La cuestión de la colegialidad: Debate en el sínodo de los obispos

Las relaciones entre el Papa y el episcopado

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CIUDAD DEL VATICANO, 28 septiembre 2001 (ZENIT.org).- ¿Cómo hacer más fluidas y eficaces las relaciones de los obispos entre sí y de los obispos con el Papa y la Curia romana? Este será uno de los temas de discusión del próximo Sínodo de los obispos que se celebrará en Roma. Fue asimismo uno de los debates más claros del consistorio extraordinario de cardenales que convocó Juan Pablo II del 21 al 24 de mayo.

Al menos ocho de los sesenta cardenales que tomaron la palabra durante aquella cumbre eclesial afrontaron la cuestión.

El primero en poner sobre el tapete de la discusión el argumento fue Juan Pablo II, quien en la carta apostólica «Novo millennio ineunte» (n. 44) pide un compromiso más intenso para «valorar y desarrollar aquellos ámbitos e instrumentos que, según las grandes directrices del Concilio Vaticano II, sirven para asegurar y garantizar la comunión. ¿Cómo no pensar, ante todo, en los servicios específicos de la comunión que son el ministerio petrino y, en estrecha relación con él, la colegialidad episcopal?».

La discusión del consistorio ofrece interesantes pistas para las sesiones de trabajo del Sínodo. El cardenal británico de Westiminster, Cormac Murphy-O’Connor, por ejemplo, pidió «un examen serio del método de trabajo de los Sínodos». «Nunca Pedro sin los once (es decir, los demás apóstoles), pero nunca los once sin Pedro», explicó.

El cardenal Achille Silvestrini, hasta hace poco tiempo prefecto de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales, constató que los Sínodos en ocasiones se convierten en «monólogos sin debate y sin respuesta».

El que más importancia ha dado a este argumento ha sido quizá el cardenal belga Godfried Danneels, arzobispo de Malines-Bruselas, quien llegó a convocar una rueda de prensa para afrontar personalmente este argumento. El primado de Bélgica propuso una idea que lleva barajando desde hace tiempo: ofrecer al obispo de Roma una consultación más frecuente de los obispos que están «sobre el terreno». Para ello, el purpurado propone que los obispos del mundo se reúnan en sínodos celebrados con otra metodología. En concreto pidió la posibilidad de que cada quien saque los temas de discusión libremente, sin seguir un tema específico.

«Tal y como está organizado, el Sínodo no favorece el desarrollo de una auténtica cultura del debate dentro del «colegio» de los obispos reunido en torno al Papa –considera Danneels–. En el aula sinodal no se da una auténtica discusión. Primero se asiste a una larga serie de intervenciones libres, donde se habla de todo durante dos semanas. Después falta el tiempo para concentrar la atención sobre los puntos específicos y para sacar conclusiones eficaces. Se escribe algo en una noche y se deja todo en las manos del Papa».

El cardenal Bernard Francis Law, arzobispo de Boston, con típico sentido práctico estadounidense, ofreció una propuesta muy concreta a la asamblea del consistorio. Propuso que se tengan «Sínodos anuales sin tema», más breves y de intercambio libre sobre las cuestiones del momento.

Estas dos últimas propuestas provocan serios interrogantes en el también cardenal Jan Pieter Schotte, secretario general del Sínodo, quien considera que la metodología actual es una garantía para que todos los obispos puedan tomar la palabra libremente.

Al presentar el «Documento de trabajo» de la Asamblea, el pasado 1 de junio, este purpurado belga constató que si no se organizan bien los temas y los tiempos de las intervenciones, se corre el riesgo de que sólo tomen la palabra obispos con capacidad de protagonismo, mientras que prelados de países donde la Iglesia es una pequeña minoría o con menos personalidad podrían quedar silenciados.

El debate está servido…

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ZENIT Staff

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