EREVAN, 25 septiembre 2001 (ZENIT.org).- El reconocimiento de la heroica fidelidad de la Iglesia armenia a través de los siglos y las preocupaciones que plantea en estos momentos la paz se convirtieron en los temas centrales del discurso que pronunció Juan Pablo II al aterrizar este martes en Erevan.
Tras pasar tres días en Kazajstán, el pontífice culmina su viaje apostólico internacional número 95 en esta ex República soviética, de algo más de 3.300.000 habitantes, para celebrar los 1.700 años de la proclamación del cristianismo como religión oficial del país.
Cristianismo heroico
«Los anales de la Iglesia universal afirmarán siempre que las gentes de Armenia fueron las primeras en abrazar como pueblo la gracia y la verdad del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo», reconoció el pontífice en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto internacional de Erevan, en presencia del presidente de la República, Robert Kotcharian, y del patriarca apostólico armenio, Karekin II.
«Vosotros custodiáis con celo la memoria de vuestros numerosos mártires –añadió el Santo Padre–, y en verdad el martirio ha sido una característica especial de la Iglesia y del pueblo armenios».
El siglo XX ha sido uno de los períodos más trágicos para el cristianismo armenio, primero con el «genocidio» de 1915, provocado por el movimiento nacionalista de los «Jóvenes turcos», y después de su anexión a la Unión Soviética en 1920.
A pesar de las persecuciones, todavía hoy más del 90% de los armenios obedece al patriarcado apostólico armenio, que se separó de Roma tras el Concilio de Calcedonia (año 451). Un paso decisivo para superar esta división se dio en 1996, cuando el Papa y el anterior patriarca Karekin I firmaron una declaración conjunta que superaba malentendidos sobre la naturaleza de Jesús.
El 10% de los armenios que viven en su patria y en la diáspora forma parte de la comunidad católica unida a Roma. Tienen su propio patriarca Nerses Bedros XIX, residente en Bzummar (Líbano).
Frágil paz
Tras reconocer la aportación armenia al cristianismo, Juan Pablo II recordó que el país, al celebrar los diez años de su independencia, tiene el desafío de promover una «urgente búsqueda de la paz en esta región».
Armenia limita al norte con Georgia; al nordeste y este con Azerbaiyán; al sudeste con Irán; y al oeste con Turquía.
«La paz puede ser construida sólo sobre los sólidos fundamentos del respeto recíproco, de la justicia en las relaciones entre comunidades diferentes, y en la magnanimidad por parte de los fuertes», dijo el obispo de Roma.
A inicios de los años noventa, Erevan apoyó con éxito a los habitantes de origen armenio del enclave de Azerbaiyán Nagorno Karabaj. Un alto al fuego congeló el conflicto en 1994, sin embargo las negociaciones de paz son frágiles.
Democracia y derechos humanos
En estos momentos de grave crisis económica, Juan Pablo II invitó a los gobernantes armenios a comprometerse «a favor del bien común, de la justicia y de la solidaridad, anteponiendo el progreso del pueblo a todo tipo de interés parcial» y a «aplicar las reformas democráticas de las instituciones del Estado necesarias para garantizar el respeto de los derechos humanos y civiles de los ciudadanos».
Por su parte, el presidente Robert Kotcharian saludó al Papa recordando el papel que desempeñó en las transformaciones en Europa del Este y en la antigua Unión Soviética, que abrió, dijo, «una nueva época de libertada para los hombres y las naciones».
El Catholicós (como se llama al patriarca armenio) Karekin II, recordó la ayuda ofrecida por Juan Pablo II a Armenia tras el trágico terremoto de 1988 y deseó que esta visita «histórica» refuerce aún más «los lazos de amor» y de «espíritu fraterno» entre los católicos y los fieles de la Iglesia armenia «para el bien de la Iglesia universal de Cristo».
Durante su estancia en Armenia, por primera vez en la historia, un Papa de Roma residirá en la residencia de un patriarca no católico, en la sede apostólica de Etchmiadzin, símbolo del cristianismo armenio.
«Gracias por este signo de amor que me conmueve profundamente y habla al corazón de todos los católicos de amistad profunda y caridad fraterna», reconoció el Papa dirigiéndose al patriarca Karekin I, después de transcurrir unos momentos de oración en la catedral apostólica.
Al salir del histórico templo, el pontífice visitó las tumbas de los patriarcas armenios Vasken I y Karekin I, este último fue su gran amigo personal a quien trató de visitar en su lecho de muerte.
Juan Pablo II permanecerá en Armenia hasta el próximo jueves.