La familia sigue siendo aquello por lo que la gente daría la vida

Entrevista con el cardenal Carlos Amigo Vallejo, OFM

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MONTERREY, jueves, 14 junio 2007 (ZENIT.orgEl Observador).- El cardenal Carlos Amigo Vallejo OFM, arzobispo de Sevilla, es miembro del Consejo Pontificio para la Salud y de la Comisión Pontificia para América Latina.

Ha participado en la Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida (Brasil), del 13 al 31 de mayo. Estas son algunas de las reflexiones que compartió durante su más reciente visita a México.

–Recientemente, en la capital de México, se ha despenalizado el aborto. ¿Cómo lesiona a la familia esta medida?
–Cardenal Amigo: Los obispos mexicanos han hablado de una manera muy clara y contundente sobre este tema. Para nosotros como cristianos y para todas las personas de buena voluntad la vida nunca es negociable; la vida es lo más valioso, lo más sagrado y cualquier atentado que se haga contra la vida en cualquiera de las etapas de su existencia, desde el primer momento de la formación hasta el último momento de su existencia en la tierra, atenta contra la misma dignidad de la persona y de la sociedad.

–¿Cómo percibe la situación de la familia hoy en día?

–Cardenal Amigo: La familia, a pesar de tantas cosas, continúa siendo el grupo social más valorado. Se hacen encuestas donde preguntan: «¿Usted por quién daría la vida? Y responden: «por la patria», «por la bandera», «por estos valores», «por estas ideas», pero invariablemente la gente afirma que daría la vida por «la familia». Es lo más valorado y al mismo tiempo –hay que reconocerlo– también, posiblemente, es el grupo social que tiene que sufrir más agresiones, que tiene que sufrir mayores vacíos, incluso legales, porque a veces la familia está muy desprotegida.

«Familia» también se entiende con algunos equívocos muy grandes. Una cosa es la posible convivencia de personas y otra es la familia, como esa comunidad de vida y amor; indiscutiblemente y a pesar de todo, la familia continúa siendo lo más valorado y digamos que, cuando todo se hunde, al final lo que flota, si algo flota, es y ha sido siempre la familia.

–¿Qué tendríamos que hacer los cristianos para revitalizar este núcleo fundamental que es la familia?

–Cardenal Amigo: Hay algo fundamental: el día que nosotros unamos parroquia, familia y escuela, ese día habremos puesto las bases fundamentales. Lo mejor que podemos hacer por la familia es ayudarle a que sea ella misma; y se le ayuda, sobre todo, educando a las apersonas para el amor; indiscutiblemente el amor no es una frivolidad, no es un sentimiento pasajero, es la valoración de las personas de tal manera que se identifica uno con la persona que quiere y esa unión se vive mejor en el matrimonio, con los hijos; la familia debe ser educadora en el amor.

–Usted hablaba de agravios a la familia. ¿Qué hay detrás de estos ataques?

–Cardenal Amigo: Estos acosos a la familia son de distinta índole: los hay económicos; la familia que está muy poco protegida por las leyes sociales; en algunos países está muy a la intemperie, y cualquier cosa, por ejemplo la pérdida del empleo, hace que la familia quede desprotegida en cuestiones de seguridad social y laboral, tan importante para la familia.
<br>Viene también el acoso de la permisividad moral; esto es un acoso muy grave porque hay como un relativismo total, no hay una valoración ética de la vida; en España hay aquello que llamamos el «divorcio express», el divorcio rápido, y pues claro, ¿qué familia, qué matrimonio no pasa por situaciones difíciles? Por cualquier veleidad se puede destruir una familia. Hay también acosos ideológicos muy fuertes. Por ejemplo, una filosofía de la imposibilidad de la estabilidad, de un amor para toda la vida, todo eso está en el ambiente: «¿Cómo que te vas a casar para toda la vida? ¡Esto es absurdo!» O que «el amor se termina».

Entonces hay que educar a la familia para que el amor no se termine de ninguna manera. Todos estos son acosos que van desde leyes que desprotegen o pocas leyes que la protegen hasta ideologías que no son capaces de comprender que la unidad e indisolubilidad de la familia es uno de los grandes valores de estabilidad social.

–¿A quién le conviene provocar y promover estas situaciones?

–Cardenal Amigo: Es una pregunta que nosotros nos hacemos muchas veces: ¿por qué molesta el que la familia se convierta en algo sólido? Supongo que la familia puede ser para algunas ideologías un punto que les debilita; uno no sabe quién esta detrás de todo esto y si es un tipo de acción ideológica, es una filosofía, es una política… no sé. A mí me resulta muy difícil identificar a quién y por qué molesta la familia, cuando debería ser al revés. Se piensa que la familia es un elemento conservador; entonces todos tendríamos que apoyarla porque lo que se necesita en un estado, en un país, es precisamente un asiento fuerte que nos dé consistencia social.

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ZENIT Staff

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