San Pablo: la unidad interior, secreto de santidad y fecundidad apostólica

El beato Santiago Alberione, intérprete actual del Apóstol de los gentiles

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ROMA, viernes 29 junio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo del padre José Antonio Perez, postulador general de la Familia Paulina, en el que habla de san Pablo y su lectura actual por el beato Santiago Alberione.

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Por el padre José Antonio Pérez SSP

Una persona se realiza en la medida en que posee un principio interior que se manifiesta en todo su modo de ser, dándole una fisonomía inconfun­dible y una unidad de acción. En el creyente, la unidad inte­rior depende de un principio dinámico recibido de Dios mismo, vivido en toda su exigencia, hasta sus últimas consecuencias. Todo lo que hace, llevará el sello de la fuente profunda de la que procede.

Conciencia y afirmación de la unidad personal

El descubrimiento del apóstol Pablo por parte del beato Santiago Alberione se remonta al primer contacto con los estudios teológicos. San Pablo sabía que en Jesucristo habita corporalmente la plenitud de la divinidad y que todo lo tenemos plenamente en él (cf. Co 2,9-10); por tanto, no se puede servir a Jesucristo si no es con una respuesta «plena», esforzándose en que todos adquieran la plena inteligencia del misterio de Dios, que es Cristo (cf. Co 2,2-3); y en este ministerio puso todos sus recursos personales de naturaleza y de gracia (cf. Co 1,28-29). Todo esto impresionó profundamente el ánimo del joven e inquieto Alberione.

«La admiración y la devoción –escribía en 1954– comenzaron especialmente con el estudio y la meditación de la carta a los Romanos. Desde entonces la personalidad, la santidad, el corazón, la intimidad con Jesús, su obra en dogmatica y en moral, la huella que dejo en la organización de la Iglesia, su celo por todos los pueblos, fueron objeto de meditación. Se vio verdaderamente el Apóstol: por tanto todo apóstol y todo apostolado podían aprehender de él». Desde entonces el conocimiento fue creciendo y se transformo en «devoción», con toda la carga que esta palabra conlleva: deseo de conocimiento cada vez más profundo; amor y voluntad de identificación; confrontación continua de pensamiento y acción; decisión de hacer conocer, amar, seguir e imitar al Apóstol.

Esta «devoción» se intensificó cuando la figura del Apóstol se asoció a la nueva forma de apostolado que el joven Alberione estaba comenzando con sus fundaciones. «Todas las almas que tomaron gusto a los escritos de san Pablo, llegaron a ser almas fuertes», afirmaba. Y exhortaba: «Pidamos a san Pablo que nos forme también a nosotros como personas de carácter, que no se desaniman…, que saben dar un valor justo a las cosas. Gente práctica que sabe jugarse el “todo por el todo”, es decir, dando todo a Dios para recibir en cambio a Dios mismo. Y esto sucede cuando hay un gran amor, la convicción que tenía san Pablo, que lo hacía exclamar: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”».

La unidad en Jesucristo, recibido de san Pablo

Para garantizar la unidad de inspiración y de acción, el Padre Alberione se remite siempre al punto esencial, y así lo ofrece a su Familia: «La unión de espíritu: esta es la parte esencial… vivir en el Divino Mae­stro en cuanto él es camino, verdad y vida; vivirlo como lo ha comprendido su discípulo san Pablo. Este espíritu forma el alma de la Familia Paulina, no obstante los miembros sea­n varios y actúen de forma diversa… “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”», decía en 1960.

La unidad se encuentra, pues, en Jesucristo, recibido de san Pablo. Por don de Dios, el Padre Alberione experimentó a fondo la Palabra revela­da sobre la plenitud apostólica de san Pablo y se sintió movido por el Espíritu al compromiso de reproducirlo, hoy, en la totalidad de su carisma apostólico. Esta es la fuente y la unidad profunda de la Familia Paulina. Es de aquí de donde surgen las diversas fisonomías de los diez grupos che la constituyen.

Afirma el padre Silvio Sassi, superior general de la Sociedad de San Pablo, en su carta anual, “Reaviva el don que has recibido”, que para ser fieles hoy de modo creativo al Padre Alberione, es necesario interpretar a san Pablo para las urgencias de la nueva evangelización de nuestro tiempo: una profunda experiencia de Cristo, que se transforma en fe misionera en la comunicación actual, en contemplación en la liturgia, en laboriosidad en la pastoral parroquial, en orientación vocacional, en vivir el estado de vida laical al estilo paulino y en la cooperación con las obras paulinas. Estos son precisamente los varios grupos que deben encontrar en san Pablo el vínculo de unidad y el dinamismo contemplativo-activo hacia Dios y hacia la humanidad.

Unidad, santidad y fecundidad apostólica

El beato Santiago Alberione considera a san Pablo no solo padre e inspirador, sino hasta «fundador», «forma» sobre la que la Familia Paulina debe reproducir a Jesucristo para ser «san Pablo vivo hoy»: «Jesucristo es el perfecto original. Pablo se hizo para nosotros forma: por lo que en él somos forjados, para reproducir a Jesucristo. San Pablo es forma no para una reproducción física de rasgos corporales, sino para comunicar al máximo su personalidad… todo. La Familia Paulina, compuesta por muchos miembros, ha de ser Pablo-viviente en un cuerpo social».

El motivo de la elección de san Pablo fue la síntesis que el Apóstol supo realizar en sí mismo de todas las dimensiones de su personalidad:

Santidad y apostolado: «Se requería un santo que sobresaliera en santidad y al mismo tiempo fuera ejemplo de apostolado. San Pablo unió en sí mismo la santidad y el apostolado».

Amor a Dios y amor a las almas: «Si san Pablo viviese hoy cumpliría los dos grandes preceptos como supo cumplirlos: amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas, con toda la mente; y amar al prójimo sin reservarse nada».

Actividad y oración: «A menudo se resalta la actividad de san Pablo; pero antes hay poner de relieve su espíritu de oración».

El secreto: la vida interior: «¿Por qué es tan grande san Pablo? ¿Porque realizó muchas obras maravillosas? ¿Porque año tras año su doctrina, su apostolado, su misión en la Iglesia de Jesucristo se conocen, se admiran y se celebran cada vez más?… El porqué hay que buscarlo en su vida interior. Aquí está el secreto», afirmaba el Fundador.

Y concluía constatando cómo la santidad consiste precisamente en la síntesis del desarrollo armónico de todas las dimensiones humanas: «Para san Pablo la santidad es la madurez plena del hombre, el hombre perfecto. El santo no se envuelve, sino se desenvuelve… La santidad es vida, movimiento, nobleza, efervescencia… Pero lo será sólo y siempre en proporción con el espíritu de fe y de la buena voluntad».

El secreto para lograr la realización personal, la santidad, y la fecundidad apostólica es, pues, la unidad interior. Y san Pablo es el maestro.

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ZENIT Staff

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