ROMA, 20 feb 2001 (ZENIT.org–FIDES).- El cardenal Bernardin Gantin, 78 años, nacido en Cotonou (Benin), es el primer obispo africano, elegido en 1956, y el primer cardenal africano responsable de un organismo vaticano.
Después del gobierno pastoral de Cotonou ha ocupado, en efecto, diversos cargos de responsabilidad en la Curia Romana: Secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, presidente de los Pontificios Consejos «Justicia y Paz» y «Cor Unum», prefecto de la Congregación para los Obispos y, desde 1993, decano del Colegio Cardenalicio. El pasado mes de enero presidió como enviado del Papa las celebraciones del centenario de evangelización de Burkina Faso.
Esta es la entrevista que ha concedido a la agencia misionera del Vaticano, Fides.
–Eminencia, ¿que significa ser cardenal? ¿Cómo fue llamado de África a Roma?
–Cardenal Gantin: Una de las cosas concretas y sabias que ayudó al Concilio Vaticano II a realizarse fue suprimir completamente el culto de la persona y poner de relieve solamente la persona de Jesucristo. Este es el servicio al que estamos llamados dondequiera nos encontremos. El sentido de nuestra misión y de nuestra vocación es Jesucristo. Yo, por mí mismo, no sería nada.
Fui llamado a Roma hace 30 años. Cuando el Papa llama es Cristo mismo quien llama. Los misioneros, que se encuentran en nuestra país desde hace más de 100 años, dieron su «sí» viniendo de países diversos. Proviniendo de Iglesias diversas, dijeron «sí» al Papa y a Cristo para llevarnos el Evangelio. Por eso, cuando por primera vez que el Papa se dirigía a un africano para que fuera misionero en Roma, ¿podía acaso recibir un rechazo? Acepté para prestar un servicio y por obediencia al Papa y a Cristo. Dije sí siguiendo el ejemplo de los primeros misioneros que aceptaron ir a nuestro país para evangelizarnos. ¡No soy cardenal para enorgullecerme, para el orgullo de un país! Hemos entrado en la universalidad, en la catolicidad de la Iglesia: ¡esto eslo más importante!
–¿Cómo ve desde Roma la Iglesia africana? ¿Qué necesita África?
–Cardenal Gantin: Cuando se contempla el panorama general, geográfico, social, económico, político, cultural del África, se ven las cosas que necesita hoy la Iglesia en África y el África misma, sobre todo la paz. Sin paz no se puede hacer nada, no hay nacimiento ni desarrollo. Por eso, en el nacimiento de Jesús, los ángeles dijeron: «paz a los hombres de buena voluntad». Si no somos hombres de buena voluntad, es decir, si no tenemos un mínimo de fe en la soberanidad de Dios, en la bondad de Dios, nuestras vicisitudes no caminarán.
En segundo lugar, se necesita unidad. En Europa se habla sobre todo de protestantes, de ortodoxos, de bautistas, de sectas que hablan de Jesucristo. Pero, ¿de qué Jesucristo hablamos? Hoy necesitamos encontrarnos en Cristo para abandonar todas las cosas secundarias que nos separan e impiden alcanzar los valores fundamentales de nuestra identidad, vocación, crecimiento. Si nos cerramos en las cosas del pasado, como la herencia ambigua de la colonización, en las cosas que no han producido fruto, será un daño.
–¿Qué puesto ocupan los laicos en la Iglesia?
–Cardenal Gantin: La consigna de San Agustín, el más grande obispo africano, dice: nosotros somos cristianos para ser un elemento importante en la sociedad, en la familia. Somos obispos y sacerdotes para los demás. No se es sacerdote para la propia satisfacción. El sacerdote existe porque hay un pueblo, una familia, una comunidad. Estamos al servicio del pueblo de Dios. Si no existiesen comunidades, no existirían tampoco los obispos. Este pueblo de Dios es el pueblo de los fieles: un nombre que es un honor, porque significa tener fe. Éstos son los laicos. Si no hubiera un padre y una madre laicos, hermanos y hermanas laicos, no habría sacerdote. De este conjunto nace la vocación sacerdotal, que es una vocación gratuita, que no mira al mérito de las personas. Los laicos no deben tener complejos, pero tampoco tienen que tratar de hacer lo que, por vocación especial, es propio del sacerdote. Cada uno tiene su puesto como en una partitura musical, con la conciencia de que sus responsabilidades específicas son diferentes, pero complementarias a las de los demás.