CIUDAD DEL VATICANO, 26 feb 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha convocado una reunión de todos los cardenales de la Iglesia católica para analizar los desafíos que tiene que afrontar el cristianismo a inicios de milenio.
Este «consistorio extraordinario», según ha explicado hoy el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, tendrá lugar del 21 al 24 de mayo próximo.
«El tema central de esta sexta reunión plenaria del colegio cardenalicio es el estudio de las perspectivas de la Iglesia para el tercer milenio, a la luz de la reciente carta apostólica del Santo Padre «Novo millennio ineunte»».
El Papa, con esta reunión, convoca a todos los cardenales, también a aquellos que han superado los ochenta años y que por tanto no podrían participar en un eventual cónclave.
Si bien el comunicado de prensa de la Santa Sede no es muy explícito, según revelaba hoy el diario romano «Il Messaggero» los «senadores» de la Iglesia católica profundizarán con el Papa sobre el «ministerio petrino», es decir, el papel y las funciones del primado del obispo de Roma, así como sobre la «colegialidad episcopal», esto es, el ministerio de los obispos en unión entre sí y en comunión con el pontífice.
Una cuestión que el Papa plantea en el número 44 de la «Novo millennio ineunte» con estas palabras: «El nuevo siglo debe comprometernos más que nunca a valorar y desarrollar aquellos ámbitos e instrumentos que, según las grandes directrices del Concilio Vaticano II, sirven para asegurar y garantizar la comunión. ¿Cómo no pensar, ante todo, en los servicios específicos de la comunión que son el ministerio petrino y, en estrecha relación con él, la colegialidad episcopal?».
En segundo lugar, el consistorio debería abordar, según ha anticipado el «vaticanista» Orazio Petrosillo en «Il Messaggero», el estado de las relaciones entre la Iglesia católica y las Iglesias cristianas de cara al «restablecimiento de la comunión plena».
En su encíclica sobre el ecumenismo, la «Ut unum sint», en mayo de 1995, el Papa escribía: «Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las Comunidades cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva» (n. 95). El tema, por tanto, está servido.
Además, el Papa debería hacer con los cardenales, según el diario romano, un balance final del Jubileo, en el que se hablaría, entre otras cosas de la cuestión particular de la deuda externa de los países pobres.
Terminado el Jubileo, Juan Pablo II parece plantearse metas sorprendentemente ambiciosas en aspectos importantísimos para la vida de la Iglesia. En la misma «Novo millennio ineunte», las expone: «Se ha hecho mucho, desde el Concilio Vaticano II, en lo que se refiere a la reforma de la Curia romana, la organización de los Sínodos y el funcionamiento de las Conferencias Episcopales. Pero queda ciertamente aún mucho por hacer para expresar de la mejor manera las potencialidades de estos instrumentos de la comunión, particularmente necesarios hoy ante la exigencia de responder con prontitud y eficacia a los problemas que la Iglesia tiene que afrontar en los cambios tan rápidos de nuestro tiempo» (n. 44).
El Papa está lanzando de este modo una gran reflexión sobre la reforma de la Iglesia. Él la describe así en la misma carta apostólica, en el número siguiente: «Los espacios de comunión han de ser cultivados y ampliados día a día, a todos los niveles, en el entramado de la vida de cada Iglesia. En ella, la comunión ha de ser patente en las relaciones entre obispos, presbíteros y diáconos, entre pastores y todo el Pueblo de Dios, entre clero y religiosos, entre asociaciones y movimientos eclesiales».
«Para ello se deben valorar cada vez más los organismos de participación previstos por el Derecho canónico, como los Consejos presbiterales y pastorales –añade–. Éstos, como es sabido, no se inspiran en los criterios de la democracia parlamentaria, puesto que actúan de manera consultiva y no deliberativa sin embargo, no pierden por ello su significado e importancia. En efecto, la teología y la espiritualidad de la comunión aconsejan una escucha recíproca y eficaz entre pastores y fieles, manteniéndolos por un lado unidos a priori en todo lo que es esencial y, por otro, impulsándolos a confluir normalmente incluso en lo opinable hacia opciones ponderadas y compartidas».
El consistorio especial tendrá lugar cinco meses antes de la celebración del Sínodo universal sobre la figura del obispo, de gran importancia sin duda para el futuro de la Iglesia.