ROMA, 29 septiembre 2001 (ZENIT.org).-¿Son los atentados terroristas contra Estados Unidos un ejemplo del choque de civilizaciones tan temido por algunos analistas?
Las acciones de grupos extremistas no pueden ser tomadas como expresión válida de la opinión predominante. Sin embargo, tras publicarse en las dos últimas semanas varios artículos que apuntan en esta dirección, en muchos países de Oriente Medio no fue poco el regocijo por ver cómo Estados Unidos era humillado.
El 1 de octubre, «Business Week» dedicaba un artículo de dos páginas a examinar «Por qué tanta gente odia a Estados Unidos». Según los autores, hay «vastos segmentos» de Oriente Medio afectados por el odio a Estados Unidos y en los que la gente está «cambiando de lealtad, sumándose a un sistema confesional islámico».
Obviamente, el papel de Estados Unidos, como el país más poderoso de Occidente, le ha convertido en el principal objetivo de las hostilidades. A ello se suma la tensión cultural, fruto de la creciente globalización durante la última década. El refuerzo del capitalismo occidental, del libre mercado, y de la democracia liberal, tras su victoria contra la Guerra Fría, ha llevado a algunos estados y culturas a sentirse amenazados por la presión del conformismo.
No son pocos los países musulmanes que han expresado hostilidad contra lo que perciben como arrogancia, individualismo irresponsable, o conductas culturales y sexuales permisivas. Por supuesto, la civilización occidental es mucho más que sólo Estados Unidos. Pero, aunque Europa no es un blanco de un nivel tan elevado de hostilidad, afronta también un severo examen en sus relaciones con el mundo musulmán.
Según la Revisión de las Perspectivas de Población Mundial de 2000, publicada el 28 de febrero por la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, en Europa entre el periodo 1995-2000, la media del número de hijos por mujer
en edad fértil era sólo de 1,41.
Si estos niveles de fertilidad no cambian, la actual población de Europa, estimada en 727 millones por las Naciones Unidas, descenderá a 556 millones el año 2050. Esto significa que se necesitará un gran número de inmigrantes, unos tres millones al año durante los próximos cincuenta años, si la población no desciende, y su mayor procedencia probable es la de los países islámicos.
Esto se traducirá en una profunda transformación de un continente que, hasta hace poco tiempo, era casi exclusivamente de tradición cristiana.
En Francia, existen ya varios millones de musulmanes y ha habido debates, en los últimos años, sobre si a las jóvenes de familias musulmanas se les podía permitir llevar el chador a clase. Parece una cuestión sin importancia, pero tiene consecuencias relevantes en el sistema educativo y su papel en la identidad cultural de los ciudadanos.
El mensaje del Papa
Bastante antes de los recientes atentados, Juan Pablo II afirmó la necesidad de buscar cooperación entre las diferentes culturas en su Mensaje con motivo de las Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2001.
En este texto, titulado «Diálogo entre las culturas para una civilización del amor y la paz», el Papa reconocía lo difícil que es mantener la paz entre los pueblos de diferentes culturas cuando conviven juntos. Además, el mensaje hablaba de los posibles peligros que plantean las migraciones que llevan a muchos pueblos de diferentes culturas y civilizaciones a vivir juntos. El mensaje del Papa ofrece una serie de reflexiones que ayudan a evitar los conflictos entre culturas.
Valor de la cultura
Para empezar, Juan Pablo II indica la importancia de la cultura en la formación de la identidad personal. Es necesario tener raíces en una cultura específica para evitar la vulnerabilidad ante fuerzas conflictivas que pueden oponerse a un desarrollo personal equilibrado.
En cambio, valores culturales como el amor por el proprio país deben «cultivarse pero sin restricciones de espíritu, amando juntos a toda la familia humana y evitando las manifestaciones patológicas que se dan cuando el sentido de pertenencia asume tonos de autoexaltación y de exclusión de la diversidad, desarrollándose en formas nacionalistas, racistas y xenófobas» (n. 6).
