Juan Pablo II pide no olvidar la tragedia de Afganistán

Una catástrofe humanitaria que corre el riesgo de pasar en la indiferencia

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CIUDAD DEL VATICANO, 28 feb 2001 (ZENIT.org).- El Papa lanzó esta mañana un llamamiento para romper el hielo de la indiferencia ante la «grave emergencia humanitaria» que está acabando con la vida de miles de personas en Afganistán.

Antes despedirse de los cinco mil peregrinos que esta mañana participaron en la audiencia general del miércoles, Juan Pablo II leyó unas palabras que había preparado a última hora, pues de hecho no se encontraban en los textos bajo embargo que se habían distribuido a la prensa.

«Una grave emergencia humanitaria se está perfilando en Afganistán –constató el Santo Padre–. Cada día llegan alarmantes noticias de innumerables víctimas entre los evacuados a causa de la sequía y la guerra civil. Miles de personas corren el riesgo de morir de hambre y de frío, en especial los niños, los enfermos y los ancianos».

«Expreso mi vivo aprecio por los esfuerzos de las organizaciones humanitarias que están tratando de llevar ayudas urgentes al pueblo afgano –concluyó el obispo de Roma–. Al mismo tiempo, invito a la comunidad internacional a no olvidar esta trágica situación y pido que las partes en lucha en una demasiado larga y sangrienta lucha declaren un inmediato alto al fuego para que los socorros puedan llegar a tiempo a las zonas a riesgo».

Afganistán se ha convertido en el país del mundo con el mayor número de refugiados. Este país, que en 1998 tenía 24.792.375 habitantes, tiene en su interior a medio millón de evacuados. Fuera de sus fronteras hay unos tres millones de refugiados. Buena parte viven Pakistán e Irán.

Laura Boldrini, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en declaraciones concedidas a la prensa el pasado 18 de febrero, explicaba que en algunos casos las situaciones son extremas, como sucede en el campo de tránsito de Jalozai, en la frontera con Pakistán. Allí, 80.000 personas sobreviven sin agua potable y sin desagües, con riesgo de epidemias.

Las dos últimas décadas de Afganistán se han caracterizado por la sangre y el hambre. Primero fue la larga y sangrienta guerra contra el régimen comunista soviético (los soldados rusos abandonaron el país en 1988). Después la guerra civil continuó de manera violentísima entre las diferentes facciones islámicas. La situación se hizo más difícil aún cuando la milicia integrista de los talibán se hizo con el poder de la capital Kabul, en 1996, imponiendo la ley islámica de la manera más radical. Ahora, la sequía más grave de los últimos treinta años ha hecho que la situación se convierta en desesperada.

El frío, además, es terrible, las temperaturas descienden hasta 30 grados bajo cero. ACNUR constata, por ejemplo, que en un campo de refugiados del Noreste de Pakistán, en una sola noche, han muerto de frío 110 refugiados. En Herart, en las noches entre el 29 y el 31 de enero, fallecieron cerca de 480 personas, la mayor parte niños.

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ZENIT Staff

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