David Jaeger: En el centro y en la izquierda hay un ansia profunda sobre lo que vendrá después de las elecciones. Las posiciones intransigentes de Sharon y de los partidos que le apoyan podrían destruir los notables progresos realizados hacia una paz definitiva con los palestinos y agravar el conflicto en curso.

Sharon promete constituir un gobierno de unidad nacional y nombrar a Barak ministro de Defensa, hipótesis que rechaza el mismo Barak. Los temores se extienden no sólo a la política exterior y a la Defensa, sino también al interior del país. La alternativa a un gobierno de unidad nacional, en efecto, sería una coalición que agrupara a partidos de extrema derecha y partidos fundamentalistas judíos, con la posibilidad de incidir sobre los equilibrios internos de la sociedad judía israelí.

La mayoría del pueblo israelí piensa que la misión principal y más urgente del nuevo gobierno es llevar a cabo el proceso de paz con los palestinos, antes que el conflicto actual degenere, con la amenaza de extenderse a países vecinos.

–¿Qué es lo que ha faltado para que las negociaciones de paz avancen tras el fracaso de Camp David?

–David Jaeger: Sobre las cuestiones substanciales, las partes están más cerca que nunca: el problema está en la metodología, en el modo de afrontar el problema.

De parte israelí, no todos están convencidos de conducir una negociación entre partes iguales. No se trata de «hacer concesiones», sino de confrontar los derechos de una y otra parte para llegar a una solución justa. El «lenguaje de las concesiones» usado por Barak, como si los palestinos fueran inferiores, ha tenido un efecto negativo, obscureciendo los progresos conseguidos sobre los contenidos de la negociación, en la que Barak ha ido mucho más lejos de lo imaginable en cualquier época precedente.

Hay que reconocer a Barak el mérito de la valentía, del empeño por la paz, de haber dedicado todas sus energías y de haber gastado todo su capital político en el intento de llegar a un acuerdo. Ha faltado este paso ulterior: transformar el enfoque, reconociendo igual dignidad e igualdad de derechos a la contraparte.

–¿Piensa que estas elecciones cambiarán la situación?

–David Jaeger: Creo que sí. Influirán profundamente tanto en las relaciones de Israel con sus vecinos y con el resto del mundo, como en la vida interna del país. Sobre las elecciones incumbe la abstención de masa, aparentemente ya decidida por los ciudadanos árabes de Israel: el 20% de la población, el 12% del electorado que, en las pasadas elecciones, votaron en un 95% por Barak.

La abstención anunciada es una forma de protesta contra la represión practicada por la policía en el pasado octubre, durante la cual fueron asesinados 13 ciudadanos árabes israelíes. Se ha creado en Israel una comisión especial de investigación para aclarar los hechos, pero los ciudadanos árabes israelíes esperaban una toma de posición más decidida por parte de Barak a la hora de condenar a los responsables de los asesinatos. La población árabe israelí, además, que sufre marginación política y urbana, dice que no ha recibido ningún beneficio político del gobierno Barak, recalca el fallido acuerdo de paz y la represión de la sublevación palestina. Por eso proclama el abstencionismo.

–¿Cómo comenta las duras expresiones de Arafat en Davos y las polémicas que se han seguido?

–David Jaeger: No se puede someter a proceso cada uno de los discursos de los líderes políticos. Discursos duros han tenido lugar en ambas partes, también por parte de israelíes contra Arafat, acusado de terrorismo. Pero se puede observar con pesar la inoportunidad de la intervención. Precisamente mientras Barak trataba de convencer a los electores de poder llevar a término el proceso de paz, Arafat estropeó todo. Los intelectuales de la izquierda israelí se indignaron por el discurso de Davos. Todo el esfuerzo puesto en Taba corre peligro de ser volatilizado.

–¿Podrán influenciar las elecciones en las relaciones entre Israel y la Santa Sede?

–David Jaeger: No obstante las diferencias entre los contendientes políticos, en el caso de las relaciones bilaterales con la Iglesia católica Israel ha sido siempre imparcial,: no ha habido nunca diferencia entre derecha e izquierda. La decisión de emprender negociaciones fue tomada por el gobierno Shamir (derecha). El primer acuerdo, el fundamental, fue firmado por el gobierno Rabin (centro-izquierda). El segundo acuerdo, sobre la personalidad jurídica de los entes eclesiásticos, fue firmado por el gobierno Netanyhau (derecha). La tercera ronda de negociaciones sobre el acuerdo fiscal fue puesta en marcha por Netanyhau y continuado por Barak (centro-izquierda).

El nuevo gobierno tendrá que eliminar la amenaza más grave que incumbe a sus relaciones con la cristiandad: la decisión del gobierno saliente de construir una mezquita a las puertas de la Basílica de la Anunciación, poniendo a esta última bajo el asedio de fundamentalistas islámicos. Esto es lo que espera la Iglesia del nuevo gobierno.

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ZENIT Staff

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