La lección de la crisis de la Iglesia en Estados Unidos

Según Mary Ann Glendon, profesora de la Univesidad de Harvard

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ROMA, 4 noviembre 2002 (ZENIT.org).- La lección que deja la crisis que está viviendo la Iglesia en Estados Unidos a causa de los escándalos de algunos sacerdotes es triple: formación, formación, formación; según considera Mary Ann Glendon.

La profesora de Derecho de la Universidad de Harvard, delegada de Juan Pablo II en la Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Pekín en 1995, afrontó en la tarde de este lunes la cuestión en una conferencia dictada en el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma con el título «»Ecclesia in America», reforma, renovación y el papel de los laicos en tiempos de turbulencia».

Glendon reconoció que está de acuerdo con el teólogo Richard Neuhaus, director de la revista «First Things» «cuando dice que la crisis del año 2002 es triple: fidelidad, fidelidad y fidelidad».

«Pero quizá, porque soy una profesora, me parece que el problema no es tanto la fidelidad cuanto formación, formación, y formación (formación de nuestros teólogos, formación de nuestros educadores religiosos, y formación de los padres de familia)», añadió Glendon.

La profesora reconoció que para los católicos de su país la vida ha sido siempre bastante difícil.

«Cuando los inmigrantes católicos comenzaron a llegar en gran número, aquel puritanismo anticatólico, mezclado con el «nativismo», desembocó en violencia –recordó–. En 1834, en Boston, una colérica turba quemó un convento de Ursulinas, mientras la policía y los bomberos se quedaron viendo con los brazos cruzados».

«El libro más vendido en 1836 fue un volumen en el que se presentaban las supuestas confesiones de una ex monja, en la que se ofrecían revelaciones sensacionalistas sobre la disoluta conducta sexual de religiosas y sacerdotes –añadió–. Este libro –«The Awful Disclosures of the Hotel Dieu Nunnery by Maria Monk», fue un montaje total, pero vendió trescientos mil ejemplares, y sirvió para inflamar pasiones anticatólicas. Al año siguiente, 1837, incendiarios destruyeron buena parte del Barrio Irlandés de Boston, y atrocidades similares se repitieron a lo largo del país».

«Pero los inmigrantes siguieron viniendo desde Irlanda, Italia, Alemania, Polonia, y desde otros países de Europa del Este –continuó constatando Glendon–. En el cambio de siglo, la Iglesia católica se convirtió en el grupo religioso más numeroso y de mayor crecimiento, con 12 millones de miembros».

«Al afrontar la exclusión y la discriminación, aquellos inmigrantes católicos construyeron sus propias escuelas, hospitales y universidades. Crearon innumerables fraternidades, organizaciones católicas de caridad social y profesional, de abogados, de médicos, de obreros», explicó.

Sin embargo, según Glendon, los momentos más difíciles para los católicos se vivieron a finales de los años sesenta.

«Los años sesenta se convirtieron en el inicio de una crisis en las costumbres sexuales y de las rupturas matrimoniales, acompañadas por una cultura del disenso, dado que muchos trataron de racionalizar su alejamiento de las normas morales», explicó.

«Los países desarrollados quedaron involucrados en un experimento social masivo para el que ni la Iglesia ni las sociedades en cuestión estaban preparadas», añadió.

«Bruscamente nos dimos cuenta de que muchos de los católicos fuimos desarrollando una especie de esquizofrenia –poniendo nuestras vidas espirituales a un lado y nuestras actividades ordinarias en el mundo del trabajo a otro–. Bruscamente nos dimos cuenta de que los católicos comenzaron a considerar la religión como un asunto totalmente privado, y a adoptar una actitud selectiva ante la doctrina».

Esta fue una auténtica crisis, reconoció, que no tenía nada que ver con las calumnias de prensa, como las que han dirigido recientemente los periódicos en Estados Unidos sobre la cuestión de los abusos sexuales.

«Durante meses –constató–, la prensa ha creado un clima de histeria describiendo esta historia como una crisis de pedofilia, cuando en realidad sólo una pequeñísima minoría de los casos reportados son pedófilos –personas que abusan de niños que todavía no han llegado a la pubertad–, algo muy distinto a las relaciones homosexuales con adolescentes».

«Durante meses y hasta el día de hoy –precisó–, los medios de comunicación han señalado a la Iglesia católica como un lugar especial de abuso sexual de menores, mientras que todos los estudios indican que la incidencia de este tipo de abusos es, en realidad, más baja entre los sacerdotes católicos, que entre otros grupos que están en contacto con niños».

Citando la exhortación apostólica de Juan Pablo II, en la que recogió las conclusiones del primer Sínodo de todo el Continente Americano, «Ecclesia in America» (23 de enero de 1999), Glendon, reconoció que lo que Estados Unidos necesita en estos momentos son «laicos cristianos capaces de asumir posiciones de liderazgo en la sociedad».

«Es urgente formar a hombres y mujeres que, siendo fieles a su vocación, puedan influir en la vida pública y orientarla hacia el bien común. Este es un auténtico desafío. En cierto sentido, la situación nunca ha sido tan favorable para los católicos en Estados Unidos para asumir este desafío», aseguró.

«Hay unos 64 millones de católicos –casi una quinta parte de la población de Estados Unidos–. Y los católicos han ganado una enorme influencia en «la vida social, profesional, cultural y política». Debería haber suficiente levadura para elevar a la masa social», concluyó.

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ZENIT Staff

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