La aterradora violencia contra las mujeres africanas conmociona al Sínodo

Varios participantes denuncian las violaciones como arma de guerra

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 12 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- La violencia que sufren demasiadas mujeres de África se ha convertido en uno de los argumentos de conmoción para los participantes en el Sínodo de ese continente en su primera semana de congregaciones.

«¿Cómo hablar de reconciliación y de auténtica paz en una sociedad en la que los hijos han sido obligados a violar a sus madres y hermanas ante la mirada impotente de sus mismos padres?», preguntó a la asamblea monseñor Théophile Kaboy Ruboneka, obispo coadjutor de Goma, en la República Democrática del Congo, según han informado los portavoces del Sínodo.

¿Qué porvenir se puede garantizar a los chicos reclutados a fuerza por grupos armadas, convertidos en carniceros de sus madres y hermanas? ¿Qué se les puede decir a los niños que han nacido de la violencia? ¿Qué armonía espera a una juventud nacida de madres traumatizadas?», siguió preguntando el prelado.

«Los conflictos y las guerras –denunció monseñor Kaboy al tomar la palabra este lunes en la mañana–, han llevado, especialmente en el Congo, a la ‘victimización’ y la ‘cosificación’ de la mujer».

«Se han perpetrado actos de violencia sexuales masivos contra mujeres por parte de todos los grupos armados, como un arma de guerra, una violación flagrante de las disposiciones jurídicas internacionales».

El obispo de Goma presentó varias propuestas para aliviar las consecuencias de traumas tan brutales.

En primer lugar, invitó al Sínodo a luchar contra la violencia sexual, «remontándonos a sus últimas causas, que son las crisis de gobierno, manifestadas en las guerras, saqueos y en la explotación anárquica de los recursos naturales, la circulación de armas, el mantenimiento de las milicias, la ausencia de un ejército fuerte y republicano, etc.».

A continuación, propuso «la creación de casas de la mujer y de las jóvenes como centros de escucha y acompañamiento de las mujeres violadas y traumatizadas».

En tercer lugar, pidió «la implicación directa de las mujeres en las comisiones de justicia y paz», que en algunos países africanos se encuentran en cada diócesis o incluso parroquia, «para que promuevan y luchen contra las ideas denigratorias sobre ellas, transmitidas por la nueva ética mundial y por ciertas tradiciones culturales».

Sugirió, también, «la formación, a través de la catequesis y la alfabetización concientizadora de las mujeres para permitirles llevar a cabo su función. Ésta se articula en tres módulos dedicados a la dignidad y vocación de la mujer; la mujer como artífice de la paz; y la mujer como agente del cambio social».

En quinto lugar, exigió «el establecimiento de estructuras de promoción de la mujer. Podría tratarse de organizaciones de mujeres que se ocupen de diferentes actividades a nivel parroquial y diocesano, y centros de formación de las mujeres para la paz».

Al tema de la violencia de las mujeres han dedicado sus intervenciones en particular la madre Felicia Harry, superiora general de las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles en Ghana, y la madre Paolina Odia Bukasa, superiora general de las Hermanas «Ba-Maria» de Buta Uele en la República Democrática del Congo, así como monseñor Telesphore George Mpundu, arzobispo de Lusaka, en Zambia.

Al tomar la palabra este sábado, el prelado reconoció que «lamentablemente con vergüenza tenemos que admitir que en Zambia, con demasiada frecuencia las mujeres son víctimas de abusos, violencia doméstica – que a veces llega hasta la muerte -prácticas culturales y de costumbre, discriminatorias y que las leyes claramente expresan prejuicios hacia la mujer».

«Nosotros, los obispos, debemos hablar de manera mas clara y insistente en defensa de la dignidad de la mujer a la luz de las Escrituras y de la Doctrina Social de la Iglesia», aseguró.

«Sí, fue una mujer, María, quién llevó por primero a Jesús en África como prófugo (Mt 2, 13-15). Hoy es la mujer quien, de muchas maneras, nos trae a Jesús en Zambia. Mujeres religiosas y laicas ayudan a nuestra Iglesia a estar al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz, con una especial mirada hacia los pobres», reconoció.

Para promover el respeto a las mujeres y su integración en las estructuras eclesiales con papeles de responsabilidad, de decisión y de proyección, el prelado invitó al Sínodo «a recomendar que en todas las diócesis se instituya y consolide el apostolado familiar y también oficinas que traten el problema de la mujer haciendo que sean cada vez más operativos y funcionales».

Por Chiara Santomiero

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ZENIT Staff

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