La doctrina de la Iglesia no cambia

Sobre las palabras del papa al regreso de la JMJ, sobre los homosexuales

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Ofrecemos el artículo de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas.

SITUACIONES

Gran revuelo causaron algunas declaraciones del Papa Francisco, en la entrevista que dio a los periodistas durante su regreso de Brasil a Roma, sobre todo en cuanto a su postura ante los homosexuales, llamados gay. Algunos dijeron que, por fin, la Iglesia se abría en este asunto y que aplaudían el cambio.

Por otra parte, es frecuente que grupos que se consideran católicos, sin serlo de verdad, nos urjan que debiéramos caminar más acordes con los tiempos actuales, y no seguir condenando el aborto, la homosexualidad, el libertinaje sexual, el divorcio, etc. ¿Esto es modernidad, o dejarse llevar por la corriente? ¿Cuándo han visto ustedes que la corriente de un río vaya para arriba? Siempre las corrientes van para abajo. Dejarse llevar por la corriente de la sociedad, es exponerse a degradar el Evangelio.

ILUMINACION

¿Qué dijo el Papa sobre los homosexuales? Textualmente respondió a una pregunta que le hicieron: Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buenas intenciones, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica explica de modo tan hermoso esto, y dice: «no hay que marginar a estas personas por esto, deben ser integradas en la sociedad». El problema no es tener esa tendencia, no, tenemos que ser hermanos… El problema consiste en hacer lobby por esta tendencia. Este es el problema más grave para mí”. Hacer lobby significa presionar en forma organizada para que se vea como algo normal, unirse a otros de la misma tendencia, por ejemplo, para que se les permita unirse en matrimonio y adoptar niños.

¿Qué dice explícitamente el Catecismo de la Iglesia Católica? “La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gén 19,1-29; Rom 1,24-27; 1 Cor 6,9-10; 1 Tim 1,10), la Tradición ha declarado siempre que los ‘actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

Un número apreciable de hombres y mujeres presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana” (Nos. 2357-2359).

En otras palabras, se condena el pecado, no al pecador. Jesucristo es muy claro: recuerda y urge que se cumplan los mandamientos, que incluyen el sexto, pero ama al que va por otros caminos, le invita a la conversión, le perdona, le levanta y no lo deja en la misma situación. Pero no empieza por condenar y excluir, sino por acercarse y amar. Este es el camino de la Iglesia.

COMPROMISOS

No puede ser otro nuestro proceder humano y pastoral. A quienes tienen tendencias homosexuales, les hemos de escuchar, atender, comprender, respetar y ayudarles a descubrir la raíz de su situación. Hemos de invitarles a vivir en castidad, pues pueden llegar a ser santos y hacer mucho bien a su alrededor. Pero no podemos afirmar que todo se vale, que cada quien sea como quiera y haga lo que le dé la gana. Esto no es conforme con el Evangelio. El amor pastoral siempre debe ir conforme a la verdad de lo que Dios quiere.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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