Elementos comunes
Se necesita un cierto equilibrio, afirma el pontífice, para apreciar los aspectos de la propia cultura, y reconocer al mismo tiempo sus límites. Para evitar que la pertenencia a una cultura concreta se convierta en aislamiento, recomienda el estudio de otras culturas, con el fin de apreciar los elementos comunes que hay dentro de las diferencias externas.
Respeto mutuo
El mensaje indica que, en el pasado, las diferencias entre culturas han sido a menudo fuente de incomprensiones entre los pueblos, y motivo de conflictos y guerras que «todavía hoy, por desgracia, en diversas partes del mundo constatamos, con creciente aprensión, la polémica consolidación de algunas identidades culturales contra otras culturas» (n. 8).
Para evitar el conflicto, se deben examinar, propone el obispo de Roma, los principios éticos subyacentes a una cultura y ser conscientes de que su autenticidad y validez se miden por el grado en que se promueve la dignidad de la persona humana.
Peligro de secularización
Otro desafío viene de una «conformidad esclavizante» al modelo cultural del mundo occidental que ha dejado atrás sus orígenes cristianos. El secularismo resultante, el ateísmo práctico y el individualismo radical son promovidos mediante poderosas campañas de medios de comunicación.
Pero el Papa advierte que los modelos culturales occidentales muestran, «por desgracia y siempre con mayor evidencia, un progresivo empobrecimiento humanístico, espiritual y moral». Una cultura que busca asegurar el bien de la humanidad eliminando a Dios «pierde la propia alma y se desorienta transformándose en una cultura de muerte» (n. 9).
Diálogo entre culturas
Es necesario un diálogo constructivo entre culturas, basado en la protección de la identidad y en el reconocimiento de una unidad subyacente. Esto no significa uniformidad o una homogeneización forzada, explica el Papa, sino que es «la convergencia de una multiforme variedad, y por ello se convierte en signo de riqueza y promesa de desarrollo» (n. 10).
El desafío de las migraciones
¿Qué actitud habría que tener ante los inmigrantes de las diferentes culturas? En primer lugar, Juan Pablo II recomienda que «los inmigrantes sean tratados siempre con el respeto debido a la dignidad de toda persona humana» (n. 13).
Las prácticas culturales de los inmigrantes deben ser respetadas siempre que no contravengan los valores éticos universales o los derechos humanos fundamentales. Cuando las costumbres de los inmigrantes no son realmente compatibles con las prácticas de la mayoría, el Papa invita «a la valoración concreta del bien común en un determinado momento histórico y en una específica situación territorial y social». Esto debería hacerse por medio de un auténtico diálogo sin que suponga abrir las puertas a la indiferencia ante los valores.
Principios guía
La última parte del mensaje ofrece una serie de principios para orientar el diálogo entre culturas. En primer lugar, están la solidaridad y la justicia. Debemos reconocer «el destino común de toda la familia humana», exhorta el Papa.
Y en el corazón de una auténtica cultura de solidaridad está la promoción de la justicia, explica el mensaje. La justicia ayudará a quienes normalmente son excluidos o marginados. Hay que promover también la paz y la compresión entre los pueblos que para el Papa son objetivos primarios de todas las sociedades. Y un aspecto de la paz es el respeto al valor de la vida porque «no se puede
invocar la paz y despreciar la vida».
Otro aspecto fundamental de la promoción del diálogo es la educación que enseña la} comprensión del otro y el respeto a la diversidad. Finalmente, las barreras el pasado deben ser superadas por medio del perdón y la reconciliación. Ciertamente, la aplicación de estos principios no será fácil, pero es el mejor camino hacia el logro de la paz verdadera.
Puede leer el Mensaje de Juan Pablo II para la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero 2001 en la sección Documentos de la página web de Zenit http://www.zenit.org.