CIUDAD DEL VATICANO, 9 mayo 2001 (ZENIT.org).- La gente y la oración son el secreto del Papa Wojtyla, auténticos vigorizantes en momentos de cansancio. Así lo documenta el corresponsal del Vaticano del diario «Il Corriere della Sera», el más vendido de Italia, Luigi Accattoli, en la crónica que publica en este miércoles.
El periodista ofrece dos botones de muestra. El primero tuvo lugar el martes, cuando Juan Pablo II llegó a Malta. Tras un maratón agotador por Grecia y Siria, se le veía cansado, curvo. De repente, sin embargo, su rostro cambió de expresión y la sonrisa contagió su cuerpo.
Se encontraba en el balcón del Palacio presidencial de los Grandes Maestres de Malta. «No tenía micrófono, pero –como siempre cuando está en forma–, le fueron suficientes los gestos para dialogar con la gente. Indicaba con el dedo al que más gritaba y después se puso a marcar el ritmo de los gritos de la gente («¡Viva el Papa! ¡Viva el Papa!») primero con el puño y después con la mano abierta sobre la barandilla del balcón», explica Accattoli.
«Parecía el Wojtyla de siempre –añade el corresponsal–, y no ese hombre cansado de caminar incierto que nos obliga a contener la respiración cuando desciende por la escalera del avión».
Pero este Papa no sólo se recupera con el contacto con la gente. Tiene otro secreto. El enviado de «Il Corriere della Sera» lo cuenta así.
«El lunes, en Quneitra, arrodillado en aquella iglesia semidestruida, adonde había llegado arrastrándose más que nunca, le fueron suficientes cinco minutos de recogimiento para recuperar la paz en su rostro».
Los periodistas preguntaron a Joaquín Navarro-Valls, portavoz de la Santa Sede, el martes pasado, en el vuelo de Damasco a Malta, si no sería más conveniente que el Papa dejara de emprender estos viajes agotadores. La respuesta fue clara: «El Papa no tiene ninguna intención de detenerse».
«Para junio ha programado un viaje a Ucrania, pero ya se le ha metido en la cabeza Armenia, adonde podría ir quizá en el próximo otoño, así como otros dos viajes para el próximo año», añadía el portavoz vaticano. Uno tendrá por meta Toronto (Canadá), el otro podría ser Bulgaria.
Los periodistas insistían, ¿no es demasiado? Navarro-Valls añadió: «Viajar le cansa, pero mientras tenga fuerzas irá adonde le llamen. Está muy contento de los resultados alcanzados en Grecia y Siria. Está satisfecho también de la posibilidad que ha tenido de cumplir con todos los compromisos y de conservar, en cada uno de los días, el ritmo de siempre».
Después del Jubileo, añadió el director de la Oficina de Información de la Santa Sede, «pensábamos que llevaría otro ritmo. Y, sin embargo, ha vuelto al trabajo de antes, y ha retomado las visitas «ad limina» (realizadas por los diferentes obispos del mundo por países cada cinco años)».
El portavoz concluyó con algo de humor: «Alguno debería explicarle al Papa qué significa la palabra «weekend»».